Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

32. Despierta

Cuando Kou abrió los ojos, se encontraba frente a las escaleras principales y detrás de la puerta de la casa. Cristian estaba a un costado suyo. Parecían dormido.

—¿Cris? —Aturdido, meció al niño intentando despertarlo— Hey Cris, despierta.

—¿Estamos dentro de la casa? —susurró esté simulando estar dormido.

—Eso parece.

—Cuando abrí los ojos vi sombras pasar por allá —dijo señalando una de las habitaciones continuas, no tenía puerta y la entrada era un arco que daba vista hacia la cocina.

—¿Por qué susurras? —preguntó Kou.

—Eran como fantasmas.

Kou miró en la dirección que le señalaba, no había nada. No entraba mucha iluminación, pero veía con claridad que se trataba de una cocina. Sucia, abandonada y llena de polvo. El joven se armó de valor e ignoró creer en la presencia de fantasmas.

—Vamos, levántate —dijo—. Tenemos encontrar a Frey y primos.

—No iremos hacía allá, ¿verdad? —Cris se refería a la cocina donde vio sombras.

—No, antes buscar en otras habitaciones. ¿Escuchaste algo más?

—Pisadas en la parte de arriba.

—Bien. Iremos allá primero.

Tomó la mano del niño y le ayudó a levantarse. Lo miró con determinación, aunque por dentro el temor le recorría, seguido se decía que debía ser valiente por los demás. Algo en el ambiente le advertía que estaban por lidiar contra alguien fuerte y poderoso, similar a Frey y su familia, pero que a su vez era distinto.

Los dos niños caminaron hacia las escaleras, pasando de largo la entrada a la cocina, ninguno se atrevió a mirar si algún espíritu habitaba dentro. Escucharon trastes colocarse sobre el comedor interior y pequeños pasos, pero tanto Cris como Kou trataron de mantener la calma, aunque el primero hacía un gran esfuerzo soportando las ganas de gritar y salir corriendo.

A medida que subían los escalones, Kou sintió una corriente de aire helado que lo detuvo por un momento.

—¿Qué sucede? —se preocupó Cris

—Nada —contestó Kou—. Solo sentí un escalofrío. No detengamos.

Cristian obedeció y suprimió un grito. Subieron hasta el segundo piso, dejando atrás los peldaños donde acababan de detenerse.

Llegando arriba, escucharon un par de puertas cerrándose una frente a otra en el pasillo. Ambos intercambiaron miradas sospechosas. Kou le señaló con la cabeza la dirección a donde se irían. Cristian suspiró.

Sin tocar nada, se adentraron al pasillo con la intensión de abrirlas. Los dos cruzaron miradas de asentimiento, pensaban lo mismo; pelear en caso de ser necesario. Kou tocó la perilla de la puerta de la derecha, giró el picaporte y la abrió... nada.

Un cuarto vacío con un manojo de llaves. Miró por encima de su hombro a Cris, este ya no lucía miedo, pero sí incredulidad. Se adentraron solo un poco, uno de los muebles tenía una nota en manuscrita:

—¿Dónde están los diarios? —Leyó Cris en voz alta tomando el papel entre sus dedos.

—La pregunta ser ¿Dónde están Viera? —repuso Kou.

Cristian levantó el manojo de llaves, el piso lleno de polvo tenía marcas de manos que fueron arrastradas, Kou prestó especial atención. De pronto un chillido horrible inundó la casa y al poco tiempo no fue solo uno, sino más que comenzaron a unirse.

Eran las Tzitzimimes que estaban llegando.

***

—Yul, Yul despierta. Vamos, despierta.

Yuliana sintió el zarandeo de su primo, con lentitud abrió los ojos, desorientada. Froilán se hallaba a su lado. El lugar se veía oscuro, entraba luz de la ventana. Luz naranja. Quizá estaba por amanecer. No reconocía su entorno; un cuarto abandonado, muebles viejos, una cama cubierta por una ligera capa de polvo y demás accesorios de una habitación.

—¿Dónde estamos?

—Esa es la cuestión —dijo Froilán—. Lo último que recuerdo es haber sido tragado por la casa y después oscuridad. Desperté y te vi dormida. Hay que buscar al resto.

Entonces pequeños destellos vinieron a su mente. Era cierto. A Frey, sus amigos y los chicos los estaban atacando. Bien pudieron escapar, pero conociendo a su prima sabía que se encontraba dentro de la casa para rescatarlos.

Ahora podía recordar con mayor claridad haber sido tragada por una arena movediza... esperen... ¡La ciudad no tiene arenas movedizas!

—¿Cómo...?

—Después de ti atraparon a Dioney y luego a mí. Lo último que vi fue a los niños resistirse. Frey lo hizo bien, pero no sé si corrieron con la misma suerte que nosotros.

—¿Qué fue todo eso? —Yul aún sonaba incrédula. Pese haber peleado contra una casa, no cabía en ella lógica de lo sucedido. Aunque tampoco existía lógica en sus dones.

—No lo sé. Iba directo a nosotros. No sé si lo sentiste, pero... lo que sea que nos haya atrapado, era como...

—Como nosotros —completo Yul la frase—. Lo sé. Esa sensación inusual, que no domina "cosas". Sabe quiénes somos, lo que tenemos y por eso nos atrapó. ¿Crees que sea la diosa?

—Yul, estamos por lidiar contra algo que no conocemos.

La chica sonrió de lado.

—Froilán, desconocemos la mayoría de las cosas que nos rodean.

Un rechinido se escuchó fuera de la habitación. Ambos primos miraron hacia la puerta y decidieron levantarse a revisar. La chica se acercó y colocó de un lado y Froilán del otro. Tomando sus precauciones, ambos prepararon un poco de su poder en las palmas de sus manos.

Entonces Yul agarro la perilla y estuvo a punto de abrirla de no ser porque esta se abrió primero.

La luz entró por la puerta y una silueta se asomó, empezó a caminar adentrándose a la habitación. A medida que se aproximaba su sombra se alargaba, pero la persona era pequeña, un par de coletas y una voz infantil.

—Qué raro, pensé que estaban aquí —mencionó dándose la vuelta. Entonces vio a Yul recargada sobre la pared.

—¿Luyana?

—¡Si están! —chilló Lulú de emoción lanzándose a los brazos de su prima.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.