Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 18. La Audacia de ese Imbécil

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 18
LA AUDACIA DE ESE IMBÉCIL

La ciudad de Korina había amanecido radiante y tranquila esa mañana. El clima se sentía deliciosamente templado, y no había ni una sola nube en el cielo. El príncipe Noah Vons Kalisma III había apenas apartado unos centímetros la cortina del ventanal de su habitación; lo suficiente para dejar entrar en el cuarto una generosa cantidad de luz, pero no como para que ésta perturbara el sueño de la hermosa mujer que aún yacía plácidamente en su cama.

El príncipe se había despertado temprano, colocado encima de su cuerpo desnudo sólo una bata de ceda color plateado, y se había sentado en una silla frente a la ventana; oculto entre las sombras, pero en el ángulo adecuado para poder vislumbrar la vista apreciable por aquella pequeña apertura. Primero se encontraban los techos de las amplias mansiones de la parte más alta de la ciudad capital. Más adelante, aunque de forma menos nítida, estaba el resto de los edificios más pequeños. Luego, en la lejanía, escasas manchas que en conjunto formaban una escueta pintura del muelle principal y de los barcos anclados en esos momentos. Y luego, por supuesto, el hermoso mar color turquesa que se extendía hasta dónde alcanzaba la vista.

Noah tenía su vista fija en aquel paisaje, y puede que incluso alguna parte de él se detuviera a apreciar la belleza y majestuosidad de su amada ciudad; la más grande y hermosa del mundo entero, al menos para los kalismeños. Pero lo cierto era que su mente divagaba bastante en otras cosas. Otros asuntos que no se encontraban ahí en Korina, sino muy lejos de ahí, en algún sitio de momento desconocido para él. Asuntos que no lo tenían como tal preocupado, pero sí distraído y pensativo. Tanto así que prefería estar ahí sentado en la oscuridad, que haber pasado al menos una hora más entre las sabanas, en los brazos de su prometida.

Pensar en su amada Leire hizo que inevitablemente desviara su mirada de la ventana, y la girara hacia la cama. La línea casi perfecta de luz que entraba por la apertura de las cortinas, le acariciaba sutilmente la piel blanquizca del muslo de su pierna izquierda, que se asomaba de forma casi sugerente de debajo de las sabanas. Casi todo el resto de su cuerpo se encontraba oculto bajo la delgada tela blanca, enmarcando su hermosa figura, como un misterio que incitaba a ser descubierto. Su cabellera lila y rizada caía totalmente libre, desperdigada sobre su espalda, totalmente apartada de los elaborados peinados que acostumbraba siempre llevar en público. Su mejilla derecha se presionaba por completo sobre la almohada de Noah, y su brazo izquierdo se extendía hacia el lado vacío de la cama, como si lo buscara incluso en sueños.

Era un cuadro bastante diferente al que le ofrecía la ventana, pero muchísimo más hermoso a ojos del príncipe heredero. Tanto así que no pudo evitar quedarse absorto contemplándola, quizás con tanta intensidad que su mirada terminó de alguna forma perturbando el sueño de la joven duquesa.

Su rostro fue el primero en contraerse, en un gesto similar a dolor, y luego el resto de su cuerpo comenzó a deslizarse lentamente sobre las sábanas, quitándose el pesado sueño que lo sometía. Se giró con todo y las sábanas, quedando recostada sobre su espalda. Abrió la boca soltando un apenas audible bostezo, y sólo entonces sus ojos se abrieron perezosos, intentando de alguna forma acostumbrarse a la combinación de luz y sombras que reinaba en la habitación.

—Buenos días —le saludó la armoniosa voz del príncipe desde su asiento, provocando que su rostro instintivamente se virara hacia él en su búsqueda—. Espero que hayas podido dormir bien, y que no haya sido mi silenciosa, aunque enajenada, mirada la que perturbó el hermoso sueño que de seguro estabas teniendo.

Leire Margaretta de Aguilez lo observó en silencio desde la cama, abriendo y cerrando sus ojos un par de veces. Su mente se encontraba aún demasiado dormida como para comprender por completo el significado de esas palabras que le compartía, pero lo suficiente despierta para poder apreciar la silueta fuerte y elegante del príncipe, sentado en aquella silla con el sol que entraba de la ventana alumbrándolo por detrás como si se tratara de una luz propia de él.

—Noah —susurró despacio la duquesa, esbozando una pequeña y embobada sonrisa. De pronto, la consciencia pareció llegarle de golpe, lo que fue evidente en cómo sus ojos esmeralda se abrieron grandes de un segundo a otro, llenos de alarma.

Leire se sentó rápidamente en la cama, sosteniendo la sábana contra su cuerpo para cubrirse, y mirando a su alrededor para cerciorarse que el sitio en el que estaba era el que pensaba. Y claro que lo era; incluso a media luz, la reconocible habitación del príncipe Noah le era más que conocida. Pero lo que más le alarmaba no era eso, sino que la luz del exterior dejaba claro que ya era, al menos, media mañana.

—Oh no… ¿Otra vez me quedé dormida aquí toda la noche? —murmuró apenada, mientras se cubría el rostro con una mano.

—Anoche, mientras nos abrazábamos, cerraste los ojos sólo un segundo y caíste dormida al instante —le informó Noah con un ligero tono jocoso en sus palabras—. Y te veías tan cómoda y  hermosa mientras dormías, que no me atreví a despertarte.

El rostro de la duquesa se tornó aún más rojo mientras su prometido pronunciaba todo aquello. Por mero reflejo llevó ahora sus dos manos a su cara, intentando ocultar lo mejor posible la marcada vergüenza que la consumía.



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En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

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