Antes de que los clanes existieran como se conocen hoy…
Antes de que el Consejo tuviera leyes, sellos o jerarquías…
Antes incluso de que los vampiros dominaran la noche y los magos del pacto levantaran sus primeras runas de sangre…
Existió un clan del que todos tomaron algo y al que, con el tiempo, todos temieron.
Los Nocthara.
Los Nocthara no eran un clan de sangre:
eran un linaje marcado por la Luna Interior, la energía primordial que existía entre mundos.
Aparecían solo cuando la magia liminal lo decidía.
Nunca más de siete o diez vivos al mismo tiempo.
Eran humanos transformados por el Toque de la Noche Primordial.
Una energía que no respondía a las reglas de ningún otro clan:
La energía que les daba nombre era:
Nocthara — la magia que vive entre las sombras y la luz.
No oscuridad.
No luminosidad.
Frontera. Equilibrio forzado. Puente.
Por eso se les llamó guardianes de los velos.
Vivían en aldeas pequeñas, cerca de bosques profundos o montañas donde la realidad se adelgazaba.
Eran observadores.
Sanadores.
Guías.
Pero también portadores de un poder que ningún clan podía controlar.
No tenían jerarquías tradicionales.
Vivían en pequeños círculos donde cada miembro cumplía un rol:
Celebraban el Despertar, un ritual único en la vida.
Quien despertaba veía las memorias de todos los portadores antes que él.
Fue el ritual que Nyxara jamás llegó a completar.
Los clanes comenzaron a temerlos por tres razones:
Podían ver futuros posibles.
No profecías lineales, sino posibilidades.
A los líderes les molestaba que sus advertencias nunca fueran absolutas.
La energía nocthara deshilachaba:
Para cada uno, esto significaba una amenaza distinta:
Existía una profecía antigua repetida en susurros por varios clanes:
“Cuando la Luna Interior elija a su Heredera,
la armonía será quebrada,
y el poder que habita entre mundos
hará caer a los soberbios.”
Creían que ese quiebre significaba destrucción.
Nunca imaginaron que hablaba de transformación.
El hogar de los Nocthara era el Valle de la Luna Rota, protegido por magia liminal.
El cielo allí parecía siempre ligeramente distinto.
Sus casas eran de piedra pálida y madera oscura.
Usaban luces plasmáticas de magia nocthara.
Cultivaban plantas imposibles.
Sus armas eran únicas:
Eran un pueblo contemplativo, artístico, ritualista.
Bailaban bajo eclipses.
Recordaban en círculo.
Compartían memoria.
Los masacraron porque su poder crecía.
Porque el linaje despertaba con más fuerza cada generación.
Y porque nació una niña con un potencial inimaginable:
Nyxara.
La Heredera.
La Tejedora Suprema.
Desde su nacimiento, los clanes sintieron la alteración:
Pidieron estudiar a la niña.
Los Nocthara se negaron.
Ahí nació el miedo.
A los cinco años de Nyxara, un eclipse anómalo provocó: