Los recientemente organizados grupos de búsqueda nos separamos para dar con la ubicación exacta del Aderubaniyan.
Al ser tres grupos, decidimos ir a tres locaciones en que había rumores de desapariciones, muertes misteriosas e incluso de personas que habían enloquecido luego de regresar de allí.
Recogimos algunos testimonios de pueblos cercanos y finalmente nos dirigimos a un lugar al cual los lugareños habían denominado "Apaadi Bulu". Esto, al parecer significaba "Infierno azul" en una lengua del sur, y debía su origen a que en esa cueva las personas experimentaban dolores inmensos, y recordaban todos sus males cometidos, así como también todas sus tristezas pasadas. A su vez, un inmenso mar de llamas azules los rodeaba, haciendo que fuera imposible adentrarse allí. Según nos contaron estas cosas pasaban desde hacía muchos años atrás, y que sus ancestros decían que está era una de las entradas al inframundo.
Al parecer nadie volvía de allí siendo el mismo, y muchos otros no regresaban jamás.
En el tiempo en que recopilabamos testimonios, pude escuchar también acerca de muchas leyendas de héroes e historias increíbles basadas en esos sucesos y lugares. Nunca sabré hasta que punto son reales, pero aquellas historias me generaron gran emoción a la vez que miedo, y también quería ser parte de los sobrevivientes de aquella misteriosa cueva.
Todo el camino hacia Apaadi Bulu fue tranquilo, pero el nerviosismo en el rostro de algunos del grupo era notorio. En ocasiones, alguno iniciaba un cántico y el resto lo seguía, haciendo de aquel viaje algo más ameno. Después de todo, ninguno de nosotros sabía qué esperar, pero sin dudas más de uno estaba preparado para morir.
Observé en ese momento a Ospan, que no cambiaba aquella expresión tosca de siempre. No parecía sufrir temor, no parecía estar nervioso, ni siquiera parecía que le preocupara un poco la situación o lo que sucedería más adelante. Recordé las palabras de Cedwick acerca de la familia de Ospan. Acaso las experiencias cambian a las personas? Hasta qué punto ésto es posible?
Hace falta mencionar que durante el transcurso de los sucesos que escribo aún no conocía la respuesta, pero aprendería más adelante, por experiencia propia, que aún era un niño.
Llegamos a la cueva un poco antes de caer la noche, y decidimos en conjunto que acampariamos ahí y al amanecer entraríamos. Me pareció lógico, y debo admitir que la idea de entrar a aquel lugar sin preparación y por la noche no me fascinaba.
La entrada en sí misma hacía reconocer lo delicado de la cuestión. Muchos nombres tallados en piedras se encontraban dispersos por aquí y por allá (que imagino serían de personas que no consiguieron salir), había carteles anunciando del peligro, y cada tanto emergía un incómodo sonido desde el interior.
La noche pasó demasiado rápido, y desperté un poco más tarde que el resto. Todos estaban preparándose animosamente y me invadió un sentimiento de culpa, ya que no era consciente del peligro real.
Nadie me despertó, y fue entendible. Cada uno se preparaba para sí mismo, para cuidar su vida y enfrentarse a aquello desconocido.
Yo solamente acomodé mis cosas y tomé mi espada. No podía esperar nada, y la lucha no era mi fortaleza.
No había hablado con nadie en todo el camino ni en la noche, todos parecían demasiado preocupados y no quería ser un estorbo.
En medio de la preparación alguien rompió el silencio.
-No creo que sea bueno ir ahora mismo...
Casi al instante todos estuvieron de acuerdo. Parecían estar esperando que sucediera.
Después de debatir levemente el asunto, concluimos que debíamos entrenar.
Me pareció aún mejor que el plan original, ya que había olvidado casi por completo mi inexperiencia.
La parte más relevante de aquel día (Además de los entrenamientos técnicos y la discusión de algunas estrategias que nos proporcionó Cedwick) fue mi entrenamiento con Nayed.
Intentaré resumirlo lo mejor posible.
En un principio practiqué con algunos ciudadanos menos experimentados, y entrenamos los movimientos básicos para aprender a dominar una espada, hasta que Cedwick me llamó a entrenar con él.
Me enseñó más técnicas y me dio consejos para la batalla. Me hizo practicar con arco y flecha, y resulté ser bastante bueno en aquello.
Habiendo avanzado un poco el sol en el cielo, me dijo que tenía potencial.
- Creo que ya estás listo - Suspiró -
- ¿Listo para qué? - Le respondí.
- Para entrenar con Nayed...
Una extraña sensación me invadió el pecho, y no pude responder nada.
Ella estaba un poco lejos, pero podíamos verla. Mientras Cedwick iba a buscarla, pude verla practicando hábilmente. Sus movimientos eran precisos, perfectos... Con cada corte de su espada, su rizado cabello anaranjado volaba de una manera hipnótica, mezclándose con los árboles y el cielo, creando una inaudible melodía...
Más adelante supe que era descendiente de individuos del norte de la tierra.
Cedwick interrumpió todo aquello, y hoy se lo agradezco.
Hablaron durante un rato, y la incomodidad de Nayed fue notoria en cada vez que me observaba. De mala gana acepto, y se acercó a donde me encontraba.
-No te emociones con esto, solo lo hago porque aprecio a mi abuelo. Empecemos; cuanto antes te acabe, más rápido voy a alejarme de ti.
Sus palabras no me dolían tanto como deberían haberlo hecho.
Empezó de manera feroz, dándome apenas tiempo de protegerme.
- Ser cobarde te es útil, ¿Quién lo diría?
La velocidad de los movimientos no me permitían responder.
- Está bien mirar la espada, pero no es lo único necesario en combate.
Justo después de pronunciar esas palabras me propinó una patada en la pierna derecha que me hizo caer de rodillas.
En ese momento afirme mi espada en mi mano, y pude sentir el característico calor subir por mi brazo, como ya había sucedido antes. Evadí el ataque de su espada, quedando justo a su lado derecho, dándome la oportunidad de avalanzarme hacia ella. La derribé, pero como era de esperar pudo liberarse de inmediato.
El resto del día transcurrió así, con Nayed dominando el entrenamiento y conmigo protegiéndome a excepción de unas pocas oportunidades de contraataque.
A pesar de que la espada no volvió a comportarse de manera extraña, pude entender un poco lo que sucedía con ella. Por alguna razón mis habilidades físicas se incrementaban cuando la piedra en la empuñadura se iluminaba, y no sabía aún cómo activarla.
Al final del día tuve una pequeña conversación con Nayed.
-Fuiste un buen entretenimiento, niño, pero espero no seas un estorbo ahí dentro. Yo me contuve, pero lo que haya ahí dentro no lo hará. - Dijo.
- Gracias por el consejo, yo también me divertí.
- JA! Lo único divertido fue tu constante rostro lleno de temor. "No me mates Nayed" "Devuélveme mi caballo" "No seas tan brusca"
Mi caballo...
- Exactamente eso, me debes un caballo.
- No te debo nada. Suficiente tengo con ver tu cara todos los días.
Volteó y se alejó, dejándome (Nuevamente) sin poder responder.
Descansamos aquella noche.
Por la mañana nos preparamos para entrar a la cueva de inmediato.
En un principio parecía normal. Sólo el sonido de nuestros pasos cortaba el silencio.
Poco a poco nos adentramos, y la salida pareció desvanecerse. La luz de las antorchas apenas alumbraba un poco adelante y detrás nuestro, y luego de caminar un rato comprendimos el nombre del lugar.
La cueva se inundó de gritos, y a su vez grandes luces azules como llamas cubrieron las paredes y el techo. Muchos cayeron al suelo, tomándose la cabeza y gritando. Otros lloraban, y expresaban una angustia inconcebible.
Me di cuenta que a unos los afectaba más que a otros, y a mi en particular me invadieron pensamientos respecto a mi padre, su probable y pronta muerte, y mi culpa respecto a la decisión de dejarlo atrás. Nada de esto fue suficiente para detenerme, pero mi angustia fue mayor al darme cuenta que no había sufrido nada en comparación de aquellas personas. Jamás había conocido el dolor, la tristeza o la ira.
La voz de Cedwick resonó entre sollozos.
- ¡Avanza! Por lo que más quieras, ¡Avanza!
A su lado estaba Ospan, llorando, con las rodillas en el suelo y el rostro apuntando hacia abajo.
Confié en sus palabras de inmediato. No podía negarme ante él.
Corrí sin descanso, hasta que las voces de mis compañeros desaparecieron del entorno.
Al detenerme, un gran círculo de fuego se formó a mi alrededor y de uno de los lados se extendió una doble fila que llegó a una especie de trono que también se encendió. Entonces lo vi. Allí sentado, un monstruo de enormes dimensiones abría los ojos, revelando un brillo estremecedor.
- Al fin... - Murmuró.
El terror se apoderó de mí cuerpo. Lentamente se puso de pie, mientras avanzaba por aquel camino de fuego hacia el círculo donde yo estaba parado, riendo a cada momento de manera más espeluznante. Cuando se posicionó frente a mí, duplicandome en altura, extendió su brazo, el cual se recubrió en llamas del mismo color que las otras.
En ese momento, una flecha golpeó su cabeza, sin hacerle daño alguno.
Detrás mío estaban ellos; todo mi grupo venía corriendo y sin pensarlo se precipitaron a la bestia
- ¡Es él! - Exclamó Ospan
El resto del grupo lanzó un grito y se embraveció.
Cuando Ospan lanzó el primer ataque, Aderubaniyan lo alejó de un golpe, que lo dejó tirado en el suelo apenas moviéndose.
Los demás dudaron, y en ese momento los otros dos grupos aparecieron por costados opuestos.
Aderubaniyan rió, extendió sus brazos a los costados y la cueva se iluminó por completo, revelando un gran espacio circular, que parecía preparado específicamente para una batalla.
El miedo no me permitió pensar en lo que estaba pasando, y los recientemente llegados grupos también corrieron hacia la bestia.
Editado: 16.10.2024