Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

37. Peligro

A Frey aún le costaba recuperar la respiración. El dolor había cesado. Observó de pronto que una esfera brillante naranja rojiza emergía del piso hasta alcanzar a la Diosa Negra. Esta dejó de ver la luminosidad de la piedra fundida para ver a la esfera recién llegada.

—Saluda a tu primo —dijo, Frey no podía creerlo—. Ustedes se encuentran ligados a mí, por tanto, yo puedo llamarlos con la piedra y vendrán conmigo. Tomaré sus poderes, me recuperaré y volveré a conquistar estas tierras.

Frey no podía dejar de ver la esfera rojiza ni la luz que aún no mostraba el resultado de la piedra fundida.

—Si te unes a mí, una vez que vuelva a ser tlatoani, tú serás mi mano derecha —propuso—. Eres diferente a ellos, más fuerte y peligrosa. Si te lo propones, nadie más volverá a desafiarte. Juntas gobernaremos estas tierras.

La niña no respondió. El brillo de la piedra desapareció y un "toc" sonó sobre la mesa. La diosa volvió su vista; el collar de Frey no se había fundido junto al resto. Consternada, tomó la pieza en mano y se dio cuenta de que era un collar falso de utilería. Era un souvenir comprado en cualquier tienda de artesanías.

Con furia giró hacía Frey: esta había desaparecido. Arrojó el collar contra la pared y emitió un grito colérico. Dos Tzitzimimes entraron a la habitación.

—¡Tráiganme a la niña que traicionó su familia! ¡Ahora! —ordenó enojada.

Las estrellas de la noche obedecieron y acompañadas de un chillido comenzaron su búsqueda en la mansión.

Frey apenas vio que el collar falso no se había fundido, escapó traspasando el piso y cayendo un nivel abajo. Entonces comenzó a correr. Acababa de presenciar lo que la piedra fundida podía hacer, sus primos y su hermana estaban en riesgo. Al mínimo llamado ellos se entregarían a la Señora. Una vez más, la solución recaía en Frey, su collar al no ser fundido no podía clamarla, por lo que quedaba en ella encontrar el modo de devolverla a la vasija.

Sin tener certeza bajo qué dirección seguir, Frey huyó entre los pasillos. Sacó un par de navajas de su cinturón y las sostuvo con fuerza en sus manos por si era necesario.

Una de las Tzitzimimes apareció frente ella, cortándole el paso tras caer de un piso arriba. Frey frenó y dio la vuelta, pero otra más apareció atrás de la misma manera, acorralando a la niña.

Se le ocurrió una idea, corrió de nuevo en dirección hacía al frente, la estrella blandió una de sus garras, pero Frey se barrió antes, abriéndose paso por debajo de la criatura, cortando el estómago y sus patas.

Esta chilló, cayendo de frente. La otra no dudó y fue tras la niña, brincando a su compañera herida. Frey llegó al fondo del pasillo y atravesó la pared adentrándose a otra habitación. La casa era enorme, la Tzitzimime la siguió, destrozando el muro y dejando un hueco. Al entrar busco a la niña, pero no la vio por ningún lado.

Frey se acababa de volverse invisible y aprovechó para escapar por el mismo agujero que la criatura había hecho antes. De nuevo huyó, vio las escaleras y no dudo en correr hacia ellas, pero el gusto le duró poco. Otra punzada como la anterior se hizo presente.

La falta de aire y el indiscutible dolor le impidieron seguir caminando y por ende mantener su invisibilidad. Se trataba de Froilán, podía sentirlo. Se aferró a la pared, pero el sufrimiento era más fuerte. Entonces se dejó caer, estaba a un metro de las escaleras cuando el dolor ceso. Sin embargo, una tercera Tzitzimime la atacó cayéndole encima.

Estando cerca de las escaleras y con la estrella sobre ella, Frey uso su poder de sombra y atravesó de una pirueta, con las piernas impulsadas hacia al frente, a la criatura, pero a su vez, no evitó caer por los escalones.

Un fuerte dolor le invadió todo el cuerpo, el impacto le impido moverse con rapidez, aunque la desesperación podía más. El chillido de la Tzitzimime que dejo arriba le recordó que debía seguir huyendo. Un segundo grito le advirtió que la estrella engañada en la habitación también la había encontrado.

Se dio cuenta de que su navaja cayó lejos de ella, así que se levantó trastabillando para alcanzarla, pero la Tzitzimime de las escaleras le aterrizó encima. La atrapo con sus patas y con las garras alzadas amenazaba con atacarla. Sin poder alcanzar la navaja, se hundió en el suelo una vez más y con ella la criatura.

Aprovechó el acto para dejarla atrapada en el piso, tal y como había hecho en la pirámide con la bestia. Entonces reapareció metros delante tomando la navaja y con un rápido movimiento la blandió defendiéndose del ataque de la otra estrella de la noche que había ido por ella.

Al darse cuenta de la breve libertad que tenía, huyó en dirección a otro pasillo, pero una baldosa maltratada le jugó en contra; la madera se rompió y la hizo caer.

«¿Cuántos pisos tiene esta casa?» Se preguntó Frey.

Trozos de madera yacían a su alrededor. Volvió su vista al hoyo en el techo y vio las sombras de las Tzitzimimes, estás chillaron y después se fueron. Detrás de ella pudo ver que la Tzitzimime que había atorado y cuyas patas colgaban de pronto eran levantadas. Supo entonces que se retiraban.

No le hacía mucha gracia que dejaran de perseguirla, tenía la sensación que algo peor venía en camino, pero a la vez agradecía un momento de paz.

Se levantó con cuidado y observó a su alrededor. Se encontraba en uno de los pasillos angostos y llenos de cuadros. La iluminación seguía siendo tenue.

Avanzo lento y con cuidado, no deseo ver ninguna pintura. Sentía miradas observándola. Los pelos de la nuca y vellos de los brazos se le erizaron.

—Eres una tonta. —Escuchó por detrás.

Se volvió, pero no vio a nadie. Reconocía esa voz. De nuevo, una punzada le afecto y la obligó a arrodillarse. Esta vez supo de quienes se trataban; Yuliana y Lulú. Ambas estaban siendo llamadas por la señora, Frey lo sabía porque el dolor, de por sí insoportable, era el doble de intenso. Se dejó caer al piso y pronto todo se nubló. El malestar la embargo haciéndola perder el conocimiento.




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