Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 02. El Botín del Pillaje

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 02
EL BOTÍN DEL PILLAJE

El Fénix del Mar se encontraba alegre esa mañana tras un atraco bien realizado. Tomaron el barco, se llevaron lo que iban a buscar, y se fueron; todo sin rastro alguno de la Guardia Naval. Simple y sencillo; de hecho más simple y sencillo de lo que podrían esperar. Como fuera, una vez que estuvieron a una distancia segura, escondidos entre la densa neblina, pudieron al fin relajarse y la tripulación entera se reunió en el comedor del barco para disfrutar de un merecido desayuno.

El comedor era un cuarto rectangular y alargado que conectaba con la cocina del lado derecho. Tenía dos mesas alargadas paralelas entre sí para el uso de los tripulantes, y una más pequeña perpendicular a las otras dos y colocada casi al fondo del cuarto, reservada para el Capitán Jude, el Primer Oficial Henry y el señor Lloyd, aunque éste último casi no usaba dicha silla. En el muro detrás de esa mesa de honor, estaban colgadas dos banderas de tamaño considerable: la primera, la de fondo negro con la luna y las alas, igual a la que ondeaba en el mástil principal. La segunda, una bandera de fondo blanco con marco dorado, una rosa roja en el centro y una espada de hoja delgada colocada en vertical, como si atravesara la rosa. El diseño de ésta última era mucho más detallado y colorido que la otra.

Se oía mucho ruido y murmullos, pues los veinticuatro miembros de la tripulación se encontraban sentados, distribuidos en las tres mesas, bebiendo de sus tarros aunque fuera tan temprano, y comiendo alegremente conforme les entregaban sus platos. Charlaban entre ellos, algunos incluso cantaban, y otros más se burlaban de sus últimas víctimas con bastante jactancia.

Bien, en realidad eran veintitrés los que estaban sentados, pues la número veinticuatro de nombre Kristy, la más joven del sitio hasta el momento, era la encargada de ir y venir del comedor a la cocina lo más pronto que sus delgadas piernas le permitían, cargando tarros y platos de cerveza de cinco en cinco, o uno más si le era posible. La pequeña jovencita era ágil para abrirse paso entre la gente, y astuta para recordar exactamente cómo cada uno de ellos quería su platillo. Hacer eso, y muchas cosas más, era parte de su trabajo como Jefa de Cocina y Limpieza del Fénix del Mar; un puesto que sonaba mucho más glamuroso de lo que realmente era, pues era la única que se encargaba de ambas cosas en ese lugar.

—Aquí tienen —murmuraba con apuro mientras les entregaba a cada uno de los  faltantes de una mesa su respectivo platillo—. Con pimienta, y sin picante. Con picante y sin pimienta. Con mucha pimienta y mucho picante. Y con un poco de ambas para el señor Luchior…

—Gracias, Kristy —agradeció Luchior, el mismo hombre de cabello verde y cicatriz de cruz en la mejilla que había sido parte del ataque más temprano, cuando la chica colocó el platillo delante de él. No la volteó a ver, sólo al platillo pues se encontraba en esos momentos un tanto distraído, hablando con otro grupo de hombres sobre lo que habían hecho, mientras balanceaba sutilmente un afilado cuchillos sobre la mesa apoyado en la punta de su hoja—. Se veía que casi todos eran un grupo de novatos. ¿No vieron cómo lloriquearon con el espectáculo que les dio el capitán?; qué patéticos. Deberían contratar a hombres de verdad para proteger sus barcos.

—Eso nos haría más difícil el robarlos —comentó uno de los otros.

—O quizás nosotros podríamos ofrecernos para protegerlos —comentó con ironía otro más—. Si nosotros somos los únicos que los robamos, podrían pagarnos para que no lo hiciéramos.

—Hey, cuidado con esas ideas millonarias, amigo mío —señaló Luchior con una sonrisa burlona, señalando con su cuchillo al hombre que había hablado—. Te puedes lastimar si tienes tantas seguidas.

Todo ese pequeño grupo de seis hombres rio discretamente.

Kristy los dejó atrás y siguió andando hasta la punta de la mesa izquierda, para entregar el último platillo.

—Aquí tiene, doctora Melina —murmuró con la última pizca de entusiasmo que le quedaba tras colocar con cuidado el plato en la mesa—. Hice panqueques para usted de la mezcla que hice para el capitán, porque sé que son sus favoritos. Pero ya se nos acabaron las fresas, lo siento.

—Oh, descuida querida —le agradeció con una amplia sonrisa la mujer de cabello castaño y ojos verde pasto, mirándola animosamente sobre su hombro. Desde su peinado bien arreglado, recogido en una corta cola de caballo, su rostro limpio, al igual que sus ropas pulcras, definitivamente era una persona que resaltaba bastante del resto de aquellos que estaban sentados con ella. Aun así, parecía bastante cómoda—. Pero deberías ya sentarte a comer tú, anda… —Se recorrió un poco hacia un lado, y tanteo el espacio libre en la banca con una mano, invitándola a sentarse.

—Ya voy, en un segundo…

Kristy tomó con ambas manos su delantal blanco, ya en esos momentos algo manchado de polvo y aceite por igual, y lo usó para limpiarse el sudor de su frente lo más posible.

—¡Kristy! —Gritó con ímpetu uno de los tripulantes, desde la otra mesa, al tiempo que alzaba su tarro al aire—. ¡Más cerveza por aquí, por favor!

—¡Ya voy!, ¡ya voy! —Exclamó la jovencita con rapidez, y de inmediato giró su atención hacia la mesa principal—. ¡Oficial Henry!, enserio me vendría bien algo de ayuda. La tripulación crece, y yo sigo trabajando sola en la cocina.



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En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

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