Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

11. Desesperación

2008

 

 

En el hospital ya se encontraba Yuliana esperando a que pronto se aparecieran sus padres. La ambulancia que trasladó a sus primos había llegado apenas hace un cuarto de hora. Era la primera vez que Yuliana se sentía aterrada, dolida y tan preocupada. La quebró mirar en ese estado a Dioney y Froilán, a quien también consideraba un hermano. Aún peor, dudaba de su decisión de haber dejado ir a Frey sola a su suerte por Luyana. No estaba segura si hizo hecho bien, pero tampoco podía dejarla sola en manos de sus padres y tíos, mucho menos con el castigo que recibirían.

Frey no tenía nadie más que a sus primos mismos. Y Yuli sabía que el desprecio de los padres de ella hacía su hija, en parte era su culpa y de los chicos. Sin embargo, los primos habían limado asperezas con la niña.

Dejar que Frey regresará sola en la ambulancia con los chicos, era como dejar que los tiburones se la comieran.

Por otro lado, estaba consiente que no podía abandonar a Dioney y Froilán en el hospital. A Yuliana le constaba que lo sucedido era un plan de alguien que los conocía, alguien parecido ellos que los estuvo acechando como presas.

Si fueron atacados con la guardia baja, lo más seguro era que lo volvería a intentar, sin importar de quien se tratase. Yuliana no podía permitirse de nuevo ser descuidada ni por ella ni por su familia.

Sentía miedo por Luyana, no tenía idea de quienes se la habían llevado; por Frey y lo que tuviera que enfrentarse sola y por los chicos y su estado de salud crítico.

Yul permanecía sentada en una de las frías butacas del hospital, recargada sobre sus brazos y estás a su vez de sus piernas. Sus dedos los tenía helados, señal de nerviosismo. Una lágrima amenazaba con salir de su ojo, era una cargada con miedo e impotencia.

Ahí sentada no podía hacer nada para ayudar. Solo le quedaba esperar los fuertes reclamos de sus padres. Y así fue.

Escuchó la voz de su mamá desde el pasillo, levantó la vista en dirección de dónde provenía y vio su sombra. Se apareció su madre, pálida con el pelo desaliñado y rostro desencajado. Se acercó a su hija.

—¡Tu hermano! ¡¿Dónde está?! —La señora tomó a Yul por los hombros.

—¡Yuliana! —Se aproximó por detrás la mamá de sus primas— ¿Dónde está Luyana? ¿Dónde está mi niña?

«¿Y Frey?»  pensó la joven.

—Y Frey —Le recordó su marido.

—Sí y ella, ¿Dónde están mis hijas?

—¡Mi hijo! —Llegó gritando la mamá de Froilán— ¿Dónde está mi hijo? ¿Qué le pasó a mi hijo? ¡En que estaban pensando!

Yuliana no aguanto más y colapso. Se soltó a llorar, llena de impotencia de solo pensar en los rostros ensangrentados de su primo y su hermano. Llena de frustración por no poder decir la verdad y llena de miedo por el paradero de Frey y Luyana.

—Perdón —murmuró con sollozos— perdón, todo fue un accidente —dijo con una voz más alta pero igual de quebrada—. No sabemos cómo sucedió, solo...

—¿Dónde están las niñas? —interrumpió su tío preocupado por sus hijas.

Yul lo miró, estaba serio, pero angustiado, igual que su tía, aunque en el fondo ella sabía que solo se alarmaban por una de ellas, sin compartir la preocupación por Frey.

—No sé —mintió a medias, desconocía el paradero de Lulú y así como solo sabía que su hermana había ido a buscarla.

Vio que su tío se volteaba haciendo ademanes con las manos y como su tía, aturdida, cerraba los ojos, mientras que la mamá de Froilán permanecía angustiada con los brazos cruzados.

—De pronto desaparecieron... —comenzó la chica, pero una vez más fue interrumpida.

—Seguramente fue esa niña —dijo enfurecida la mamá de Luyana y Frey—, se llevó a su hermana y sabrá Dios que cosas es capaz de hacerle.

A Yuliana le parecía increíble que aun en los en estos momentos pensará lo peor de su hija mayor y aún más triste, creyera que sería capaz de dañar a su hermana.

—Frey no lastimaría a Luyana —Yul defendió a su prima—. Alguien se las llevó. —«Mejor dicho, a Lulú»— No sé cómo paso.

—Debemos ir con la policía y levantar una ficha de búsqueda —sugirió su tío.

—Tienes razón —respondió su esposa. Ambos se alejaron acelerados y apenas se fijaron en los demás.

—Y a tu hermano ¿Qué le paso? —volvió a preguntar su mamá.

Sus ojos cafés la penetraron, estaba furiosa. Tanto Yul como Dioney habían heredado su mirada, no quería imaginarse de que manera hacían sus primos para soportar la vista de ella cuando estaba a cargo.

—¿Y mi hijo? —secundó su tía.

—Bajamos a una tienda de conveniencia y otro coche los embistió con ellos dentro del auto —soltó Yuliana, no sabía cómo iba a decir la verdad o si es que podía decirla.

Un ente misterioso se llevó a mi hermano y mi primo porque tenemos superpoderes y ahora es un enemigo nuestro. No podía, ¡Era una locura confesar algo así! Quería mantener el secreto que se hicieron los cinco.

—¿No se estacionaron de manera adecuada? ¿O qué? —gritó enfurecida su mamá.

—No recuerdo —respondió Yul en un susurro.

Ambas mujeres hicieron gestos lamentables, la joven comenzaba a imaginarse que el regaño sería mucho peor que el de la fiesta.

—Mi papá...

—Viene en camino. Está furioso contigo —respondió su madre—esperemos a que tu hermano salga de esto y entonces veremos cuál será el castigo.

—Asumiré toda la responsabilidad. —Yul se apresuró, pero enseguida calló con la mirada penetrante de su madre furiosa.

—El castigo no es solo contigo —le amenazó—, será para los cinco.




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