Crónicas del Portador del Tecno Tiempo (i): Krei Lumon

Ĉapitro sep

Hugo contemplaba el agua de la piscina. Las pequeñas ondas provocadas por el viento se desplazaban por la superficie de forma lenta y pesada.

Se agachó y se arriesgó a hacer un esfuerzo que quizá agotara sus últimas energías. Tenía que hacerlo. Lo que le había contado Noelia sobre la densidad de los fluidos y cómo podría afectar respirar un aire en una dimensión temporal tan lenta le estaba haciendo reflexionar.

Introdujo la palma de su mano derecha en el agua con mucho cuidado y delicadeza, muy despacio. Trató de moverla en el interior de la masa líquida. No le sorprendió del todo lo que ocurrió. No podía moverla. Sabía que en otras condiciones a lo mejor lo hubiera conseguido, pero poniendo un empeño para el que ahora no tenía el suficiente vigor. De hecho, agotó otra buena ración de energías para sacar la mano de aquel líquido tan viscoso. Las gotas cayeron con exagerada parsimonia mientras Hugo sentía que podría perder el conocimiento de un instante a otro. Ahora estaba casi seguro de que el aviso de Narciso y la teoría de Noelia estaban bien fundamentados.

Sintió a sus espaldas los pasos de la chica, que se acercaba a la carrera.

—Vamos cuanto antes —dijo—, todo listo con los coches. Espero que tengas tus hechizos cargados.

Hugo asintió con un gesto, incapaz de hablar.

Noelia le ayudó a volver a la zona pavimentada de la parte anterior a la vivienda.

—¿Has notado algo dentro de la casa? ¿Crees que habrá alguien dentro?

De nuevo la respuesta fue gestual. No parecía haber nadie. No obstante, sin entrar era casi imposible saberlo con seguridad.

—Ninguno de los coches tiene las llaves puestas. A lo mejor estaría bien haberlas buscado en la casa. Quizá sería más sencillo. De todas formas, por cómo te veo, mejor será que no perdamos más tiempo. Primero trataré de arrancar el R19. Es un modelo muy antiguo y no debería ser difícil puentearlo. Sólo necesito un destornillador. ¿No tendremos la suerte de que lleves uno en tu mochila, verdad?

Hugo, sudando copiosamente, movió la cabeza en señal de negación.

—Esta bien, vayamos —dijo la chica—. He diseccionado parte del maletero y enfocando con la linterna del móvil me ha parecido ver en el interior una caja de herramientas.

—Lanza ya los contra-hechizos —dijo cuando llegaron hasta el coche—. Y quédate sentado en el suelo mientras yo hago mi trabajo. Si te desmayas, que al menos no te des una nueva hostia en la cabeza.

Noelia se agachó junto a él y le abrazó. Hugo pulsó el botón de Enviar.

El primer hechizo era una contraposición del que lanzara en segundo lugar aquella misma mañana: ŝanĝi Tempon 200 58. Esta receta multiplicaba la velocidad temporal por dos, durante cincuenta y siete minutos de la nueva dimensión. Había tenido que restar al tiempo de aplicación del contra-hechizo los minutos que ya habían consumido, para evitar que cuando caducase el efecto del primer hechizo no quedase en vigor este nuevo durante unos segundos y se vieran envueltos en una vertiginosa aceleración temporal, que a Hugo se le antojaba mucho más peligrosa que la ralentización.

Apenas un segundo después, ambos notaron el efecto de la nueva dimensión, que les devolvía a una velocidad del diez por ciento de la normal. Hugo sintió como si le quitaran parte de una máscara que le cubriera toda la cara y que le había impedido respirar con normalidad. Además, comenzaron a apreciar como se duplicaba la velodidad de los movimientos y sonidos de la naturaleza, si bien seguían ocurriendo a un ritmo despacioso.

—¿Lo has notado? —preguntó Noelia.

—Sí, pero sigo asfixiado.

—Al menos ya te sale la voz —casi sonreía, esperanzada—. Dale al segundo —dijo ella sin dejar de abrazarle, aunque a Hugo le pareció que más bien le sujetaba, evitando que su cuerpo se ladeara y cayera, sin fuerzas.

El segundo hechizo se componía de la receta ŝanĝi Tempon 1000 56. En este caso Hugo quiso ser más conservador. La configuración no admitía números decimáles, habría que modificar el código para ello, y según los cálculos que había estado haciendo, necesitaba poner una duración de entre cincuenta y seis y cincuenta y siete minutos para solapar el efecto del original. Decidió que era menos peligroso quedarse corto en esta ocasión, de lo contrario, la potencia, al ser muy superior a la anterior, podría costarles muy caro. Hugo prefirió que durante algunos minutos al final del efecto del contra-hechizo se vieran envueltos nuevamente en una frenada temporal. La otra opción sería mortal casi al instante. Estaba seguro de ello. Pulsó el botón.

Y no funcionó.

—¡Mierda! —dijo Noelia— ¿Qué ha pasado?

Antes de que Hugo pudiera responder, ella misma lo hizo.

—El puto servidor. No habrá aguantado. Ahora tenemos tres hechizos funcionando.

Un par de minutos más tarde, consultando las gráficas de actividad del server en la pantalla de su móvil, lo confirmó.

—Está a tope —informó—. El hechizo anterior ha entrado por los pelos. La memoria RAM en uso es del noventa y nueve por ciento. Estamos muy jodidos.

***

Después de varios minutos de tensión, dominados por el nerviosismo de Noelia, Hugo notó cómo, poco a poco, sin llegar a restablecerse del todo, al menos empezó a recuperar algo de resuello. Esto le permitió pensar con mayor claridad y, de esta forma, hallar la única solución que se le ocurrió como viable para continuar con su plan.

Le explicó a Noelia cómo instalar en su dispositivo el servidor de Narciso, de la misma forma que habían hecho con el móvil que usaron en el supermercado. Luego crearon una red privada entre los móviles de ambos y asignaron una IP privada al de ella. Hugo configuró su cliente para que usara el servidor que Noelia acababa de instalar.



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En el texto hay: ciencia ficcion, tecnologia, suspense

Editado: 29.06.2020

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