Crónicas del abismo: La hechicera prohibida

Capítulo 9

El aire afuera del colegio todavía estaba cargado, como si la realidad hubiese quedado astillada después de lo que había ocurrido. Los estudiantes salían en grupos, riendo, hablando, completamente ajenos al hecho de que, frente a las rejas oxidadas del patio, el mundo de Alina acababa de romperse.

Ella seguía respirando entrecortado, con las manos temblorosas y la espalda pegada al pecho de Kaelion. No sabía cuándo él había dado un paso hacia adelante para ponerse entre ella y eso, ni en qué momento su cuerpo había decidido que él era el único punto estable en medio del caos. Solo recordaba el sonido. No, más que un sonido: un desgarrón, como si la luz hubiese perdido su forma y tratara de convertirse en algo vivo.

Y después…
Esa cosa.
Esa sombra sin borde definido.
Ese “no-ser” que parecía mirar sin ojos.

—Respira —murmuró Kaelion.

Su voz era baja, grave, casi áspera. Como si recién saliera de contener un poder demasiado grande.

Alina lo miró. Los ojos grises claros de él brillaban con una intensidad extraña, como si hubieran absorbido la tormenta. Sentía que en cualquier otra circunstancia se habría perdido en ellos, pero no ahora. Ahora había demasiadas preguntas quemándole la garganta.

—¿Qué… qué fue eso? —logró decir. Su voz era apenas un hilo, pero contenía suficiente pánico como para quebrar a alguien menos firme que él.

Kaelion la sostuvo de los hombros, inclinándose un poco para quedar a su altura.
—No deberías haber visto algo así —dijo con una sinceridad inquietante.

—Pero lo vi. Estaba atrás mío, Kaelion. Estaba… estaba tratando de—
Su voz se quebró.

Él apretó la mandíbula.
Un gesto diminuto, pero que delataba que también estaba afectado.

—No te iba a dejar sola —respondió. No era una explicación. Era un hecho. Un juramento. Algo demasiado intenso para alguien que, en teoría, ella apenas conocía.
Pero él lo dijo como si siempre hubiese sido su responsabilidad.

Alina apartó la mirada un segundo para intentar ordenar sus pensamientos. Estaban junto a uno de los laterales del colegio, donde las paredes estaban cubiertas de grafitis y la luz del sol se filtraba en líneas oblicuas entre los árboles. La normalidad era casi ofensiva.

—Kaelion… —dijo ella con un hilo de voz, volviendo a mirarlo—. Necesito que me digas la verdad. ¿Qué era eso?

Él bajó la vista apenas, como si buscara las palabras exactas. Sus dedos, cubiertos de tatuajes que se extendían hasta los nudillos, se cerraron y abrieron en un gesto de tensión. Sus manos siempre parecían cargadas con algo más que tinta: con energía, con historia.

—Fue un desgarro —dijo finalmente—. Un cruce. Una falla entre lo que debería existir… y lo que no.

Alina parpadeó.
—No entiendo.

Kaelion exhaló, como si hubiera esperado esa respuesta.

—No espero que lo entiendas todavía —dijo—. Pero esa cosa no debía estar acá. No pertenece a este plano.

El corazón de Alina se aceleró.
—¿Entonces… no era humano?

Él negó con la cabeza.
—Ni siquiera era una criatura. Era un fragmento contaminado. Algo atraído por… —se detuvo. La palabra quedó suspendida entre ellos.

Por mí, pensó ella inmediatamente. Lo sintió con una claridad dolorosa.

—¿Por qué me estaba siguiendo? —preguntó, sintiendo un nudo formarse en el estómago—. ¿Qué tiene que ver conmigo?

Kaelion la miró más intensamente de lo que alguien debería mirar a una persona que conoció hacía dos días.
Era una mirada que sabía más. Una que había visto más.
Una que la reconoce de una forma imposible.

—No lo sé con exactitud —mintió. Ella lo supo de inmediato—. Pero sí sé que no fue una coincidencia.

Alina sintió un leve mareo.
—Entonces… ¿es por lo que pasó ayer? ¿Por lo que sentí? ¿Por… por vos?

Él frunció el ceño, como si aquel “por vos” hubiese golpeado algo que intentaba mantener sellado.

—No —dijo, casi en un susurro—. No es por mí.

Alina tragó saliva.

—Dame una respuesta real —exigió de pronto, sorprendida por su propio tono.

Kaelion elevó una ceja, pero no retrocedió.
Parecía… orgulloso. Como si la valentía de ella fuera algo que no había visto en mucho tiempo.

—Lo que viste es un síntoma —explicó—. Algo está abriéndose. Algo que había estado dormido. Y cuando algo así despierta… atrae a cosas que sienten la grieta.

Una corriente fría recorrió la columna de Alina.
—¿Qué cosa está despertando?

Él guardó silencio.
Un silencio largo.
Pesado.

—Vos —respondió finalmente.

Ella sintió que el mundo se detenía.

—Yo… ¿qué?

Kaelion acercó una mano a su rostro pero no llegó a tocarla; la dejó suspendida a pocos centímetros, como si no quisiera cruzar un límite.

—Alina… hay algo dentro de vos —dijo con voz baja—. Algo que estuvo dormido durante años. Algo que se… fracturó hoy. Y esa fractura llama a lo que no debería existir.

Ella retrocedió un paso, temblando.
—No puede ser. Yo soy… solo soy yo. No hay nada especial. Nada raro. No hay nada que—

—Te escuché gritar sin sonidos —interrumpió él suavemente—. Sentí tu miedo antes de que lo expresaras. Y cuando pensaste en mí, supe exactamente dónde estabas.

Alina abrió los ojos de par en par.
—¿Cómo…?

Él bajó la mano finalmente.
—Porque hay un lazo —dijo—. Uno que no debería existir tampoco… pero existe.

Ella dio un paso hacia él sin darse cuenta.
Fue como si el pánico la empujara, como si su cuerpo buscara una explicación incluso cuando su mente quería huir.

—Quiero saber la verdad —susurró—. Toda.

Kaelion la observó largo rato, con una mezcla de tormenta y calma en el rostro.

—No puedo dártela. Todavía. —Sus palabras fueron un tendón tirante—. Si supieras demasiado ahora, solo atraerías más de eso.

—Pero ya lo atraje igual —respondió ella con un hilo de desesperación.

Y esa frase lo quebró un poco.
Solo un poco, lo suficiente para que él dejara escapar un suspiro que parecía llevar años de peso.



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En el texto hay: vampiros, lobos, hechiceros

Editado: 13.12.2025

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