La noche caía sobre el pueblo cuando dejé el cálido abrazo del sauna. Mis pensamientos también se enredaban en las sombras de la cueva y las llamas azules de Aderubaniyan. Aquellos ojos penetrantes seguían atormentando mi mente, y cuando cerraba los míos, las pesadillas se desataban.
En mis sueños, caminaba por el campo de batalla iluminado por las llamas azules. Cuerpos caídos, lamentos ahogados y el eco de la batalla resonaban a mi alrededor. Mis pasos resonaban como los latidos acelerados de mi corazón. Las lágrimas se confundían con el sudor en mi rostro mientras avanzaba hacia la figura imponente de Aderubaniyan. Pero, en lugar de enfrentarme a él, era arrastrado por una sombra que me envolvía como una niebla oscura.
Desperté empapado en sudor y con el corazón galopando en mi pecho. El calor de las llamas y la sensación de impotencia se aferraban a mí incluso en la vigilia. Miré hacia el techo de la posada, preguntándome si las llamas que me quemaban en sueños surgirían de entre las vigas.
La madrugada llegó sin que pudiera conciliar un sueño tranquilo. Decidí salir al bosque, con la esperanza de que la frescura del aire y la quietud de la naturaleza calmarían mi inquieta mente. A medida que me adentraba en la oscuridad del bosque, las sombras de los árboles se mezclaban con mis pensamientos turbios.
Fue allí, en medio de esa calma y confusión, donde la intriga que me atormentaba desde la noche previa se convirtió en una resolución. ¿Podría este Shadow, esta sombra ágil entre los árboles, ser la respuesta a mis pesadillas? Decidí emprender la búsqueda de este ser misterioso, desafiando el bosque oscuro y las sombras que se entretejían en mi mente.
Me adentré en el bosque, guiado por la luz tenue de la luna, los vapores, el frío de la noche que estaba pronta a terminar y la incertidumbre que se cernía sobre mí. Cada susurro del viento resonaba como un eco de la historia de Shadow, y mi espada temblaba en su vaina, ansiosa por encontrar a este ser de la oscuridad.
Sin embargo, Shadow se mantenía esquivo. Mis sentidos se aguzaban, pero la sombra no emergía de entre los árboles.
Durante todo el día me encontré acechando en los caminos, persiguiendo caravanas oculto entre los árboles, observando lugareños que cortaban madera o mujeres que se acercaban al río para lavar su ropa, buscando si, quizás, al encontrarse ellos en una situación peligrosa, el misterioso Shadow aparecería en su rescate. Sin embargo, aún cuando mantenía mi esperanza intacta, el día fue inusual y exageradamente tranquilo. No sucedió absolutamente nada.
Rayaba el ocaso cuando las súplicas de un viajero llegaron a mis oídos.
Me acerqué con rapidez y cautela a la fuente del sonido cuando pude percibir la situación. Un grupo de bandidos estaba revisando una carreta, mientras un hombre entrado en años estaba recostado con el rostro hacia el suelo, con uno de los malhechores amenazándole con una espada. Una tenue luz anaranjada se cernía sobre el escenario, revelando las siluetas atemorizantes que rodeaban al indefenso forastero. La espada, envuelta en mi capa morada, se volvió mi única compañera mientras me acercaba sigilosamente al borde del claro donde se desarrollaba este drama.
Esperé ansioso entre los arbustos. Si la leyenda era cierta, Shadow no podría evitar defender al pobre sujeto.
Los maleantes seguían arrojando las pertenencias del carro al suelo, robando todo cuanto podían, y la figura legendaria seguía sin hacerse presente. Por un período de tiempo que pareció una eternidad, los bandidos hicieron lo que les dió la gana, mientras la pobre víctima del altercado rogaba por ayuda. Cuando parecía que estaban por irse, escuché la fatídica frase:
- "Sin testigos!"
Ya no pude soportarlo. Ansiaba comprobar la veracidad de la leyenda, pero mi determinación eclipsaba cualquier temor que pudiera albergar. Me deslicé entre los matorrales, preparándome para intervenir y liberar al viajero de su tormento. Las historias de Shadow resonaban en mi mente, y no podía comprender su ausencia, pero no podía quedarme observando mientras le quitaban la vida a un inocente.
El viento llevó un susurro hasta mis oídos, las risas crueles de los bandidos mezcladas con las súplicas del viajero. Tomé la espada con firmeza, sintiendo su peso reconfortante y su calor. Avancé con determinación hacia el camino. La primera figura que notó mi presencia se volvió hacia mí, con una expresión de sorpresa que permaneció en su rostro mientras un corte certero lo echaba por tierra.
El enfrentamiento fue breve pero intenso. Los bandidos, desconcertados por mi intervención, intentaron contraatacar, pero la espada parecía tener una voluntad propia nuevamente, danzando entre ellos con movimientos fluidos y sumamente precisos, aún mas de lo que lo eran antes. El viajero, aún asombrado por la inesperada ayuda, observaba mientras los bandidos caían, incapaces de comprender la fuerza que se interponía entre ellos y su presa.
Cuando el último de ellos yacía derrotado, el lugar quedó envuelto en un silencio tenso. Mi aliento agitado rompía la quietud de la noche, y el viajero, agradecido pero aún cauteloso, se acercó con precaución.
- ¿Quién eres, guardián nocturno? - preguntó, con una mezcla de asombro y gratitud en sus ojos.
- No soy un guardián ni un héroe. Solo soy alguien que no pudo ignorar la injusticia -respondí, oculto tras la capa morada que ondeaba con la brisa nocturna.
El viajero asintió, reconociendo la verdad en mis palabras.
- Soy Hal'el, un mercader que ha viajado a través de estas tierras tratando de comerciar y vivir en paz. No esperaba encontrarme con tal peligro en mi camino, pero gracias a ti y a tu espada, con su brillo... -dijo, mirando mi mano y el desorden dejado por la confrontación.
Solo dejé salir un suspiro. Acababa de comprender que había arrebatado vidas humanas por primera vez, y el temblor de mis piernas lo hacía notar.
Editado: 16.10.2024