—¿Juanito?
Todos voltearon a ver a Dioney.
—¿Es tuyo? —cuestionó Yuliana.
—Es mi mascota —admitió apenado.
El escorpión del tamaño de un sillón salió desde la puerta rota del sótano, giró hacia los chicos y se acercó abriendo y cerrando sus pinzas delanteras. Ninguno de los primos pensó siquiera en quedarse y enseguida salieron huyendo de casa.
—¿Qué diablos le das de comer? ¿Asteroides? —reclamó Froilán.
—Se dice esteroides —corrigió Yul—. Dio, dime que no es uno de tus extraños experimentos.
—Debió caerle alguna sustancia por accidente.
—Tenemos que hacer algo ¿Cómo lo atrapamos? —preguntaba Lulú
—¡Frey tiene buena puntería! —propuso Dioney
—Por cierto, ¿dónde se encuentra? —Froilán se percató que su prima no estaba cerca.
—¡Ni loca voy a acercarme a esa cosa! —respondió ella desde el auto.
—¿Cómo subiste? Yo tengo las llaves —preguntó su prima incrédula.
—Eso no importa, no me voy a arriesgar ¡esa cosa sigue creciendo!
Frey señaló hacia su casa. Todos que habían dejado de ver al escorpión por un momento volvieron su vista de nuevo a él. Lo encontraron más grande. Parecía vibrar un par de veces antes de incrementar su tamaño.
—Es por eso que el piso temblaba —se percató Dioney.
—¡Ábreme la puerta! —gritó Froilán corriendo hacia el auto.
El chico huyo jalando consigo a Lulú. Yuliana y Dioney se quedaron en sus posiciones, pensando la manera de detenerlo, pero cuando el arácnido se dio cuenta de que huían, alzó su cola y apuntó hacia ellos.
—¡Hermana cuidado! —Dioney se lanzó para salvar a Yul.
Ambos rodaron por todo el pasto, después se levantaron a cuestas y el chico jaló a su hermana; el arácnido de nuevo estaba por atacar con su cola.
—¡Vamos al auto! —gritó tomándola del brazo.
Yuliana obedeció y corrió al coche subiendo de lado del chófer, Dioney de copiloto, los otros tres iban en la parte trasera. El escorpión estaba dispuesto a perseguirlos.
—¡¿Qué esperas que no arrancas?! —Frey se hallaba aterrada.
—¿Tienes algún antídoto o algo para disminuir su tamaño? —preguntó Yuliana a su hermano, ignorando a Frey.
—No lo recuerdo. —Dioney estaba tan nervioso. Entonces el suelo vibro de nuevo y la camioneta tembló con ellos dentro, desde la ventana observaron como el escorpión había crecido de nuevo, esta vez casi del tamaño de su casa— Creo que sí, necesito buscar.
Yuliana aún sin encender el auto, miró a Lulú y dijo:
—Bájate, tú y Dioney busquen el antídoto y después alcáncenos. Distraeremos esa cosa.
—¿Estás consciente de lo que dices? —Froilán no daba crédito al plan de su prima.
—¿Alguna otra idea? —cuestionó Yuliana
Los chicos se miraron, pero el tiempo avanzaba. No sabían si los pocos vecinos podían ver el espectáculo desde las ventanas de sus casas, aunque varias de ellas ni siquiera estaban ocupadas, pues la mayoría de los dueños solo rentaban o bien llegaban los fines de semana. Ahora era cuando agradecían vivir en las orillas del fraccionamiento sin vecinos alrededor. Sin embargo, no iban a arriesgarse y hacer notar lo que estaba sucediendo.
—No, ninguno. —Froilán cedió.
—Es difícil explicar, pero al parecer somos su objetivo. Llévalo a las afueras de la ciudad, Lulú y yo nos haremos cargo del antídoto. —Dioney había recuperado su seguridad— Andando —ordenó descendiendo del auto.
Lulú también bajó de la camioneta y se despidió de su hermana y su primo. Tomó la mano de Dioney, rodearon el auto por el lado de enfrente de manera sigilosa mientras el escorpión se posicionaba por la parte de atrás. Los niños se dirigían a casa tratando de no ser vistos por este, así que se escondieron entre los arbustos y en cuclillas caminaron rápido hasta entrar a su hogar.
—¡Vámonos ya! —volvió a insistir Frey. Desde la ventana trasera podía observar como el escorpión crecía una vez más. Los nervios que la niña no solía mostrar, parecían a punto de explotar— ¡¿Qué diablos estás esperando?!
—Un poco más —fue la respuesta de su prima que no desviaba la vista del espejo retrovisor.
Frey se recargó en el asiento mirando hacia la ventana trasera. El escorpión se posicionó justo detrás cómo si estuviera observándolos. La niña se estremeció, pero no fue la única, Froilán también sintió miedo. Entonces, el arácnido curvó su cola formando una C, estaba apuntando hacia ellos.
—¡¿Qué esperas?!
—Un poco más.
Cuando estuvo a punto de atacar el vehículo. Yuliana arrancó pisando el acelerador y gritando: "Ahora".
Frey se fue de bruces contra la cajuela. El escorpión enterró su aguijón en el asfalto, molesto, se incorporó y comenzó a correr persiguiendo el auto.
—Lo sabía —dijo Yuliana manejando y mirando en breves ocasiones el espejo retrovisor—, esa cosa tiene conciencia y nosotros somos sus objetivos.
La chica manejaba de cada vez más rápido, esperaba que Dioney y Lulú encontraran el antídoto. Giraba las esquinas con velocidad, el auto parecía patinar, pero Yuliana recuperaba el control. Por el espejo retrovisor observaba como el arácnido no los perdía de vista, sin importar que más autos pasaran a su lado.
Al verse obligados a salir del fraccionamiento y llevarlo a las afueras de la ciudad, las personas que iban por la calle y los autos que pasaban no podían evitar ver con curiosidad al enorme arácnido.
Era inusual. Quienes contaban con celular con cámara integrada eran los pocos que podían capturar el momento.
—Frey —llamó su prima—, ¿recuerdas que Dioney hizo tiro de práctica con las armas que inventó? Las escondió debajo del tapete de la cajuela —indicó.
—¿Y qué quieres que haga? —Esperaba que no dijera "tienes la mejor puntería de los cinco".
—Tienes la mejor puntería de los cinco —lo dijo.
Mierda. Frey chilló y les dedicó miradas de súplica a ambos primos, pero ninguno se inmutó. Froilán también comprendía el plan.
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Editado: 16.10.2021