Jocelyn había llegado sana y salva a Tritonia. Allí en el palacio de Amaranta y Leiniker, la joven fue recibida por sus parientes y el príncipe Adón. El mariano insistía en hablar con Jocelyn, así, que la australiana lo invitó al arrecife de coral en donde Lumina solía pasar su soledad cuando quería momentos de calma.
Cuando el príncipe y la chica llegaron al arrecife, subieron a la superficie. Ambos contemplaron el horizonte y a un buque lejano que navegaba en dirección al Norte.
—Recibí el mensaje de que querías verme —comentó Jocelyn mirando a Adón, mientras este jugaba con la aleta de su cola sumergiéndola y emergiendola —¿Pasa algo?
—No en realidad, solo que pensé en ti todos estos días y sentí el deseo de pasar un rato agradable contigo —respondió el príncipe —aprecio mucho que estés aquí conmigo. Este atolón coralino es muy bonito, siento mucha paz en este lugar.
—Mi madre solía venir para estar sola, este lugar significa mucho para mi.
Adón la miró y sonrió con ternura, acto seguido, se acercó un poco más a Jocelyn y la rodeó con sus brazos. La joven sintió cómo su piel se erizaba y sin darse cuenta, llevó su mano hasta el pecho de Adón.
—Jocelyn —pronunció el príncipe dominado por los nervios que en ese instante lo invadía —tengo una confesión que hacerte y… Es que desde hace años te he amado en silencio. —suspiró sintiendo alivio —pero ya me cansé de seguir así. Quiero que seamos más que amigos, hacer que nuestras familias se unan en paz dejando el trágico pasado en donde debe estar. Por favor, Jocelyn, sabes que jamás te haría daño, ni dejaría que nadie te lastime.
La australiana cerró sus ojos, en el fondo quería aceptar a Adón, pero tenía miedo. Como Jocelyn no decía nada, Adón continuó diciendo:
—Sabes que no tengo la misma naturaleza que mi padre, soy más como mi tío Evan. Solo busco ser feliz y lo soy cuando estoy junto a ti. Cada vez que escucho tu risa, cuando jugamos en la playa, incluso cuando peleamos juntos por defender a nuestros pueblos.
—Está bien —dijo Jocelyn —quiero intentarlo.
Asón abrazó a la joven, luego se armó de valor y besó a la chica como tanto había deseado. El príncipe mariano no se molestaba en disimular cuan feliz estaba. Quería hacerla sentir especial, así que, le propuso nadar un poco sin rumbo fijo a favor de la corriente marina. Ambos dieron un largo, pero entretenido paseo desde la llegada al atolón a eso de las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde que regresaron al palacio de las Marianas.
Mientras Jocelyn Verlander y Adón de Marania disfrutaban de un paseo por los pequeños islotes cercanos, y de las frutas que allí encontraban, Christopher y Joseph habían regresado a casa. El joven le contó a su madre lo que pasaba, y esta no vaciló en decirle que su hermana estaba pasando por una situación similar con Adón.
—¿Qué dijiste? —preguntó Chris entrando en estado de alerta —¿Está con él ahora?
—Hijo, tu padre y yo confiamos en Adón a pesar de todo. Ha pasado más tiempo con Evan que con su padre. Dale una oportunidad —dijo Lumina —¿No confías en él?
—Sí, pero me aterra que la lastime —manifestó el joven —Adón es mi amigo a pesar de todo y me devastaría si las cosas salen mal.
Entonces Joseph intervino —¿Por qué saldrían mal?
Chris guardó silencio y se echó en el sillón —¡Bien! —exhaló —voy a calmarme y esperar a mi hermana.
Los Verlander permanecieron en la sala de estar, poco después Jocelyn llegó a la costa de Brisbane acompañada de Adón y ocho soldados que más tarde custodiaron al príncipe hasta el pasaje de Drake en donde fue recibido por soldados marianos.
Adón se reunió con sus padres y les contó su experiencia con Jocelyn. El rey Atolón se veía muy feliz por su hijo, no quería que el príncipe viviera lo mismo que él cuando tenía su edad. Por su parte, Avarinia no estaba convencida de que Adón tuviera como novia a una híbrida mitad humana.
Al mismo tiempo, los hermanos Verlander compartían con sus padres sobre sus experiencias. Fue allí que Joseph y Lumina entendieron que sus pequeños polluelos querían emprender vuelo.
Horas más tarde, a eso de las siete de la noche, los gemelos salieron a caminar a la playa. Con nostalgia recordaban su infancia, cuando jugaban con sus primos y Adón, o salían a jugar con Jaccu.
En medio de su caminata, Chris logró ver la cabeza de una mujer sobre la superficie del agua. —Alguien nos está observando —advirtió —regresemos a casa, por el aspecto que tiene, presiento que se trata de Coral.
Jocelyn también pudo verla, sintió enojo pues quería enfrentarla por todos los males que causó.Sin protestar, la joven caminó de regreso a casa junto a su hermano y, ambos advirtieron sobre la presencia de Coral en aguas australianas.
—No estamos seguros de que sea Coral, pero tenemos miedo —dijo Jocelyn sollozando.
Christopher se acercó a su hermana y le dio un abrazo diciendo —Tenemos que hacer algo para acabarla. Esa sirena es un peligro para los exploradores y para cualquier viajero, incluyendo a los humanos. —respiró profundo —tal vez nos castiguen aún peor que la última vez, pero podríamos hacer nuevamente lo que hicimos hace un mes.