Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

12. Nila

—Hola, Frey.

Frey frunció el ceño y lo paso de largo, siguió avanzando ignorando el saludo. Escuchó un sonido entre los árboles, pero continuo con su camino. De nuevo una sombra bajó y se posicionó frente a ella; era el niño.

—Vine a ayudarte —soltó—. Yo...

—Lárgate —arrebató Frey con furia—. No necesito tu ayuda.

Kou la observo un momento, imaginaba que diría algo así, pese al poco tiempo, la conocía bien.

—No sabes a lo que te enfrentas —insistió el joven.

—¿Tu sí? —Fue la respuesta molesta de Frey.

Kou dudó antes de hacer otro comentario. Pensó sus palabras con cuidado y habló después de un silencio incómodo.

—Mis intenciones son...

—¿Honestas? —interrumpió la niña— La última vez que tus intensiones fueron honestas me abandonaste. Desperté sola y herida.

Kou no respondió, tenía motivos para estar furiosa con él.

—¿De qué lado estas? —juzgó ella.

—¿Qué?

—¿Cómo sabías donde encontrarme? ¿Con quién trabajas?

Kou entendía que no lograría convencer a Frey a la primera, pero tampoco iba a abandonarla. No podía hacer esto sola, así que necesitaría toda la ayuda posible y ahí estaría él.

—No hay tiempo, debemos... —insistió de nuevo, pero igual lo interrumpió.

—¿Dónde está? —Las preguntas de la niña eran duras y amenazantes, soltadas de golpe— ¿Dónde tienen a mi hermana?

—Yo... No lo sé

Frey río con sarcasmo.

—Entonces ¿Qué haces aquí? O... ¿No estarás ayudándolos a ellos?, ¿Viniste para entregarme también?

—¡No es así!

Cada vez más, ambos niños alzaban la voz, sin percatarse que las criaturas de la noche acababan de localizarlos. Una a una comenzaron a aterrizar en los lugares más próximos a ellos, como si de explosiones se tratara. Los gritos ensordecedores empezaron a emitirse y ambos niños miraron a su alrededor. Cuando Frey se dio cuenta de que se ponían de pie, no lo pensó dos veces y echo a correr, aunque eso implicará dejar de lado su discusión con Kou. Este tampoco lo dudo y huyó pisándole los talones a Frey.

Ambos aceleraron sus pasos con las bestias por detrás, la niña creyó conveniente volverse invisible otra vez y así despistarlas, aunque Kou corriera el riesgo. Sin importarle lo hizo y desvió su paso. Entonces el niño puso especial atención a sus pisadas, después sacó un artefacto de su cinturón y este lanzó una cuerda al árbol más cercano. Jaló el gatillo y lo elevó entre las ramas.

Frey observó todo desde abajo en su forma invisible. Las criaturas se dieron cuenta y lanzaron un grito desgarrador como el utilizado antes para dar con la niña, pero esta vez ella se preparó.

Justo a tiempo, encerró a la criatura gritona en un campo de fuerza minimizando el impacto de su grito. Después pensó que hacer para deshacerse de las otras. Aún no era experta con sus poderes, por lo que pronto la invisibilidad desapareció dejándola a la vista de otra de las criaturas. Esta al verla se le abalanzó encima, pero no llegó a tocarla.

Frey con los ojos bien abiertos veía como el monstruo caía frente a ella. Estaba herida; Kou había saltado a defenderla desde las ramas de los árboles. El niño hizo una cortada limpia en la nuca de la criatura con una de sus navajas, después dio una voltereta y cayó un metro detrás de esta. «Claro, el sí trajo armamento», pensó Frey.

Ella veía todo, al tiempo que con una mano sosteniendo el campo de fuerza y con la otra libre, para cuidarse de otro ataque.

Mientras que la criatura que Frey tenía atrapada luchaba por escapar, dos más aparecieron; una se arrojó a ella, la otra contra Kou.

La niña le aventó un campo de fuerza a la bestia, golpeándola y haciéndola retroceder. Al mismo tiempo, Kou se defendía como podía con las navajas que cargaba consigo. Se sintió a salvo tras herir y hacer retroceder la criatura con la que peleaba. Sin embargo, esto no acababa. Por detrás Frey veía con horror a la primera bestia herida levantarse como si nada, la misma a la que Kou había atacado en la nuca.

Asombrada y asustada, Frey gritó a Kou:

—¡Rápido, dame algo para defenderme!

El chico obedeció y le lanzo una de sus navajas, pero está no llegó.

La primera criatura se interpuso y aunque se clavó en su pecho, no se inmutó, por el contrario, se levantó con normalidad y se dio la vuelta mirando a Frey.

Kou quiso acercarse a su rescate, pero detrás sintió como la bestia que había vencido hace un momento, de igual manera se levantaba.

Frey se vio en la necesidad de soltar a la criatura atrapada en el campo de fuerza; la recién liberada y la recuperada se abalanzaron sobre la niña quien tuvo que escapar hundiéndose en el suelo. Ambas criaturas chocaron.

Frey reapareció a un costado de Kou, frente a la otra bestia que estaba por darle un zarpazo con su grande, huesuda y afilada mano negra.

Frey tomó del brazo a Kou y en un rápido movimiento se hundieron en el suelo escapando de las bestias de la noche.

Reaparecieron metros delante colina abajo. Justo donde terminaban los árboles e iniciaba el descenso hacia el campo.

Se escondieron entre los troncos. Frey puso un dedo sobre sus labios en señal de silencio, Kou entendió. Avanzaron un poco, con cuidado de no asomarse y seguir bajando sin resbalar, pero el gusto no duró mucho.

De frente una gran bola de fuego golpeó justo donde pisaban y la fuerza de la explosión los hizo caer.

Ambos niños rodaron hasta llegar a las faldas de la colina. Llenos de moretones y raspones, tierra y ramas. Intentaron levantarse y seguir huyendo, pero el grito horrendo de las criaturas ahogó el silencio y ambos vieron como estas salían de entre los árboles, dispuestas a ir por ellos.

Débiles de la caída, Frey solo alzó una mano y creó un domo que los protegiera de las bestias. Las cuatro chocaron y un par cayeron de lado, pero al tiempo se levantaron y atacaron la protección que Frey había interpuesto. Dentro solo podían ver sus puntiagudas patas y dedos rasgar el campo de fuerza mientras emanaban horripilantes chillidos.




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