Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 16. La Última Bandera

WingzemonX & Denisse-chan
CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 16
LA ÚLTIMA BANDERA

Henry miraba por su catalejo fijamente hacia el Skyliria en el momento en el que otra bandera morada con negro se alzó lentamente hasta colocarse debajo de la primera. Los dos simples pedazos de tela ondearon en el aire, siendo sin embargo una amenaza latente sobre sus cabezas, imposible de ignorar.

—Ya alzaron la segunda bandera —le informó con pesadez el primer oficial al resto de sus compañeros presentes ahí en cubierta.

—Significa que nos queda sólo media hora más de paz —respondió Luchior con apatía, un sentimiento compartido por casi todos los demás.

—¿El cañón de la bomba de luz está listo? —preguntó Henry a continuación, virándose hacia Lloyd. El anciano se encontraba sentado contra el mástil, bebiendo tranquilamente de una de sus botellas justo como lo verían cualquier otro día en el que sus vidas estuvieran o no en peligro.

—Todo está listo —respondió Lloyd agitando una mano en el aire con indiferencia—. En espera del momento justo para disparar… Para lo que va a servir, de todas formas —masculló con pereza, antes de empinarse un largo trago directo de su botella.

Lloyd no era el único que se había tomado la libertad de tomar un poco de alcohol. Algunos otros, incluidos Luchior o la propia Shui, habían seguido su ejemplo y estaban sentados en barriles o en el suelo, bebiendo en pequeños grupos o solos. El primer oficial consideraba que ese no era el mejor momento para hacer eso, pues todos necesitaban estar listos y alerta para el momento de tener que saltar a la acción. Aunque también, dado el panorama, no había mucho poder moral en él para exigirles que no lo hicieran.

Henry alzó su vista en dirección al mástil principal, hasta el carajo ubicado en la parte superior de éste. Desde hace unos minutos, de ese punto en específico surgía la armoniosa melodía creada por el violín del capitán. Siguiendo su propia iniciativa y sin que nadie tampoco lo detuviera, Jude se había subido hasta allá con todo y su violín para tocar, y no había parado desde entonces.

—Todos aquí abajo muertos de la preocupación, y ese sujeto allá arriba tocando su música —masculló Luchior con algo de desdén, mirando también hacia el puesto de observación, donde apenas y podían distinguir la silueta rojiza de su capitán—. ¿Qué no le importa ni un poco que estemos a punto de morir si su supuesto plan no funciona?

—Al contrario, Luchior —murmuró Henry con seriedad—. Toca precisamente porque es muy consciente de ello, y por supuesto que le importa.

Luchior soltó un quejido desdeñado, pero que dejaba en claro que se mantenía escéptico a tal explicación. Henry no lo culpaba por pensar así. Sin embargo, él conocía más al capitán, y aunque ni siquiera él se sentía capacitado para decir que comprendía las cosas que le cruzaban siempre por la cabeza, entendía al menos en ese momento qué hacía ahí arriba.

El antiguo ladrón de cabellos verdes avanzó hacia algunos de sus compañeros, arrebatándole en el camino una botella a uno sin preguntar ni avisar. Éste sólo lo miró, y por un instante pareció querer decir algo, pero a último momento lo dejó pasar. Luchior se paró cerca del barandal, mirando al barco enemigo en la distancia, sintiendo como si en verdad éste lo estuviera apuntando directo a la cara con uno de sus horribles cañones… y odió la sensación. Empinó la botella contra sus labios, y mientras bebía deseó estar lo suficientemente cerca para arrojársela a la cara a quien quiera que fuera el bastardo capitán de esa nave.

«Muy valiente detrás de tus cañones y tu casco de acero, ¿no? Quisiera ver si mantienes esos cojones en su lugar si tuvieras que usar los puños y pelear como un verdadero hombre…»

Sus pensamientos beligerantes fueron interrumpidos cuando sintió que le colocaron algo sobre sus hombros, que le cubrió toda la espalda y brazos. Luchior se sobresaltó, sorprendido y quizás un poco alarmado, y de inmediato se viró hacia atrás, con actitud agresiva como si buscara sólo un motivo para soltar un puñetazo al primer rostro que viera. Sin embargo, dicho rostro resultó ser el fino y sonriente de la doctora Melina, de pie justo detrás de él. Y eso, inevitablemente, lo obligó a cambiar su postura.

—¿Doctora? —masculló Luchior, confundido.

—Se han estado enfriando demasiado, muchachos —indicó Melina, no sólo hacia Luchior si no a todos los demás alrededor—. Incluso siguen aún mojados por la lluvia, así que abríguense un poco.

—¿Abrigarnos? —musitó Luchior, aún sin entender, hasta que le puso mayor atención a lo que la doctora había puesto sobre sus hombros: una manta color ocre, que lo rodeaba casi como si fuera una abrazo. Y, en efecto, se sentía calientita…

Melina le guiñó sutilmente un ojo, y comenzó entonces a caminar entre los chicos para repartir el resto mantas entre ellos. Todos se la aceptaron sin chistar demasiado, y de inmediato se rodearon con ella. Hasta antes de hacerlo, muchos no se habían dado cuenta de que en verdad tenían frío.

—¿Son las mantas de las camas? —cuestionó Roman, curioso.

—¿Qué importa?, huelen bonito —comentó Arturo con voz soñadora—. Como lavadas por mi mamá.

Bueno, quizás no olían tan bien como eso, pero sí les causaba una agradable sensación cálida que bien les hacía falta en esos momentos.



#27822 en Otros
#3866 en Aventura
#42523 en Novela romántica

En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.