Todo sucedió muy despacio, al menos así lo percibió Hugo, pero intuía que en realidad solo fue cuestión de segundos.
—¡Agárrate a la ventanilla! —gritó Noelia, que se había movido al asiento del conductor.
El segundo agente, que se había mantenido junto a las motocicletas unos metros adelante mientras el otro guardia actuaba sobre Hugo, se había aproximado hasta el coche y apuntaba a Noelia con su móvil.
Hugo hizo caso a su compañera y se sujetó con ambas manos a la parte superior de la puerta del coche, justo en el momento en que ella pisó el acelerador y se llevó por delante al guardia. Aunque empezaba a sentir un sopor que le adormecía todos los músculos del cuerpo y le invitaba a rendirse a un sueño inevitable, se esforzó por resistir el envite del arranque del vehículo. Observó cómo el hombre que había sido arrollado volaba como un muñeco destartalado por encima del vehículo y caía cerca de su colega, que seguía apuntando a Hugo con su smartphone. Unos segundos después perdió el conocimiento.
***
El dolor el la sien era molesto pero soportable. En cambio el costado le ardió al incorporarse, como si le estuvieran aplicando un hierro al rojo vivo sobre él.
Hugo se encontraba en una cama pequeña, sobre un colchón de muelles que emitió un chirrido agudo. Noelia, a su derecha, estada sentada en un sofá de aspecto rústico, como todo el mobiliario de la habitación. Levantó la mirada del móvil.
—Parece que nuestro hombre marmota ha decidido que ya era suficiente —dijo, mientras se levantaba y se acercaba a él—¿Cómo te encuentras?
—La cabeza me puede estallar de un momento a otro y esta parte de la espalda no creo tenerla en muy buenas condiciones —Hugo se señaló el costado derecho.
Noelia se ausentó un minuto, entró en el baño que había en un extremo de la habitación y regresó con un vaso de agua y dos pastillas.
—Paracetamol con codeína. En media hora dejarás de sentir dolor, o por lo menos, no tanto —dijo—. No soy muy buena vendando cabezas, y la tuya me lo ha puesto aún más difícil. Deberías quitarte esas greñas cuando tengas ocasión.
Suspiró mientras acercaba una silla a la cama y esperó a que Hugo se tomara la medicación.
—En cuanto a tu espalda, es posible que te hayas roto alguna costilla. Te diste una buena hostia. No sé qué hacer al respecto. Hace más de diez años que cursé primero de Enfermería y debes saber que lo abandoné en cuanto empecé las prácticas. De todas formas, no creo que te vayas a morir de eso.
—¿Qué me pasó? ¿Dónde estamos? ¿Estamos seguros?
—¿Qué es lo último que recuerdas?
—Volaba agarrado al coche. Conseguí meter uno de los pies en la manilla de la puerta trasera. Miré hacia atrás y vi al cabrón del guardia civil atender a su compañero.
El gesto de Noelia cambió. A Hugo le pareció demasiado sombrío para lo que era habitual en la muchacha.
—Espero no haberlo matado.
—Esperemos que no ¿Pero qué otra opción tenías?
—Que a mí se me ocurriese, ninguna, y te pido por favor que si a ti en algún momento se te ocurre alguna, no me la digas. No me gustaría que mi conciencia se viera más afectada de lo que ya he permitido que esté.
—Te entiendo.
—Gracias. Ahora túmbate de nuevo mientras te cuento y esas pastillas que te has tragado hacen que tu cara se vuelva un poco más soportable a la vista.
—Hasta siendo amable eres desagradable.
—Calla y atiende. Para variar, no creo que dispongamos de mucho tiempo. Intentaré ser precisa describiéndote en qué situación estamos para evitar que me interrumpas.
Retiró un poco la silla y se acomodó cruzando las piernas sobre la cama.
—Cuando pensé que estábamos a suficiente distancia de los picoletos —continuó Noelia—, paré el coche. Temía que en cualquier momento perdieras el agarre. Lo que no esperaba es que estuvieras inconsciente antes de caer al suelo. Pensé que la caída y el golpe en la cabeza era lo que te había dejado sin sentido, pero creo que no es así, y me lo ha confirmado que me digas que no recuerdas ese momento. Supongo que te lanzaron un hechizo de sueño. Apuesto por krei revon o alguno parecido. Da igual. Es evidente que el plan de esos dos capullos era hacernos ligeros alterando la gravedad, con tu famoso hechizo ŝanĝi graviton, y sedarnos. De esta forma podrían transportar nuestros cuerpos livianos a donde fuera que quisieran, si es que su intención, como tanto nos advirtió Narciso, era el secuestro.
»Tuvimos suerte. Quién esté interesado en nosotros ha enviado a un par de gilipollas integrales. Yo lo veo claro: lanza primero el hechizo sedante y luego el mitigador de gravedad. Y hazlo dentro del vehículo. Es que no se puede ser más tontos. Lo hicieron al revés. El guardia civil que te dijo que bajaras lanzó ŝanĝi graviton, pero sólo te afectó a tí, ya que el coche era demasiado pesado. A mí tampoco me afectó, por el hecho de estar en el interior y supongo que fuera de rango. Lo mismo con el otro capullo, que lanzó krei revon, tarde y mal, por eso empezaste perder la consciencia cuando ibas agarrado a la ventanilla.
»Volviendo al primer guardia, mira si era torpe que intentó evitar que huyeras conmigo sujetándote por los pies y el muy estúpido lo único que consiguió fue quedarse con una de tus chanclas. Sí, tendremos que comprarte un par de ellas nuevo, pero no creo que sea ahora una prioridad.
»Después de recogerte y meterte en el coche sin dificultad -tío, pesabas menos que mi gata- avancé varios kilómetros por una carretera comarcal, sin pensar demasiado y sin fijarme en el GPS, con la única intención de alejarme de aquellos bichos. Unos minutos después me paré en la cuneta al ver que sangrabas mucho por la sien y te vendé con una de las camisetas de repuesto que llevas en la mochila. Estando lo suficiente segura de que no te me ibas a morir por el camino, esta vez sí puse el GPS y busqué la pensión más cercana, siempre que estuviera en un pueblo con pocos habitantes. Llegamos aquí en menos de una hora. Aproveché que el recepcionista de este cuchitril tuvo que atender a unos proveedores y salir un momento, para subirte hasta aquí. El hechizo empezaba a perder fuerza y me costó la misma vida. De esta forma solo consta que me alojo yo. No quería arriesgarme a que me vieran entrar con un hombre inconsciente que pesa menos que un animal de compañía, como podrás comprender.