Frey siguió el rastro que las llamadas Tzitzimimes trazaron para ella. Dos pasos por detrás, el joven asiático Kousei le seguía. Frey se mantenía callada mientras el chico pensaba que decir para romper la tensión. Hasta hace un año su amistad se estaba formando con un lazo muy fuerte, ahora por su culpa ella no quería hablarle.
—No fue intención irme —comenzó él—. Tenía que hacerlo, tú no entiendes, pero...
—Cállate —espetó la niña— y deja de seguirme.
Kou enmudeció un momento antes de volver a insistir.
—Tienes que oírme.
—No quiero —interrumpió de nuevo aun sin detenerse o siquiera mirarlo—. Puedo hacer esto sola.
—Me necesitas. —Frey se detuvo de golpe, volteó a verlo y lo encaró. Él podía distinguirla aun con la poca iluminación.
El viento comenzó a soplar y de nuevo las nubes se acercaron, cerrando el paso a la escasa luz entrante de la luna. El ambiente se volvió denso, frío y húmedo. Estaba furiosa y el chico lo sabía.
—¡No! —respondió con evidente enojo, tanto que heló a Kou—, ¡No te necesito y no necesito a nadie! —gritó furiosa. Un gran estruendo en el cielo acabó el silencio y de nuevo un relámpago iluminó sus rostros. Los ojos de Frey brillaron azules.
Todo el enojo, toda la frustración y todos los sentimientos que había estado abonando ahora estallaron con el comentario de Kousei.
—Lo siento —se disculpó el chico— no quería decir eso...
—Tú nunca quieres decir nada.
Kou calló de nuevo, pensando en sus siguientes palabras. Frey se dio la vuelta y siguió su camino, el brillo azul desapareció de sus ojos. Kou se quedó ahí un momento, suspiró y después avanzó volviendo a seguirla.
—Quería respuestas y estaba enojado —se sinceró, pero Frey no se detuvo—. Solo quiero encontrar asesino de mis padres, quería... quiero vengarme —confesó con un hilo de voz.
El aire tempestuoso había desaparecido, aun si hablaba bajo, pero lo suficiente audible. Sin embargo, eso a Frey no le importó mientras seguía caminando.
—Tú sabes lo que siento.
—Yo no siento rencor —contestó ella con frialdad—, ya no.
—No es lo que me pareció ver cuando amenazaste aquella chica.
Frey se detuvo y ladeó su cabeza molesta.
—Se llevó a mi hermana. La situación es diferente.
Kou le dedicó una mirada consternada a Frey. Hubo otro breve silencio, era cierto, la niña estaba furiosa y desconfiaba del chico, pero él también había regresado con sus más sinceras intenciones dispuestas a ayudar.
—Solo... solo quería encontrar a culpable, si yo quedaba aquí jamás lo sabría. No pensé hacerte daño, tú y tus primos, ustedes son gran familia, pero...
—Pero no somos tu familia.
Aunque Kou no estaba dispuesto a aceptarlo, le dolía lo que Frey acababa de decir. Era cierto, no eran su familia. Al menos no biológica, pero cuando convivió con ellos, supo que le hubiera gustado ser parte de su familia y sin embargo... lo arruinó.
—No nos consideras así ¿cierto? —cuestionó la niña— ¿No es lo que ibas a decir? Porque yo sí te consideré un hermano, creí que te sentías igual.
—Perdón —susurró Kou.
Aunque Frey le daba la espalda agachó la cabeza apenada.
—No confío en ti.
Kou hizo una mueca, pese a que lo sabía le dolía escucharlo.
—Yo sé y yo no espero que perdones pronto, pero estoy dispuesto demostrarte que puedes confiar mi de nuevo. Vine ayudarte...
—Me abandonaste —volvió a decir Frey con rabia, se dio la vuelta para encararlo, tenía los puños cerrados—. Desperté sola a mitad de la nada, con raspones y una herida en el tobillo. Cuando mis primos me encontraron se enojaron tanto conmigo que esa fue la razón por la que acordaron no usar más los poderes. Esperé a que volvieras y me dieras una explicación o mínimo una disculpa... pero jamás regresaste.
Kou se quedó callado admitiendo su culpa. Una mirada de arrepentimiento cruzó su rostro, agacho la vista, Frey tenía toda la razón del mundo de estar enojada. Era difícil para él aceptar esto, pero era necesario reconocer su falta si quería su confianza de nuevo.
—Agradece que Dioney no puede leer mi mente, de lo contrario, ellos también te odiarían tanto como yo.
Kou levantó la cara, Frey no les había contado nada y cargo con toda la responsabilidad. Ahora sentía más culpa que antes.
—Mi familia me necesita. No necesitan un falso primo que nos abandona en el peor momento.
—¡Tienen más enemigos! —soltó el joven de la nada, el sentimiento de culpa lo había dominado— Como dijo Nila, ella no ser su única enemiga, hay más.
Frey se acercó a Kou, era unos centímetros más alto, cosa normal, pues el chico era mayor por año y medio. Sin embargo, la niña emanaba valentía y no tenía miedo de él.
—¿Qué quieres decir? —preguntó molesta.
—Me fui y conocí gente, personas interesadas en ustedes, son... Especiales y los desean a cualquier costo.
Frey meneó la cabeza escéptica.
—¿Y ahora vienes a hacerte el héroe salvando a mi hermana y a mis primos? No te creo.
—No quiero ser héroe, quiero ayudar.
—Más ayuda el que no estorba.
La niña se dio la vuelta molesta.
—No entiendes —Kou insistió—, son peligrosos.
—Yo también lo soy.
—El accidente lo causaron esas personas. Nila aprovechó oportunidad de acercarse...
—¿Por qué debería confiar en ti? Al parecer sabes mucho.
—Porque... ustedes son la familia que me queda.
Frey no se giró para verlo, se mantuvo callada y dándole la espalda ante tal confesión. Sin ver a Kou sospechaba que el chico tenía el rostro apenado y no se equivocaba, pero el enojo de ella podía más que su razón y había sido una noche difícil como para confiar.
—Debiste pensarlo antes de traicionarme —respondió tajante—. Lárgate o dime de quién se trata.
Kou titubeó. Era cierto, sabía cosas, pero no estaba seguro de todas ellas y la manera de confesar la información que tenía. Tanto su vida como la de los Viera estaban en juego, así que debía ser más inteligente si iba a empezar a soltar la información que conocía.
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Editado: 16.10.2021