Crónicas del Portador del Tecno Tiempo (i): Krei Lumon

Ĉapitro Du

—Y se ha quedado tan a gusto. Con su dedo verde y su halo de misterio, nos pone otra gymkhana de la hostia y se pira porque le persiguen. Tira su bombita de humo y zas. Tan pancho.

Hugo estaba ensimismado en sus pensamientos, recordando retazos de detalle ocurridos durante la reunión con Narcisio en la playa, unas horas antes. Ocupaba el asiento de copiloto en el coche que Noelia había alquilado para viajar desde Isla Antilla hasta Chipiona y en el que ahora se dirigían a la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. El traqueteo del viaje, las tres cervezas y la falta de azúcar por no haber comido hacía que se encontrara algo mareado.

—¿Me oyes o te estás quedando dormido? —insistió Noelia.

—Preferiría que pararamos un rato, no me encuentro bien. Y sí, estoy contigo, ya lo hemos hablado. Si voy a Cazorla es porque tú también has decidido hacerlo, porque solo no iba a hacerlo. Pero sigo teniendo mis dudas, no de la aplicación, sino de las intenciones de Narciso.

—Si quieres vomitar hazlo, o por la ventana o en el asiento. Mientras abras la ventanilla después para que no me llegue el olor...

—Por favor, para.

Noelia le miró un instante. Luego enfocó de nuevo su mirada en la carretera.

—El GPS aún marca cuatro horas para llegar, Narciso nos ha dejado claro que nos fuéramos cagando leches, que el medio más seguro para viajar era el coche, pues resultaría más complicado recibir ningún hechizo, y que si teníamos que parar que fuera muy brevemente —dijo—, me parece a mí que podríamos evitar esta parada ¿no crees?

—¿Te vas a tomar todo lo que nos ha contado Narciso al pie de la letra? —replicó Hugo —, necesito parar cinco minutos, echar una meada, tomar un poco el aire y comprar algo de comida.

—En 10 minutos hay una gasolinera. Por ahí te vas a escapar, porque yo también tengo hambre y puedo aprovechar para mear. Además, te necesito espabilado, que aún ni has empezado a montar el server.

—Déja que conduzca yo, me marearé menos. Tú te encargas del servidor y en la siguiente parada te ayudo a revisarlo.

Noelia puso los ojos en blanco, iba a responder pero se quedó en un suspiro de disgusto.

***

—Me están pidiendo una tarjeta de crédito —dijo Noelia, con medio bocadillo de salchichón en una mano, una lata de Coca Cola en la otra y el móvil en el regazo.

Hugo conducía por la Autopista A-92. Acababan de pasar las señalizaciones que indicaban el desvío para incorporarse a la localidad de Osuna.

—En Amazon Cloud eso no es necesario.

—No lo estoy haciendo con Amazon Cloud, he mirado un servicio de hosting un poco menos conocido. Discreción ¿recuerdas?

—Pues no vamos a poner ni mi tarjeta de crédito ni la tuya. Discreción...

—Gilipollas

***

A la altura de Lucena, a unas tres horas del punto de destino, Noelia terminó de configurar el servidor.

—Pues ya estaría. Pocos lo habrían hecho más rápido.

—Perfecto. ¿Has metido ya la app en tu móvil? Te agradecería que también lo hicieras en el mío.

—No te preocupes, cargaré también tu arma. Pero una cosa guapito. ¿Tú qué es lo que más valoras en un amigo?

Hugo no supo que decir. Le miró un segundo e intuyó que bromeaba, pero no estaba seguro. Y él no tenía ganas de tonterías

—Que solo hable cuando tenga algo que decir —respondió.

—Pues yo que no esté todo el tiempo dando órdenes, que sonría de vez en cuando y ya puestos, que no sea tan escrupuloso respetando los límites de velocidad —replicó Noelia—. Pero como no eres mi puto amigo ni nada que se le parezca asumiré que tendré que soportarte y que llegaremos tarde a la cita con nuestro hombre misterioso.

—¿Tienes alguna idea de cuál puede ser el peligro que corremos? —preguntó Narciso ignorando la parte sarcástica del comentario de su acompañante.

—¿Aparte de que se supone que nos buscan organizaciones terroristas que se han hecho con el programa para usarnos de científicos locos para diseñar sus armas?

—Eso no es exactamente lo que nos ha dicho Narciso.

—No, eso es lo que yo pienso, que es lo que tú me has preguntado. Ya sé que Narciso cree que el mayor peligro es que nos quieran quitar de en medio los lobbies y las organizaciones de poder que ya tienen su propio grupo de desarrolladores para eliminar la competencia. Pero a mí, sinceramente, me da más respeto que nos persiga un secuaz de un Bin Laden de la vida.

Hugo sonrió, muy a su pesar.

—Alaaa, el hombre de hielo se derrite. Un poco. Solo un poco.

—Ese ala ha sonado muy madrileño ¿Llevas poco viviendo en la Antilla no?

—Ya tendré tiempo de contarte mi vida, majete. Ahora voy a intentar echar una cabezadita.

***

—¡Despierta Noelia!

Hugo había dado un volantazo y tomado una salida de la autovía. Fue esto lo que despertó a la chica y no su aviso.

—Hostia puta ¿Qué coño pasa? —dijo con cara de sopor y la marca del cinturón en la cara.

—Creo que nos siguen.

Noelia se inclinó para ganar ángulo y poder mirar por el retrovisor del lado del copiloto. Luego se giró hacia atrás para comprobarlo con visión directa.

—La carretera está desierta detrás de nosotros.

—Acabo de salirme bruscamente de la autovía. Es posible que no hayan tenido tiempo de tomar la misma salida.

—No te estarás emparanoiando ¿verdad?

—¡No lo sé! Pero prefiero tomar precauciones.

—Me parece bien —dijo Noelia—, ¿cuál es el plan entonces?

—Recalculemos la ruta evitando autovías y autopistas. Por favor.

—Me parece bien. Recalculemoslo. Me encanta tu acepción de la primera persona del plural —bufó.

—¿Metiste la app en mi móvil?

—Joder, no, no paras de dar órdenes chaval. Ahora lo hago.



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En el texto hay: ciencia ficcion, tecnologia, suspense

Editado: 29.06.2020

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