—No, está chica lucía distinta.
Yuliana analizó la descripción. Tenía razón, secuestraron a Lulú con un propósito, pero si no era Nila, eran otros enemigos que también tuvieron sus antepasados.
—Yul —llamó Froilán sacándola de sus pensamientos— ¿Cómoestá Dioney?
La chica entrecerró los ojos y la sensación de tristeza le invadió una vez más.
—Mi hermano está en coma.
—Froilán se sorprendió y también se entristeció. Recordó a Dioney y todas las veces que juntos jugaron partidos de futbol o videojuegos. Las salidas con amigos y las ocasiones que se peleaban por la carne de la comida. Aunque Froilán era hijo único, sus primos eran como sus hermanos.
—Saldrá de esta —afirmó el chico—, él es muy fuerte.
—Fro, tú y Dioney estaban muy graves, Luyana desaparecida, Frey se fue arriesgándose a buscarla y yo me quedé, aquí, sola sin ustedes. Perdón por no saber cuidarlos.
Yuliana era la mayor de los cinco y la única que estaba ilesa. Era natural sentirse inútil e impotente, casi perdía a su familia y no podía hacer nada más por ellos.
Froilán la miro y se acercó un poco, lo poco que las máquinas y su cuerpo le permitían.
—¡Hey! Ustedes son como mis hermanos e hiciste lo que pudiste. Yo estaré bien, Dioney también lo estará. Ahora ve a buscar a las niñas.
Yuliana alzó la cara asombrada.
—¿Qué dijiste?
—Que vayas a buscarlas, ya hiciste lo que pudiste con nosotros, no puedes dividirte en dos, aunque quisieras. Sientes que nos has fallado, pero no es así, eres nuestra prima no nuestra madre. Siempre has estado con nosotros.
Yul no cabía ante aquel acto de valentía de parte de su primo y sí, lo consideraba de valentía, porque hoy más que antes pensaba en proteger a su familia.
—Ya nos cuidaste a Dioney y a mí, ahora, por favor ve por Frey y Lulú.
El rostro preocupado de la joven se relajó, su primo le había transferido la misma confianza que ella le había dado a Frey antes de partir y eso se lo agradecía.
—Sé que Frey es fuerte —continuó el chico—, pero también te necesita. Anda ve por ellas. Nosotros estaremos bien.
—Pero, mi hermano...
—Pasa a verlo antes de irte, explícaselo, es más inteligente de lo que parece —bromeó Froilán, su prima también sonrió—. Él entenderá.
Yuliana no dijo nada. Cambió su expresión por una más firme y asintió con la cabeza, pronto sintió como toda la fuerza que la caracterizaba volvía a ella. Necesitaba a su familia, ahora uno de ellos le daba la seguridad que las cosas estarían bien y quiso creer.
—Iré tras las niñas, las traeré de vuelta y los cinco nos reuniremos juntos de nuevo.
Froilán sonrió y Yul también. Se levantó, le deseó que siguiera recuperándose a su primo y salió en dirección a la habitación de Dioney. Al entrar vio a su padre y madre, pidió unos minutos junto a su hermano, se los concedieron.
La chica se acercó a él y le habló con esperanza, pero también con seguridad.
—Hermanito —susurró—, hermanito me disculpo por no poder protegerte. Fallé como hermana mayor —sollozó—, Froilán dice que hice lo que pude. Yo vine con ustedes y dejé solas las niñas. Luyana desapareció, estoy segura de que la secuestraron, envié a Frey, a su rescate, pero también me necesita. Las dos me necesitan.
Hizo una pausa y tragó saliva.
—Perdón por irme, sé qué harías lo mismo en mi lugar. Por favor despierta, Froilán te necesita, las niñas también y yo sin duda. Somos un equipo, somos una familia, los cinco.
Lágrimas deseaban salir, pero Yul las sostuvo, al menos la mayoría.
—Te aseguró que las encontraré y estarán con nosotros para cuando despiertes. Te lo prometo.
Con esto Yul se levantó y se despidió de su hermano, antes de salir le dedico una última mirada de llena de esperanza y dio la vuelta sin siquiera darse cuenta de que Dioney movía un dedo en el momento de su partida.
***
Antes de salir del hospital, Yuliana recordó las palabras de su tía "Tendrás una visita". Dudosa si confiar o no, optó por esperar afuera del lugar. Se acercó al área de estacionamiento, con nerviosismo y desconfianza. No había nadie, era un gran terreno al aire libre con autos vacíos. En la entrada solo se encontraba una caseta de cobro.
La chica esperó alrededor de diez minutos antes de decidir regresar a casa. Lo siguiente que quería hacer era tomar una mochila, guardar ropa, comida y quizá algunas de las armas inventadas de su hermano y partir a por las niñas. Aún se negaba en abrir por ella misma el diario, pero tendría que hacerlo si quería saber a dónde debía dirigirse.
Miró el reloj, pronto serían las seis de la tarde. El aire recorrió su cuerpo, la ciudad era conocida por tener constantes corrientes, por algo era llamada la Bella Airosa. Sin saber a quién o que esperaba, Yul comenzó a caminar directo a la salida y tomar el primer taxi que la llevará a casa.
—Hola, Yuliana —dijo una voz detrás de ella.
La mayor de los cinco se dio la vuelta, reconocía esa voz.
—¡Tú! —respondió furiosa— ¡¿Qué le hiciste a mi familia?!
Las manos de Yuliana empezaron a emitir bolas de energía y sus ojos se iluminaron de un verde brillante. Estaba enojada, bastante, quizá Frey tenía razón, enemigos del pasado habían vuelto.
—Tú fuiste...
—Yo no hice nada —contestó Nila de manera apacible—. Sí, me llevé a la pequeña, pero no, yo no ocasione el accidente de tus primos.
Yuliana sonrió con sarcasmo antes reír.
—¿No te creo? Si no fuiste tú ¿Entonces quien fue?
—La hermana de la diosa encerrada en la luna —respondió con una sonrisa.
Las bolas de energía desaparecieron de las manos de Yul y el brillo de sus ojos también disminuyó. La miró con escepticismo, ¿acaso se estaba burlando de ella?
—Te diré lo mismo que le dije a Frey —agregó Nila—. Nosotros no somos sus únicos enemigos.
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Editado: 16.10.2021