Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

18. Emisarios

Frey no comprendía lo que Cris había querido decir.

—Ellos —señaló el niño con la luz cada dibujo— son los dioses que dieron sus vidas para detenerla: La leyenda dice que lograron escapar de la Mariposa de Obsidiana y reunieron a cuatro fuertes guerreros para convertirlos en sus emisarios. Cada uno tiene un glifo debajo representando los dones que les concedieron.

Frey vio el dibujo similar al de una mujer con el glifo que asemejaba al agua, perpleja, miró sus manos y después regresó su vista al resto del mural. Cristian comenzó a alumbrar hacia la parte superior derecha; la diosa con alas de mariposa estaba frente a los guerreros elegidos y por último el lado inferior tenía un dibujo de una vasija y a los cuatro emisarios con ella.

—Ellos fueron muy valientes y pelearon liberando a los hombres del poder de la Mariposa de Obsidiana. La diosa se resistió, pero ellos fueron más fuertes y lograron vencerla, encerrándola en una vasija hecha por alfareros y hechiceros; De este modo se ganó la guerra contra Itzpapalotl. Entonces se decidió que los poderes de los dioses se heredarían hasta encontrar a los siguientes emisarios, solo así la humanidad tendría protección siempre.

—¿Quiénes fueron? —preguntó Frey en un tono apenas audible, la impresión le impedía hablar con fuerza— ¿Los dioses que dieron sus poderes?

Cristian volvió a señalar con la luz las figuras de colores.

—Los dioses duales del agua y el fuego y los dioses de las flores y el viento: —Enfocó en cada dibujo comenzando con los de color rojo— Xiuhtecuhtli y Chantico.

Cris señaló las figuras de rostro rojo con negro y el de rostro rojo con amarillo, en ambos resaltaban vestimentas en rojo y adornos en las cabezas.

—Eran los dioses duales del fuego, esposo y esposa. Los dé a lado fueron Tláloc y Chalchiuhtlicue; —Pasó la luz a los dibujos de color azul y turquesa con adornos en los mismos tonos— El dios de la lluvia y la diosa de las aguas, ríos y lagos. Después está Xochiquetzal.

Pasó la luz a la figura de vestimenta roja, piel amarilla, tocado y adornos en verde.

—Ella fue la diosa de las flores y por último Ehecatl; el dios del viento. —Alumbró el dibujo con cuerpo negro y vestimenta en color rojo, amarillo y blanco— No se sabe cómo escaparon, pero los dioses de la naturaleza estaban libres de las garras de Itzpapalotl. Ellos fueron quienes cedieron sus poderes a los cuatro guerreros para derrocarla.

—¿Y todo esto que tiene que ver conmigo? —preguntó Frey.

Cristian volteó a verla y le señaló con el dedo su collar, después apuntó la luz al centro del mural. Los dibujos eran cuatro piedras de distintos colores, cada una con una forma y un glifo único. Frey reconoció el dibujo que representaba una gota, entonces empezó a sentir como el aire le faltaba.

—No es cierto... —susurró la niña atónita.

—Los dioses transfirieron todo su poder en cuatro piedras preciosas —Cris retomó la explicación—; jade para la diosa de las flores, ónix blanco para el dios del viento, turquesa para los dioses acuáticos y ámbar para los de fuego. Tu collar, —El niño señaló la joya y después el mural— es una de esas piedras preciosas que se usaron para transferir los poderes. ¡Tú debes ser uno de ellos! —exclamaba emocionado.

—¿Una guerrera? —preguntó Kou.

—Una emisaria de los dioses —respondió Cris.

Describir las expresiones en los rostros de Frey y de Kou es corto a comparación con lo que sentían en esos momentos. Ambos no eran más que niños que se obligaban a entender fuerzas inexplicables que los rodeaban, esto iba más allá de lo jamás imaginado en sus vidas. Frey no cabía de la perplejidad y Kou trataba de comprender algo que nunca había oído. Una opresión en sus pechos, el aire circulando más rápido en sus pulmones y sus corazones latiendo a gran velocidad son solo pocas de las sensaciones que tenían en ese momento. Para Cristian era normal, había aprendido las leyendas hace apenas dos años, sin embargo, él no era partícipe de dicha historia.

—No —dijo Frey—, no puede ser...

—¡Lo es! —Cristian irradiaba entusiasmo— La pirámide se abrió sola apenas la tocaste y tienes un artefacto de los dioses. ¡Debes ser una emisaria de ellos!

—Respóndeme algo —pidió Frey—. ¿Existe alguna leyenda que diga que solo uno puede quedarse con esos "dones"? ¿Qué hayan sido escogidos por una fuerza divina y el ganador conserva su poder y el de los demás?

Cristian puso cara de incredulidad, lo mismo Kou ¿de qué estaba hablando?

—No, no hay ninguna leyenda así.

—Entonces no puedo ser una emisaria —respondió ella negando la lo acababa de oír.

—Claro que puedes ser. La leyenda dice que cuatro jóvenes guerreros se alzarán de nuevo si la Mariposa de Obsidiana escapa de su encierro. Los poderes de los dioses regresarán en la siguiente generación que corresponda.

—¿Por qué volvería? —El corazón de Frey empezaba a acelerársele de la impresión, se negaba a aceptar esta leyenda como origen a sus poderes.

—Bueno algunas comunidades dicen que regresará cuando su tiempo en la vasija expire, otras versiones apuntas que puede ser descubierta y liberada por error y otra dice que... bueno... —Cristian dudo en continuar.

—¿Dicen qué cosa? —Frey exigió saber.

—Otras versiones dicen que regresará cuando uno de los guerreros traicione a los otros tres.

Frey palideció y empezó a retroceder buscando en que apoyarse. Los dedos los sentía helados, una opresión en el pecho le impedía respirar con normalidad. Su cabeza estaba aturdida como si acabará de recibir un fuerte golpe. Kou observó a su amiga, jamás la había visto así de aterrada, incluso Cristian se percató de su reacción y eso le preocupó.

—Estás bien? —Kou se acercó a ella.

—No, ¡Santo cielo! —Se quejó la niña colocando sus manos en su rostro— Si no me da diabetes por comer tanta azúcar me va a dar por la impresión que estoy sintiendo ahora mismo.




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