Crónicas del abismo: La hechicera prohibida

Capítulo 14

El silencio en la casa de Kaelion se volvió casi un tejido, una manta pesada que se extendía desde las paredes hasta la piel de Alina. Todavía sentía el eco de su propia respiración acelerada, todavía escuchaba el temblor en la voz de él al pronunciar ese nombre —Nyxara—, un nombre que parecía querer encajar bajo su piel, pero que a la vez rechazaba con todas sus fuerzas.

Era como una palabra viva.

Una palabra que la miraba de frente.

Una palabra que ella no estaba lista para sostener.

Kaelion caminó hacia la cocina con pasos lentos, medidos, como quien intenta no alterar un hechizo delicado. La casa estaba en silencio, salvo por el leve crujido de madera vieja y el murmullo lejano de tráfico nocturno que apenas entraba por los ventanales altos.

—Voy a preparar té —dijo finalmente, sin girarse a verla.

Su voz era baja, tensa… casi culpable.

Alina no respondió. No sabía cómo hacerlo. No sabía si quería llorar, gritarle o abrazar la parte de él que parecía tan rota.

Se sentó en el sillón del living —uno amplio, gris oscuro, cubierto por una manta hecha a mano— y dejó que sus manos temblorosas descansaran sobre sus rodillas.

Su mente seguía atrapada en un único pensamiento:

Nyxara.
No soy Nyxara.
No puedo serlo.

Sentía como si su identidad entera hubiera sido arrojada contra un espejo y ahora mirara miles de fragmentos que no encajaban.

Desde la cocina, Kaelion hablaba con la tetera como si fuera un artefacto peligroso.

—No… no, todavía no —murmuraba en voz baja—. Calentá, pero no hiervas. Si hervís se arruina el sabor y Alina me mata.

Ella frunció el ceño.

—¿Le estás hablando a la tetera?

Kaelion asomó medio torso por la entrada de la cocina, levantando una ceja.

—No quiero incendiar la casa —respondió con una seriedad ridícula.

Alina parpadeó… y soltó una risa tan pequeña que apenas fue sonido.

Kaelion la observó desde la distancia, como si ese gesto fuera un milagro frágil.

Un par de minutos después, volvió cargando dos tazas. Una negra completamente lisa y otra…

Alina pestañeó.

—¿Acaso… esa…? —señaló la taza blanca con un gatito sonriente en el frente.

Kaelion evitó su mirada mientras colocaba una bandeja en la mesa baja.

—Es la taza más adecuada para tu estado emocional —dijo muy serio.

—¿La de un gatito feliz?

—Tiene un efecto terapéutico científicamente comprobado. O… bueno, mágicamente comprobado. Lo mismo.

Alina tomó la taza, sintiendo el calor reconfortante en las manos. Era un calor real, pero también parecía… extraño. Como si la calidez se extendiera más profundo de lo normal, bajando por su pecho, aflojando una presión que no sabía que estaba sosteniendo.

—¿Esto tiene magia? —preguntó ella, levantando una ceja.

Kaelion se sentó a su lado, a una prudente distancia, y tomó un sorbo de su propio té.

—Absolutamente no.

—Eso quiere decir que sí.

—Sí —cedió él, suspirando—. Pero es magia suave. No te va a transformar en un gato ni nada.

—Bueno, gracias por la aclaración —bufó Alina.

Él sonrió, apenas, una de esas sonrisas que se forman con esfuerzo. El tipo de sonrisa que parece pedir disculpas sin decir “perdón”.

---

Bebieron en silencio durante un rato. Un silencio extraño, espeso, pero no agresivo. Más bien… expectante.

Hasta que Alina habló.

—No puedo ser… eso. Lo que dijiste. Ese nombre —sus dedos apretaron la taza del gatito—. Nyxara. No siento que sea mío.

Kaelion giró el rostro hacia ella, su expresión mezclando paciencia, tormento y un cansancio que no parecía de este mundo.

—Es normal que no lo sientas —respondió con calma—. Te ocultaron desde el primer segundo de tu vida. Suprimir un linaje como el tuyo requería… mucho. Mucho más de lo que debería haber sido necesario.

Ella tragó saliva.

—Decís “suprimir” como si yo fuera… ¿un incendio? ¿Una enfermedad?

—Como una tormenta —corrigió Kaelion, suavemente—. Una tormenta que si aparece sin control puede romperlo todo… pero una que, si aprende a escucharse, puede guiar a otros.

Alina no sabía si eso la hacía sentir mejor o peor.

Kaelion apoyó la espalda en el sillón, exhalando hondo.

—Los Nocthara no son un linaje cualquiera —comenzó, sin dramatismo, casi con dolor—. Son raros, antiguos. No funcionan como los demás clanes. No siguen reglas, no responden a jerarquías. Su magia… no es magia común. Es más… como un eco del Velo, una extensión del mundo que existe detrás del nuestro.

Alina frunció el ceño.

—¿Y esperás que eso tenga sentido para mí?

—No —admitió él, bajando la mirada—. Pero prefiero que lo escuches de mí antes que de alguien que quiera usarlo en tu contra.

Ella lo miró largo rato, intentando descifrarlo.

—Kael… —probó, por primera vez usando el diminutivo.

Él levantó el rostro de inmediato, como si la palabra tuviera algún tipo de poder sobre él.

—Soy yo —le dijo, como si ella dudara.

Alina lo observó. Ese “soy yo” no era sarcasmo. Ni humor. Ni arrogancia.

Era… alivio.

Como si la estuviera esperando desde hacía años.

Ella carraspeó, retomando su fuerza.

—Decime entonces… ¿qué son los Nocthara exactamente? ¿Qué soy yo?

Kaelion tardó demasiado en responder. Y ese silencio fue una respuesta en sí misma.

Alina sintió un pinchazo de irritación mezclado con miedo.

—¡Decímelo!

Kaelion cerró los ojos un instante, ordenando las palabras como quien desarma una bomba.

—Los Nocthara —empezó, lentamente— son la única línea capaz de sentir el Velo sin intermediarios. Sin rituales, sin entrenamiento. Lo perciben como un sentido más. Como vos percibís el calor del té.

Alina bajó la mirada a su taza y la alejó del rostro rápidamente.

—No está caliente —dijo con extrañeza.

—Lo sé —respondió Kaelion—. Pero lo sentiste igual. Sentiste su energía. Como… si escucharas algo que no fue dicho.



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En el texto hay: vampiros, lobos, hechiceros

Editado: 13.12.2025

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