Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 05. Ataque Sorpresa

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 05
ATAQUE SORPRESA

Caída la noche, todo en la mansión se quedó muy tranquilo. Los señores y su invitado de honor ya se encontraban en sus camas, así como la mayoría de la servidumbre; sólo unos cuantos seguían despiertos para cualquier cosa que se ocupara, y para cuidar que todo estuviera bien. Justo esa noche le tocaba a Day Barlton dichas tareas, pero nadie pudo encontrarla. Anita se preocupó, pero los demás no parecieron del todo sorprendidos, y muchos murmuraban que de seguro al fin había cumplido su amenaza y había huido; otros suponían que sólo se había escapado al pueblo para evitar sus obligaciones unas horas y ya volvería. Para bien o para mal, Elena tuvo que reemplazarla, y eso no le producía ninguna satisfacción.

La señora McClay estaba furiosa y en cuanto la viera pensaba ponerla en su lugar, aunque dicho lugar fuera directo en la calle. La jefa de servidumbre no tenía forma de adivinar que dicho regaño nunca sería dado, ya que era probable que nunca más volviera a ver a Day Barlton.

Una parte considerable de los guardias del gobernador seguían también despiertos, más los guardias del regente. Se habían arreglado para recorrer la propiedad y vigilar en espera de cualquier percance. Y aunque en realidad todo parecía indicar que sería una noche tranquila, pronto se enterarían de que no sería así.

Desde la colina, el pequeño grupo de piratas observaba hacia la casa, oculto entre las sombras. Las luces de las linternas de aceite que llevaban los guardias se movían por los jardines, como si fueran luciérnagas danzando al ritmo de alguna sinfonía. Parecían ser alrededor de quince luces individuales, por lo que podían suponer que había al menos esa cantidad de guardias patrullando el exterior. A esos habría que sumarles los que de seguro se encontraban haciendo lo mismo en el interior.

—¿Alguien me quiere repetir qué parte de esto es una buena idea? —murmuró Roman con marcada desconfianza—. Hasta yo puedo ver que esto es bastante estúpido.

—¡Silencio, Joe! —exclamó con fuerza el Capitán Carmesí, mientras miraba con su catalejo hacia la mansión y sobre todo la forma en la que los guardias se movían—. Nada de esto es estúpido; es brillante. La vida nos dio limones, ¡y nosotros se los arrojaremos directo en la cara a la aristocracia de Kalisma!

—Ah… hasta yo sé que esa frase no iba así…

Luego de llevar el plan del capitán al barco, Henry se había encontrado con algunas renuencias de parte de varios de los tripulantes, algo que le resultaba más que esperable. Sin embargo, usando su don de habla, y sobre todo su carisma, se las había arreglado para convencer al menos a la mayoría.

De entre todas las múltiples tareas que el primer oficial tenía que desempeñar en el Fénix del Mar, la más importante sin lugar a duda era la de traducir las “brillantes” ideas del capitán, en ideas remotamente coherentes que la tripulación pudiera digerir y aceptar mejor. Con el pasar de los años había curtido dicha habilidad con bastante eficacia.

No toda la tripulación era requerida para ese golpe, pero sí algunos elementos claves. En esa colina se encontraban, además de Jude y Henry, la contramaestre Shui, Luchior, Roman, Lloyd, Connor y tres hombres más; diez en total. ¿Serían acaso suficientes? Ciertamente no bastaban para hacer un ataque directo contra la cantidad de guardias que estaban estimando, incluso aunque fuera un ataque sorpresa.

—Bueno, Jude —intervino Henry con tono calmado—. Estuviste todo el día vigilando la casa. Supongo que has tenido oportunidad de refinar un poco más tu plan, ¿no?

—Claro que sí, Nathan —respondió el pelirrojo con absoluta confianza—. Nuestro objetivo se simplificó realmente. Iremos sólo por una cosa: un baúl propiedad del gobernador, que vi con mis propios ojos que descargaban con sumo cuidado de su carruaje.

—¿Y qué contiene ese baúl? —cuestionó Luchior sin realmente mucho interés.

—No lo sé, pero eso no es lo importante. Lo importante es que tiene el símbolo del león y la corona en él; en otras palabras, lo que sea que contenga es de los Vons Kalisma, o lo será cuando se los entreguen en Korina.

—¿Otra vez nos llevas a una misión tras una caja con ese estúpido símbolo? —espetó Shui, claramente inconforme—. ¡¿Y de nuevo no tienes ni idea de lo que contiene?!

—¡No le pondrían ese símbolo a algo si no fuera importante! Así de vanidosos son.

—Quizás el baúl antes contenía un regalo de los reyes al gobernador —señaló Roman con tono sensato—, y ahora él lo usa para guardar sus calcetines.

—¡No importa lo que guarde! —exclamó Jude, con tanta fuerza que puso nerviosos a todos de golpe ante la posibilidad de que lo hubieran escuchado hasta la casa—. ¡Lo que importa es que lo robemos bajo sus narices! Que les demostremos que sin importar dónde estén, nunca estarán a salvo del Fénix del Mar; ni siquiera en sus cómodas camas de sábanas suaves. ¡Nadie está fuera del alcance del Gran Jude…!

—Detente ahí un segundo, por favor —solicitó Henry abruptamente, alzando una mano hacia él. Luego, se le acercó silenciosamente, colocó una mano en su espalda y lo guió con calma un poco lejos del resto—. Escucha, Jude. La única razón por la que pudimos convencer a casi todos de apoyarte con esta idea, es porque les prometimos que sería un ataque rápido y silencioso; ¿entiendes? Es decir, nada de confrontaciones directas, espectáculos, y especialmente nada de risas, gritos o proclamar tu nombre al viento. Entramos sin que nos vean, tomamos el botín y nos vamos. ¿Estamos de acuerdo con eso?



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En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

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