Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 09. La Furia del Rey de Kalisma

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 09
LA FURIA DEL REY DE KALISMA

Para el momento en el que los tripulantes del Santa Carmen llegaron a Vankary, y pudieron dar su testimonio sobre el inesperado y extraño asalto que habían sufrido dos días antes, los rumores sobre este ataque, al igual que el ocurrido en Torell poco después, ya se habían esparcido por suficientes bocas y oídos; tanto fue así que apenas a la mañana siguiente, ya varios de los periódicos independientes de la región tenían en sus páginas un relato superficial de lo ocurrido en ambos incidentes, y dos días después más periódicos reportaban lo mismo, o incluso más. Aun así, los testimonios del Santa Carmen ayudaron a que ambos casos fueran por completo confirmados, y los hechos se pudieran plasmar de forma más clara y detallada en un reporte que, luego de pasar por las manos de varios oficiales de cargo medio, fue enviado de emergencia hacia los altos mandos en la Ciudad Capital de Korina.

El reporte llegó luego de un día de camino durante la noche, y al día siguiente quedaba hacer la parte más complicada y difícil de todo ese proceso: hacérselo llegar a su majestad, el rey Leonardo Vons Kalisma II, pues ambos robos lo involucraban a él directa o indirectamente.

Aquella mañana, Korina despertó con un cielo despejado, un clima cálido y una brisa agradable que soplaba desde el  norte. La Ciudad Capital era la más grande e impresionante de todo el reino, con gruesas y altas murallas que habían estado ahí desde muy lejanos tiempos de guerra, pues hacía más de un siglo que ningún ejército enemigo lograba llegar hasta dichos muros, y ni se hable de atravesarlos. Conforme te ibas alejando de las murallas y te aproximabas al centro de la ciudad, se podía notar como los edificios iban mejorando poco a poco en apariencia y material, al igual que las calles y la propia vestimenta y apariencia de su gente, hasta culminar en el majestuoso Palacio Real de Korina, hogar de los Vons Kalisma y su corte; una edificación casi irreal que podía ser apreciada desde cualquier punto de la ciudad, y más allá.

El buen clima no era lo único con lo que despertó Korina, pues las noticias del Santa Carmen y Torell ya ocupaban las páginas de los diarios de la capital también. Y gran parte de la gente, desde los barrios bajos hasta las casas de la alta aristocracia, comentaba al respecto durante su desayuno. Pero eso sí, había ciertas palabras que cualquier periódico debía cuidar, o enteramente omitir, en dicha noticia si acaso no quería una reprimenda directa de la Guardia Real; y una de ellas, y la más importante, era “pirata”. Claro, muchos la usaban en sus conversaciones casuales de comedor, muchas veces en voz baja por temor a que las paredes escucharan. Sin embargo, públicamente nadie se atrevía a pronunciar dicha palabra en presencia de algún oficial o miembro de la corte, y por supuesto mucho menos en la del rey Leonardo.

No había más piratas en Kalisma. El último de ellos, un temido y despiadado hombre apodado Jake el Demonio, había sido ejecutado hacía ya quince años, y cualquier otro idiota que osara llamarse pirata luego de ello, había corrido con la cola entre sus patas lejos de las aguas del reino. Esa era la postura oficial del gobierno regente, y nadie debía siquiera pensar lo contrario. Por lo tanto, Jude el Carmesí, o como fuera que se hiciera llamar, no era un pirata: sólo un loco ladrón cualquiera con delirios de grandeza que no merecía más interés por parte de su majestad el rey que la que merecería un ladrón de bolsos callejero. O al menos así era, hasta que ese loco ladrón cualquiera con delirios de grandeza comenzó a meterse más y más en sus asuntos, hasta culminar en esos dos últimos golpes que, por accidente o premeditación, provocarían que el Rey ya no pudiera sencillamente hacerse de la vista gorda en ese asunto.

Leonardo Vons Kalisma II había salido a comer su desayuno a la terraza sur, que daba directo a los más hermosos jardines del palacio, esperando que al aire fresco y los rayos del sol lo tranquilizaran y despejaran de todos esos rumores que tanto le habían llegado en los últimos días. No funcionó como esperaba, pues en su mesa lo esperaba el dichoso reporte de la Guardia Naval, que no hizo más que confirmarle por completo todos y cada uno de esos rumores, e incluso más.

Varios sirvientes escucharon a lo lejos los gritos de cólera del rey desde la terraza, y se encogieron asustados en sí mismos, agradeciendo no ser los encargados de atenderlo esa mañana. Los pocos desafortunados, su mayordomo personal y dos sirvientas, no podían hacer nada más que estar de pie a su lado, agachar la cabeza ante todos sus gritos y maldiciones, y traerle todo lo de comer y beber que pidiera, que cabe mencionar había sido ya demasiado.

—¡No puede ser!, ¡no pueden ser tan imbéciles e inútiles! —gritaba totalmente exaltado el Rey, sentado en la mesa redonda de la terraza sur—. ¡¿Cuánto tiempo llevan persiguiendo a este mequetrefe bueno para nada?! ¡¿Cinco?!, ¡¿siete años?! Y no sólo no logran atraparlo, ¡ahora permiten que se burle de mí en mi propia cara! ¡De mí!, ¡el rey de la maldita nación más poderosa y grande de este mundo!

Leonardo Vons Kalisma II era un hombre grande y robusto, de brazos, piernas y abdomen anchos. Su cabello era de un hermoso color plateado distintivo de su linaje, ligeramente ondulado y largo hasta sus hombros, sujeto con una cola. Su rostro estaba adornado con una abundante barba también plateada que lo cubría casi por completo. Sus ojos, profundos y de un azul claro, radiaban una ira descomunal en esos momentos, como navajas filosas para cualquiera que los viera de frente.



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En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

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