Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 08. Sus Propios Motivos

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 08
SUS PROPIOS MOTIVOS

Bien, siendo justa, el castigo podría haber sido mayor, considerando que estaba provocando al supuesto capitán de un supuesto barco pirata. Quizás se había confiado un poco al escuchar que no tenían una plancha y que nunca habían torturado a alguien; y era quizás discutible afirmar si eso contaba cómo tortura o no. Pero fuera como fuera, no había arrepentimientos pues sólo era una persona haciendo una petición justa, ante una situación injusta, que bien no merecía una consecuencia como esa.

Todo eso y más fue lo que Day Barlton tuvo tiempo de meditar tras un par de horas encerrada con candado, de nuevo en el mismo baúl lleno de ositos en el que había llegado; la mayor diferencia era que ahora la acompañaba una pesada bola de acero atada a su tobillo, en lugar de unas suaves toallas.

—No me arrepiento de nada —susurró en voz baja, estando cruzada de brazos en el interior del baúl.

El comedor ya se encontraba casi vacío para ese momento, salvo por algunas pocas personas. El baúl se había colocado en el centro, no muy lejos del agujero hecho por la esfera de acero que aguardaba aún ser reparado.

—La doctora Melina dijo que el pie del capitán está bien —le informó Kristy, que estaba sentada en el suelo justo frente al baúl—. Así que descuida, no creo que te deje mucho más tiempo ahí encerrada. En cuanto se calme le diré que te necesito para terminar las labores de hoy, ¿de acuerdo?

—Gracias —murmuró la sirvienta—. Y disculpa las molestias. Quizás me excedí un poco, pero era necesario.

—No lo discuto —susurró Kristy, no del todo segura realmente con esa afirmación.

—¿Qué parte de que le siguieras el juego no entendiste, pequeña? —comentó en ese momento Lloyd con tono de regaño. Él estaba sentado en una de las bancas de las mesas, pero volteado hacia el baúl; de hecho, tenía sus pies apoyados justo sobre la tapa de éste—. Sólo Dios sabe cuándo tocaremos puerto otra vez. Puede ser una, dos o hasta tres semanas. ¿Quieres pasar todo ese tiempo peleándote con él?

—¡¿Cómo quiere que le siga el juego?! —exclamó Day furiosa, y el baúl se agitó un poco—. ¡¿Cómo es que ustedes se lo pueden seguir?! ¡El sujeto claramente es un demente! ¿Por qué lo obedecen?, ¿por qué dejan que les ponga nombres falsos?, ¿por qué están en un barco en donde un hombre así es el capitán? ¡No lo entiendo!

—Bueno… —Kristy titubeó un poco su respuesta—. Creo que es algo que todos los nuevos integrantes se preguntan al inicio. De hecho, no todos los que han llegado a este barco se quedan. Pero los que lo hacen como yo… supongo que tiene sus propios motivos personales para hacerlo, y son diferentes para cada quién…

—Pero tú mejor no te rompas la cabecita con eso —respondió Lloyd, chocando su talón contra la tapa un par de veces para que hiciera ruido dentro del baúl—. No estarás el tiempo suficiente para descubrir tú misma la respuesta, así que será más sencillo para ti simplemente llevarte bien con él y ya. Y si no te agrada, sólo finge; muchos aquí lo hacen sin mucho problema.

Dentro del baúl, Day se cruzó de brazos e hizo una cara de puchero, aprovechando que nadie la veía. No creía poder fingir siquiera que ese sujeto le agradaba.

¿Y qué era eso de que todos tenían un motivo? ¿Qué razón podrían tener para seguir a un hombre así? Era como si estuvieran hablándole en otro idioma.

Lloyd retiró los pies del baúl en ese momento, se paró de su asiento, y flexionó un poco su espalda soltando un pequeño quejido, quizás de dolor o quizás de satisfacción.

—Bueno, ya perdí mucho tiempo aquí —comentó mientras comenzaba a dirigirse a la salida—. Es hora de ir a trabajar, o algo así. Tú tampoco te quedes ahí sentada perdiendo el tiempo por su culpa, ¿oíste?

—Sí, descuide —respondió Kristy rápidamente, aunque no del todo animada. En cuanto estuvieron solas, la atención de la jovencita se centró en el baúl, como si esperara de alguna forma poder ver a la chica en su interior directamente—. ¿Es verdad lo que dijo el señor Lloyd? ¿No estarás aquí mucho tiempo?

Day se sobresaltó un poco al escucharla preguntarle eso.

—Sí, así es —respondió la sirvienta, algo insegura—. En el siguiente puerto al que lleguen me dejarán ir. O eso me dijeron… Sólo no se lo digas a ya sabes quién.

—Descuida, no diré nada —aclaró Kristy con una media sonrisa, pese a que su mirada se había tornado un tanto distante—. Es una lástima, me agradaba la idea de tener una compañera de labores.

La pelinegra sintió un poco de peso sobre su cabeza al oírla decir eso; al parecer había hecho que se hiciera algunas ideas equivocadas sin proponérselo. Tenía dieciséis años, o eso decían, pero sentía una extraña necesidad de protegerla como si fuera una niña de diez o menos; como si necesitara abrazarla y decirle que todo estaría bien.

—Lo siento, Kristy —murmuró Day, intentando sonar segura de sí misma—. No es por ti… Yo quería salir de esa mansión, pero no estaba en mis planes ser una pirata, mucho menos una rehén.

—Sí, lo entiendo; no te preocupes. —Kristy se abrazó de sus propias piernas y apoyó su barbilla contra sus rodillas—. ¿Y qué piensas hacer luego?



#27813 en Otros
#3865 en Aventura
#42519 en Novela romántica

En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.