Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

31. La casa abandonada

Los tres mayores que volaban llevando a los demás comenzaron a tambalear. A Frey le costaba aferrarse a Froilán.

—¿Qué sucede? —preguntó Cristian alterado, si Yul y Dioney no se recuperaban, él y Kou también tendrían una estrepitosa caída.

—¡La siento, es Lulú! —dijo Frey entre jadeos.

Kou recordó que ella y todos sus primos podían sentir el dolor del otro. Si Luyana estaba siendo lastimada, ellos cuatro compartían la sensación ahora mismo.

—¡Desciendan! ¡No resistan! —gritó Kou.

Y eso hacían, a ritmos inexactos descendían lo que el dolor les permitía. Yul, como pudo intentó crear lianas desde el suelo que le ayudaran a bajar a los tres niños que no podían volar, pero pronto vio como Dioney se desplomaba, entonces Frey alzó una mano con la que hizo un campo de fuerza metros antes del suelo, alcanzando a atrapar a su primo.

—¡Kou, Cris! ¡Ustedes primero! —ordenó Yuliana quién se veía fatigada haciendo un esfuerzo contra el dolor.

Ambos obedecieron y empezaron a bajar, pero pronto fue el turno de la mayor de los Viera al verse afectada. La planta tambaleó, Kou se dejó caer y de no ser por las habilidades que le había enseñado su tío, bien se habría lastimado. Después fue el turno de Cris, tenía menos gracia en sus movimientos, pero igual salió ileso.

Frey colgaba de su primo, de un brazo se aferraba mientras del otro aún mantenía a Dioney. Sabía que, si Froilán se desvanecía, ella caería con él, pero seguían estando metros encima del suelo. La niña dudó que hacer y cuando su mano resbalo del cuello de su primo, estuvo a punto de caer.

—Te tengo —dijo Froilán quien alcanzó a tomarla.

Este, al sentir como Frey se soltaba de él, se apresuró a sostenerla y a medias creó un tobogán de hielo donde su prima pudo caer, Kou alcanzó a sujetarla al final amortiguando el impacto.

El dolor de los Viera se detuvo y los chicos se observaron aún nerviosos. Los niños se miraron esperando estar todos bien. Yul que se aferró a la liana, se aseguró de no haberle hecho algún daño a Kou. Sintió su mano sudorosa. Ni siquiera se percató que sudaba hasta que la situación se calmó.

Era sudor frío, todos estaban nerviosos. Los dos jóvenes descendieron de su vuelo, Cris y Kou miraron a su alrededor, a las casas vecinas, que nadie los hubiese visto, pero al parecer los habitantes aún permanecían dormidos, puesto que no eran ni las siete de la mañana.

—¿Qué sucedió? —preguntó Cris.

—Era Lulú —respondió Yuliana—. Pude sentirla, su dolor...

—Lo que uno siente lo sienten todos —explicó Kou.

—Además nos trajo aquí —señaló Dioney.

Miraron a sus espaldas; La Mansión Embrujada hacía presencia ante ellos.

—¡Oh no! —expresó Frey.

Sus ojos se iluminaron de un destello azul. Poseía el extraño don de ver visiones de un futuro muy cercano y justo ahora estaba teniendo una. La niña de doce años se giró un momento queriendo ocultar su rostro. Sus visiones eran precisas y casi nunca podían ser impedidas. Tenían un alcance de segundos a cinco minutos, es decir, que solo eran una advertencia de lo que podría suceder en los próximos momentos.

—¿Qué ves? —preguntó Froilán quién notó la mirada aterrada de su prima.

—Vámonos de aquí. ¡Ahora! —gritó Frey tratando de levantarse.

Estaban a unos metros de la casa cuando el suelo comenzó a temblar. Las rejas detrás de ellos se abrieron y unas ramas salientes del pasto se acercaron causando peligro hacia los chicos. Lo que conocían como Casa Abandonada estaba dispuesta a tragarlos y no solo el inmueble, sino la misma liana que había creado Yuliana para su caída.

—¡¿Qué pasa?! —exclamó esta bastante aterrada.

Intentó alejarlas con su poder, pero la naturaleza no respondía. Era la primera vez que alguna planta o árbol no le obedecía y no entendía el porqué. Cuando se dio cuenta, ya estaba siendo arrastrada dentro de la propiedad y no solo ella, podía ver que sus primos, su hermano, Cris y Kou también sufrirían el mismo destino.

Enseguida Dioney comenzó a utilizar sus poderes de fuego, existía el riesgo que los vecinos los vieran, pero sus vidas ya corrían bastante peligro como para preocuparse por el que dirán. Lo mismo actuó Froilán con sus habilidades, congelando y evitando que se le acercaran las ramas.

Yuliana, hizo lo propio con sus dotes de la tierra, trataba de hacer que las enredaderas la soltaran o en su defecto atacarlas con otras, pero por cada nueva que levantaba para defenderse hacían justo lo contrario. Pronto llegó Dioney a su rescate, quemando con sus manos las ramas salientes.

Por detrás se escuchaban los gritos de Froilán, Frey, Kou y Cris siendo sacudidos por la tierra que les impedía moverse. Pero esto apenas comenzaba. A mitad de calle se abrió una gran abertura que impidió el paso para que Frey llegará a Froilán y mucho menos a ambos niños que se habían quedado juntos ante el peligro.

—¡Salta Frey! —le gritó Froilán esperando que lo hiciera.

—¡Alcanza a Yul y Dio, puedes volar yo no! ¡Trataré de atravesar el suelo!

Su primo asintió y como pudo se puso de pie para impulsarse y alcanzar a los otros. Sin embargo, dos enredaderas que salieron de entre la tierra lo atacaron.

—¡Auch! ¡Quema!

—Lo siento, no encuentro otro modo de liberarte.

Dioney que intentaba auxiliar a su hermana atacando con fuego las enredaderas no se percató que una rama grotesca estaba por atraparlo.

—¿De dónde salió todo esto? —gritó Yuliana con desesperación.

—¡No tengo idea! —contestó su hermano.

Más y más ramas y pasto creciente se levantaron para atrapar a Yuli. Esta forcejeaba tratando de volar, mientras Dioney intentaba de pelear y quemar, pero el dolor también lo percibía su hermana.

Xochiquétzal —escuchó Yuliana susurrando en el viento.

Dejó de forcejear y la mirada se le tornó perdida, hipnotizada. La liana que la tenía atrapada descendió hasta el suelo y como si de arena movediza se tratase, la chica fue tragada por la tierra y desapareció así de la vista de su hermano.




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