Intentando recomponernos de la sorpresa, pudimos escuchar estruendos cercanos de una batalla aguerrida. El conflicto se desarrollaba entre el ejército numeroso y violento de Turkmon y los soldados más reducidos pero notablemente más organizados de Bisnabi.
Desde pequeño mi madre me leía historias de este impresionante reino; de sus victorias y su progreso intelectual, así como la riqueza de sus mercados. Había crecido añorando verlo con mis propios ojos, y desde que mi vida comenzó a ser caótica por la espada y la leyenda de Shadow, esta ciudad era mi única fuente de esperanza, por lo que al ver que sus hombres se hallaban en tan delicada situación, sentimos la obligación de intervenir. Nos acercamos al que parecía comandar el ejército de Bisnabi, y preguntamos en qué podíamos ayudar. Con menosprecio (Porque es importante recordar que tanto Adrianion como yo no éramos considerados adultos y parecíamos de la misma edad, a pesar de ser él algunos años mas joven), nos dijo que hiciéramos lo que nos pareciera conveniente.
Adrianion optó por mantenerse alejado del frente, temiendo no ser tan habilidoso, enfrentándose a los soldados dispersos y desorganizados, mientras que yo me dirigí hacia el grupo de contención (decidido a no usar la espada mágica) y combatir junto a los soldados que flanqueaban a los atacantes. Juntos, junto con el ejército de Bisnabi, logramos empujar al enemigo a la retirada sin muchas complicaciones. Rápidamente me reuní con mi colega, que no había sufrido heridas, y mientras aún charlábamos sobre lo sucedido, el comandante se acercó a nosotros sorprendido por nuestra valentía, preguntando nuestros nombres y el motivo de nuestra llegada. Le informamos brevemente que estábamos de camino a su reino, y que esperábamos poder acompañarlos.
Les ayudamos con los preparativos para regresar a la ciudad, y se nos comunicó que se nos presentaría ante el rey. Al atravesar los muros exteriores, me vi maravillado por el lugar, que superaba todo con lo que había soñado. Grandes carretas llenas de bienes se movían por las calles, la gente parecía animada y saludable, y gran parte de las carreteras estaban empedradas y limpias. Recordé por un momento mi primera vez en la aldea donde conocí a Nayed y Cedwick, y me pregunté si tal vez me estaba dejando llevar por la emoción, ignorando los problemas reales.
De todas maneras, no vi nada negativo en ese momento, y un gran alivio recorría mi cuerpo al pensar que había encontrado un lugar seguro para esconder el poderoso artefacto que portaba. Mi nuevo dilema sería si confiar en las autoridades locales o esconderla por mis propios medios.
Pronto estuvimos en el palacio, tan imponente y majestuoso como podría haber imaginado. Los guardias reales parecían ignorar nuestra presencia mientras el general nos escoltaba a la sala principal. No había pared libre de adornos, y los altos techos parecían no tener fin. Cuando superé mi asombro, nos encontrábamos frente a unas grandes puertas de madera oscura, que pronto se abrieron revelando una habitación aún mas asombrosa que el resto del lugar.
— Ah! Pasen, pasen!
Aunque no se nos presentó, reconocí al rey de inmediato. Su imponencia no pasaba desapercibida. Rápidamente se aproximó a nosotros.
— Nieto de Erlon, príncipe de Peryani ¡Qué honor contar con su presencia! Se me informó que venía a mi encuentro, pero esperaba... Mejor comitiva.
— Es un placer, excelentísimo — dijo Adrianion con una leve reverencia que intenté imitar.
El rey tomó mi mano bruscamente, tras lo que continuó dirigiéndose principalmente a mi compañero. En todo momento, los gestos del monarca eran bruscos, recorría el salón y movía sus brazos constantemente al hablar.
— Aunque complacido con su visita, me intrigan sus motivaciones... ¿Qué les trae por aquí?¿Cómo puedo servirles? — Decía mientras nos invita a sentarnos a una gran mesa
— Oh, alteza ¿En qué podemos ayudarle nosotros a usted? No tenemos otra intención mas que serle de utilidad.
El rey pensó por un momento.
— Bueno... Estoy teniendo algunos problemas con rebeldes en el reino... — suspiró mientras tomaba asiento.
— ¿Qué tipo de problemas exactamente? — indagué.
— Pues han atentado contra mi vida, y a mi amado pueblo lo han sumido en el caos... — Lamentaba cubriéndose el rostro.
— ¡¿Y qué podemos hacer?! — Dijo Adrianion golpeando la mesa.
Lo conocía bien, y pude notar que la situación le había exaltado y motivado, por lo que intenté intervenir para aliviar su impulsividad.
— Claro... ¿Qué podríamos hacer que usted no pueda?
— Ah... Como sabio soberano sé que no puedo mandar a mi ejército a darles caza; Y ordenar pesquisas en cada hogar socavaría mi imagen y acabaría con la armonía y paz con la que vivimos. Temo que la solución sea peor que el problema, por lo que estoy en una encrucijada...
— Tiene razón, nosotros los encontraremos. ¿Dónde podemos empezar a buscar?
Adrianion se veía muy seguro de sí mismo, y hasta parecía inundado de soberbia.
Tras pensarlo por unos momentos, el rey tomó un mapa de unas estanterías cercanas y lo extendió sobre la mesa, marcando los puntos donde habían ocurrido los conflictos principales y algunas ubicaciones sospechosas.
Mientras hablábamos, los consejeros presentes se observaban y murmuraban. El patrón en el mapa fue evidente casi al instante, y decidimos hacer algunos planes para buscar información entre el pueblo, aunque el gobernante estaba un poco reticente.
Una vez en el sitio, decidí alegar a experiencias pasadas y le sugerí a Adrianion que preguntásemos en los mercados, dado que la información se mueve bastante por esos lugares.
No nos costó mucho dar con algunos individuos que, por rumores o por certezas, nos comentaron que dos colaboradores del rey estaban involucrados, y que se reunirían con los rebeldes en un bar de las afueras. Allí decidimos que Adrianion intentaría ser parte de dicha reunión, mientras yo me juntaría con el rey para contarle de nuestros avances.
Editado: 16.10.2024