Dos días después, los hermanos Verlander viajaron a Trinonia. Lumina y Joseph no se opusieron, pues los gemelos dijeron que querían distraerse un poco en el fondo del mar. Al llegar al abismo de challenger, los hermanos se reunieron con sus primos; Tristán y Poseidón.
Los cuatro jóvenes nadaron hasta la remota cueva de los cantos sin ser vistos.
—¿Estás segura de esto, Jocelyn? —cuestionó Poseidón luego de escuchar el plan de su prima —es algo arriesgado incluso para los soldados más experimentados.
—A mí me parece una gran idea aunque suene a una misión suicida. Si reunimos la cantidad suficiente de soldados, los superaremos en masa. —intervino Tristán —además, tenemos ventaja.
—¿A qué te refieres? —cuestionó Poseidón —¿Qué ventaja tenemos?
—Adón querrá sumarse al pelotón con tal de estar cerca de Jocelyn.
Entonces murmuró Christopher —qué muchacho tan simpático.
—Bien, ignorando el recelo de nuestro primo, Jocelyn posee control sobre Daetron y su pariente, todo gracias al don de lectura de collares —complementó Tristán —así que, dudo mucho que las arpías quieran encararnos si llevamos por lo menos a una de las bestias.
—Por otro lado —habló Jocelyn —Olvidia y Pandora querrán sumarse.
Los tritones guardaron silencio, sabían que en cierto modo, el plan de Jocelyn iba a funcionar. Pese a no estar muy seguros, aceptaron ayudar a su pariente con sus planes. Antes de proceder con el viaje que tenían pensado realizar por el reino, Jocelyn le pidió a los príncipes seguirla hasta el pasaje de Drake.
—Chicos, estamos en los aposentos de Iryatum, ¿Sabían? —manifestó Tristán con voz cavernosa y usando comillas al aire en la palabra aposentos. —no es buena idea estar merodeando por aquí.
—Iryatum no será problema —mencionó Chris —más bien debemos cuidarnos de Coral.
—Ella le teme al monstruo, no creo que frecuente este lugar —dijo Poseidón.
Los jóvenes siguieron avanzando hasta cruzar a las aguas del Atlántico. Allí notaron que todo estaba muy tranquilo, por lo que dedujeron que el gran Iryatum estaba sumido en un profundo sueño.
Con mucha presteza, los tritones continuaron su curso hasta la plaza de Marania, ubicada cerca del palacio del rey Atolón. Fue entonces que unos guardias que patrullaban la zona fueron al palacio y dieron aviso al rey de la presencia de los tritones en el reino.
Atolón dio la orden de escoltar a los visitantes al palacio. Los guardias obedecieron a su rey y llevaron a los tritones al palacio. Los jóvenes se ubicaron en frente de Atolón, quien estaba en el trono comiendo algas.
—¿A qué han venido? —cuestionó el maranio.
Christopher nadó unos centímetros al frente y le explicó a Atolón lo que su hermana tenía en mente. El pelirrojo pensó que era una gran oportunidad para causar caos, de todos modos, esa era su naturaleza.
—Sé que no es mi problema, pero necesito algo de diversión —manifestó el rey a medida que se acercaba a los tritones —las arpías intentaron burlarse de mí a pesar de nuestra alianza, así que los voy a apoyar como venganza.
—Atolón, no creo que sea lo correcto —intervino Avarinia.
—¡Silencio! Sé que no lo es, pero el llamado del caos ha llegado a mí.
Avarinia se retiró del salón sin pronunciar una sola palabra, salió hasta el panteón ubicado en el centro del enorme jardín coralino del palacio en donde se encontraba Adón entrenando con su espada.
El príncipe, en medio de su concentración logró vislumbrar a su madre minutos después, mirándolo entrenar medio oculta entre algas. La sirena sonreía con ternura y, sabiendo lo rebelde que era su hijo, le dijo que alguien especial para él necesitaba de su ayuda.
—Madre, no me importa de quién se trate, estoy ocupado ahora. Que vuelca más tarde —dijo Adón blandiendo la espada.
—Es la hija de Lumina y el humano —comentó Avarinia.
—¿Jocelyn? — cuestionó Adón y de golpe se detuvo para mirar a su madre mientras ella asentía con seguridad.
Un notable brillo en los ojos del príncipe hizo que Avarinia confirmara que, en definitiva, su hijo estaba enamorado de la joven híbrida.
—¡Haberlo mencionado antes, madre! ¡Iré al salón! —manifestó Adón.
Entonces preguntó su madre —¿y qué pasó con lo de volver después?
A lo que el joven respondió mientras nadaba con ligereza al interior del palacio —¡Olvídalo! Ella es la excepción.
El príncipe ingresó velozmente al palacio y llegó al gran salón en donde Atolón conversaba con los visitantes. La mirada del joven maranio se ancló en Jocelyn quien aún no se percataba de su presencia en el lugar. Para llamar la atención, el príncipe fingió dejar caer su espada, pero en realidad golpeó el pilar que sostenía el busto de su abuelo Maher con el arma.
—¡Vaya! ¡Qué torpe soy! —dijo Adón fingiendo sentir pena —¡Hola, mis estimados amigos tritones!
Luego de aquel acto poco convincente, el príncipe se ubicó al lado de su padre y observó a sus amigos del Pacífico. Fue entonces que, Atolón le explicó a su hijo lo que estaba pasando.