Crónicas del Miedo

Espejo

La musa vestida está, hambrienta a de estar,

viniendo de la oscuridad, cansada tu alma estará,

no intentes escapar, pues conoce tu debilidad,

más similar que un par de as, tu completo reflejo será.

2:05 am. 

La habitación en completo silencio. 

La joven dormía sobre su cama tibia, sin nada en su cabeza. No pensamientos, no pesadillas lunáticas. Pero aún así sabía, que indudablemente estaba atrapada en uno donde parecía ser la realidad, como recientemente había sido, su mente la estaba engañando. Abrió los ojos y lo supo. 

La noche anterior la jovencita había decidido no dormir boca arriba, ni boca abajo, ni viendo el techo, más bien, prefirió dormir inclinada en una posición casi sentada para ver a qué producto de su imaginación conocería hoy. Tuvo miedo de cerrar los ojos, tuvo miedo de atravesar la puerta hacia su subconsciente, que es casi similar a la profundidad más escalofriante del océano... oscuro, silencioso y con criaturas jamás vistas.

Se paralizó, como todas las noches ocurría, pero al menos la pudo ver, o más bien, para su sorpresa, se pudo ver... a sí misma en el espejo de enfrente. Con los ojos bien abiertos, vio como una joven rubia, pecosa y de manos alargadas estaba reflejada en su espejo. Le sonreía, siendo lo único luminoso en la habitación. Saludó y acto seguido empezó a estrellar su cabeza contra el vidrio del otro lado del reflejo. La frente le comenzó a sangrar a causa de los vidrios rotos incrustados en su cara. 

La jovencita estaba sentada aún en la cama inmóvil, reflejando en su mirada lo terrorífico de la escena, viendo como su propio reflejo estaba azotando su propia cabeza contra el espejo para salir de su interior. Se hizo una abertura, y finalmente del lado de la joven un trozo de vidrio cayó al suelo. Del agujero comenzó a verter liquido, liquido grisáceo y espeso a borbotones. La joven indefensa, no pudo hacer nada más que mirar estupefacta ante lo que se avecinaba. 

Del liquido que estaba esparcido por el piso, se empezó a formar una persona, su igual, su sombra, dejando atrás el espejo, que ahora carecía de reflejo, dejando una imagen oscura a su paso. La joven salida del espejo seguía sonriendo, con aquellos dientes macabros, afilados, colmilludos y con el cabello lacio. Se sentó en la cama, enfrentando a la paralizada, con diminutos vidrios aún incrustados en la cara. 

Se acercó, a una proximidad que la joven paralizada sintió peligrosa. Su reflejo dejó ver a través de sus ojos la oscuridad que albergaban, la maldad infinita que tenía en su interior y luego, casi sin apartar los ojos de la jovencita, lamió su mejilla desde la barbilla hasta su sien. La joven del espejo se paralizó, saboreó por segundos y luego a escasos centimetros de la cara de la jovencita dijo: Cada vez estoy más cerca de albergar tu alma.

La jovencita comenzó a sollozar desde su interior, solamente dejando ver al exterior como una lagrima de deslizaba por su cara. La joven del espejo la miró, la miró y la miró sin apartar sus ojos azules de ella, asimilando su similitud perfecta. 

La jovencita no quiso articular nada en su mente, ahora estaba más que convencida que algo demoníaco la envolvía, a penas hace una noche una sombra la había ahorcado, y hace dos, un hombre había puesto trozos de su piel en su cara, obligandola a verlo al rostro, asegurando que se turnarían para atormentarla. Eran en vano para la jovencita decir que solo eran parte de su imaginación cuando estaba justo frente a ella, su total y completo clon. 

La joven del espejo juntó su frente con la jovencita, provocandole un inconmensurable dolor al clavar a su vez los vidrios que la otra tenía en su frente. Se afincó sobre ella diciendo: Sí... siii, siente el dolor, apropiate de él. Dime como se siente sufrir. 

Se oyó un siseo. Ambas lo oyeron. Siseos, palabras y oraciones que venían de la nada. Alguien estaba hablando pero no se sabía de donde provenían. La joven del espejo se colocó las manos a la cara y puso cara de dolor mientras que la jovencita colocaba los ojos totalmente en blanco. Ambas sin poder aguantar las reacciones que las palabras tenues pero inconfundibles se oían por toda la habitación y en sus cabezas. La joven del espejo dijo: Aagh, has que para ya.

Ninguna de las dos pudo evitar reaccionar y justo antes de saber que ocurría, la jovencita despertó de golpe, con un fuerte dolor de cabeza y una presión en su frente, y aunque nuevamente había sufrido cambios físicos, la atemorizó ver que el espejo estaba partido y que había un liquido grisáceo espeso en su cama, como la marca de una visita muy vívida y más real que nunca. 

Pero... ¿qué voces habían sido esas?

 

A veces no todo son malos sueños, sino la alarma a una cruel realidad.

Buenas noches. 




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