Crónicas de una travesía inesperada

Prisionero - Segunda Parte

El aire húmedo de la celda se volvía cada vez mas pesado, mientras se inundaba con el hedor de los restos del que una vez había sido mi aliado.
Si bien había intentado alejar aquello en una esquina del lugar, el reducido espacio hacía inevitable que lo viera de vez en cuando.

Tenía temblores constantes; ya no se si de frío o por las emociones acumuladas. El anciano había permanecido en silencio durante bastante tiempo luego de aquel espantoso evento, pero le sentía observarme desde la penumbra. Lo único de lo que estaba seguro, es que no podía quedarme allí esperando la muerte. No sería un esclavo de este destino.

Así como hice antes. Agregaré algunas de nuestras conversaciones.

- ¿Sigue siendo positivo? ¿Sigue pensando que hay alguna esperanza? - dije, rompiendo el silencio que había parecido eterno

- Nadie puede arrebatarme la esperanza. Es algo que solo yo puedo elegir ceder.

- Ya cállese. Si no fuera por nuestro confinamiento, hace tiempo me habría alejado de usted.

- Mientes. - replicó él de manera brusca - Aún si fuera posible, no te alejarías de mi, porque no tienes idea de lo que quieres.

- Vamos... ¿De qué está hablando ahora?

- De la pregunta con la que inicié hace tiempo. ¿Qué esperas lograr ahora que estás aquí?

- No hagamos esto de nuevo... - suspiré al borde de la ira

- ¡Anda, responde! Si pudieras hacer cualquier cosa en este momento, ¿Qué harías?

- Le devolvería al rey lo que hizo con Laconio.

Debo admitir ahora, que en ese momento no me reconocí

- ¡No, no y no! No vivas la vida que otro ha elegido para ti. - era la primera vez que sonaba enfadado. - Aunque el gallo muera, no por eso dejara de amanecer.

- Pero al menos pagará por todo lo que ha hecho...

- Si de verdad le quieres muerto, ¿Por qué bebes tú el veneno?

No lo comprendí de inmediato, pero luego del mi silencio, el anciano continuó:

- El odio es un veneno que consume. Al odiar, el odio solo te llena a ti.

Recordé las líneas de mi brazo...

- Supongo que quisiste ser un héroe ¿Qué te ha motivado?¿Por qué has cargado contra tus enemigos? - prosiguió

- El odio... - respondí - Siempre ha sido el odio que me causaba que dañaran a quienes quería.

- Ahí está. Eso es lo que no te deja avanzar.

- ¿Y qué sugiere usted que haga?

- Alguien dijo una vez "Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón". Dime, pequeño, ¿Dónde está tu tesoro? ¿Dónde está tu corazón?

- En proteger a quienes amo, supongo.

- Bien, entonces concéntrate en ellos, y no en el daño que quieres causar.

Con el tiempo comprendía mas y mas las palabras del anciano, y entendía al fin el poder de la espada... Mi padre me había dicho que me sería de utilidad; ¿por qué habría de hacerme daño?
No quiero extenderme demasiado con las conversaciones que tuvimos, pero las palabras de aquel hombre resuenan hasta el día de hoy en mi mente, y seguramente agregue mas de ellas en el transcurso de mi relato.

La parte mas importante de ese período, comenzó como de costumbre, con hombres armados llegando a la puerta, escupiendo groserías y arrojando lo que decía ser comida al suelo frente a nosotros. Sin embargo, apenas hubieron girado la llave, el principal de ellos lanzó un gran gemido.

Luego de eso, solo hubo sonidos metálicos, gritos y un gran silencio.
El leve brillo de una antorcha asomó por la puerta, y pude distinguir una figura relativamente delgada que nos buscaba con premura.

- ¡No tardarán mucho! ¡Sígueme!

Por unos instantes, me pareció incomprensible.
Con dificultad pero con rapidez me levante de entre las rocas, y estando en el umbral de la libertad, me volví hacia mi compañero.

- ¿Qué espera? ¡Es nuestra única oportunidad!

- Ve tú, yo aquí me quedaré.

- ¡No puede decirme eso! - exclamé con dolor - Luego de todo lo que hemos pasado...

- Precisamente por eso deberías entenderlo. Yo elijo quedarme, y no puedes arrebatarme esta libertad. ¡Ve! ¡No olvides lo que has aprendido!

- ¡Ya muévete! - insistía quien me rescataba

En aquella prisión, dejé una parte de mi corazón. Conociéndole lo suficiente, sabía que no tendría ningún sentido intentar convencerle de salir de allí, por lo que corrí tras los pasos de aquella figura.

Mientras me movía a tientas por los húmedos pasillos de aquel nefasto lugar, confundido aún por lo que acababa de suceder (o por la mala alimentación que había recibido, quizás) oí la voz de aquel extraño anciano una vez mas, que diciendo mi nombre, el cual nunca le había mencionado, susurraba como de las paredes:

- Tu nombre está escrito en algo mas grande que una simple venganza.

A cada paso que daba, el eco de la voz del anciano resonaba en mi mente llenándome de confusión, como si sus palabras hubieran dejado cicatrices invisibles. Aún lleno de preguntas, no podía detenerme. El frío no era solo físico, sino también emocional, una corriente helada que me recordaba las pérdidas y el vacío que, poco a poco, me devoraba. A pesar de ello, una chispa de determinación ardía dentro de mí. No podía dejar que el odio me consumiera, pero tampoco podía ignorar mis pesares, quemando como un fuego que me impulsaba a seguir. Estaba atrapado entre la rabia y la necesidad de proteger lo poco que quedaba de mí, lo que quedaba de los que amaba.
El suelo bajo mis pies parecía desmoronarse con cada paso, pero, por alguna razón, aún lograba seguir adelante, siguiendo a aquel ser misterioso que sin mediar palabra corría por los pasillos como si los conociera de memoria. Quizás fuera la esperanza, o simplemente la obstinación de un hombre que ya no tenía nada que perder. Pero en lo profundo de mi ser, sabía que algo más grande estaba por venir, y me encontraba en un punto determinante de mi vida. Algo que me forzaría a elegir, no entre el perdón y la venganza, sino entre la verdad y la lealtad.



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En el texto hay: accion, aventura, fantastico

Editado: 21.12.2024

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