Crónicas de una sirena enamorada 4

¡Allí están!

Eudora recibió a los jóvenes y sin tanta digresión, trataron el tema de derrotar y emboscar a Ambra y sus seguidoras. La gobernadora los miró con algo de miedo, pues pensó que algo ocurría. Antes de pronunciar lo primero que llegase a su mente, Eudora escuchó con atención cada detalle de todo aquello que le decían los jóvenes. 

—¡Esto es una completa locura! —exclamó un poco molesta y con un tono de voz cortante junto a una mirada fría, preguntó: 

—¿Se dan cuenta del peligro al que se exponen? ¿Acaso no piensan?

Los jóvenes guardaron silencio ante la reacción de Eudora. Sabían que la gobernadora tenía razón, sin embargo, no querían aceptarlo. 

—Por sus rostros, puedo decir que se rehusarán a desistir de este plan, pero si vienen por mi ayuda, desde ya les dejo claro que no cuenten conmigo. —manifestó la gobernadora con una expresión bastante cortante —no quiero que se expongan al peligro. 

—Iremos con un pelotón de cuarenta y cuatro soldados que, por voluntad propia, se unieron a nuestra causa. —aclaró Jocelyn. 

Eudora los fulminó con la mirada, se resistía a respaldarlos a pesar del esfuerzo de los chicos por persuadirla. 

—Se que su determinación no los hará cambiar de parecer, por no voy a apoyarlos en esto. Si lo desean, pueden entrenar solos en la costa. —comentó Eudora. 

Eso último que pronunció la gobernadora fue más que suficiente para los jóvenes que, muy agradecidos, salieron del salón  y volvieron con el grupo. Allí divulgaron que tenían permiso de entrenar en la costa, y, sin dudarlo, iniciaron con su entrenamiento. 

Los jóvenes exploradores utilizaron sus armas, simulando un enfrentamiento entre ellos con toda su fuerza, evitando lastimarse. El pelotón de los cuarenta y cuatro no descansó hasta el anochecer. Desde el balcón de su recámara, Eudora los observaba con frecuencia para cerciorarse de que todo estuviera bajo control.

Viendo que estaban exhaustos, Eudora ordenó proporcionarles comida para que recobraran sus energías. Al recibirla, los jóvenes agradecieron efusivamente y se lanzaron sobre la comida con tal voracidad que parecía como si nunca hubieran comido en sus vidas. Devoraron cada bocado como si fuera el primero después de días de ayuno, sus rostros estaban iluminados por la satisfacción y la alegría de recargar sus energías después de un día agotador de entrenamiento.

Después de terminar de comer, los jóvenes se dispusieron a contemplar el firmamento nocturno. Muchos de ellos, viendo la Luna acompañada de un sinfín de estrellas por primera vez en sus vidas, expresaron asombro en silencio. Estaban hipnotizados por tan majestuoso panorama, como si la vastedad del universo se revelara ante ellos en ese instante de tranquilidad.

—Es como el festival lunar, pero viendo el cielo aún más estrellado —comentó uno de los exploradores sin despegar la vista de la bóveda celeste —jamás lo había visto así. 

—¿Las noches así son frecuentes en tierra firme? —cuestionó otro explorador. 

A lo que Christopher respondió —son cotidianas, por cada día soleado llega una noche como esta. —luego miró al resto del grupo diciendo —admiren un poco más, que en un rato debemos sumergirnos y descansar. Mañana seguiremos entrenando. 

Media hora más tarde, los exploradores se sumergieron y descansaron cerca de la orilla, de modo que, si se sentían amenazados, podían refugiarse en tierra firme sin tanto apuro. 

Al caer el primer rayo de Sol, los hermanos Verlander ya estaban en tierra firme esperando a que sus compañeros despertaran y salieran. Uno por uno, los exploradores salían del agua dispuestos a entrenar. Algunos guardias estaban presentes con frutos y semillas para el alimento de los cuarenta y cuatro guerreros. Cuando todos terminaron aquel sencillo, pero nutritivo desayuno, procedieron a entrenar, pero no sin antes postrarse ante Eudora quien se hizo presente. 

—Me contacté con Criseida en las Estrófades , envió a varias de sus arpías a investigar las islas desiertas en el Mediterráneo. Según parece, las fugitivas no huyeron muy lejos y puede que Jocelyn no esté tan equivocada después de todo. 

En ese instante, todos los presentes miraron a la joven. En el fondo, todos los presentes se preguntaban cómo podía ser eso posible. Fue entonces cuando Tristán logró divisar algo acercándose a gran velocidad por los cielos. 

—¡Alerta todos! ¡Posición de ataque! —gritó el príncipe mientras que el pelotón se preparaba para atacar. 

—¡Esperen! —intervino Eudora —¡Es Olivia!

La joven híbrida parecía haber visto algo, porque aceleró su curso intempestivamente. Olivia se veía muy asustada, como si aquello fuese algo malévolo que intentó acabar con su vida. 

Con un violento aterrizaje, Olivia respiró profundo y con todo el esfuerzo por contener el aliento, advirtió que vio algunas arpías merodeando cerca de Brisbane y que la siguieron hasta pocos metros de Nueva Parténope. 

—¿Segura de que no se trataba de las guardianas de Criseida? —cuestionó Poseidón un tanto preocupado —Quizás llevaban algún recado para alguien en Australia. 

—¡No! —respondió Olivia con entera seguridad —llevaban un estandarte blanco con una letra “A” mayúscula de color rojo. Mi madre me explicó que si ese estandarte toca la luz del Sol, es porque la líder sigue con vida después de una pelea y sus seguidoras buscan venganza. 



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En el texto hay: magia, sirena, marinero

Editado: 05.02.2024

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