Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

42. Es hora

Dioney estaba consciente, sin embargo, aún no abría los ojos. Se concentró en seguir aparentando estar dormido. Llamó mentalmente a sus primos esperando alguno le acompañará despierto.

¿Yul?, ¿Froilán?, ¿Lulú?, ¿Frey?

No hubo respuesta, creyó que aún se encontraban bajo el flujo del hechizo. Se preguntó que estaría sucediendo en ese momento. Pensó en realizar algún plan para salir junto a su familia, pero no tenía idea de la condición en que se encontraban.

Tengo hambre —escuchó una vocecita hablar mentalmente.

—¿Lulú? —preguntó asegurándose que no fuese una ilusión.

¿Dioney? —le contestó la niña.

Dioney se alegró por un momento de no ser el único consciente.

No habrás los ojos, te escucho —respondió.

Cris y Kou habían dejado el pasadizo desde que Frey salió junto a la Diosa Negra. Estuvieron revisando con sigilo cada rincón de la casa y si se topaban con Tzitzimimes, usaban las puntas y flechas de ámbar que el abuelo de Cristian les había dado.

Cuando encontraron lo que buscaban dudaron en regresar a vigilar el sótano, pero creían que era lo mejor mientras Frey no volviera con la diosa.

Al acercarse a la vista oculta del pasadizo, alcanzaron a escuchar las voces de las sirvientas.

—Es hora —dijo Lluvia—. Sentí el llamado de la Señora.

—Adelante —aceptó Nila—.

Cris y Kou intercambiaron miradas, a que se refería con "¿Es hora?" Apresuraron su paso y se posicionaron justo donde la rendija les permitía observar.

Lluvia se acercó a la piedra sobre el pedestal y hablo en un idioma que Kou no conocía.

—Está recitando un hechizo —le explicó Cris—. Náhuatl de milpa alta, una variante distinta a la que hablo, originaria del centro del país.

—¿Entiendes que dice? —preguntó Kou.

—No todo.

De pronto la piedra se iluminó en verde y floto cinco centímetros por encima del pedestal, entonces Yuliana también se vio afectaba brillando su cuerpo del mismo color y de igual forma levitando sobre el suelo.

—Hay que bajar —propuso Kou.

Cris comprendió lo que quería hacer, empezó a gatear siguiendo a Kou. Se acercaron a la salida del pasadizo y se desviaron por otro pasillo buscando la entrada al sótano.

Abajo, Dioney pensaba como despertar al resto de sus primos sin ser visto. Había escuchado la voz de Nila y Lluvia y ahora sabía que acababan de comenzar un ritual o algo parecido. Esto no era bueno.

No quedaba de otra, él y Lulú tendrían que dejar de fingir estar dormidos. Así que le envió una señal a la mente de su prima. Cuando diera la orden se levantarían.

—¿Qué hacen? —escuchó decir a Lluvia.

Tanto Lulú como Dioney sudaron frío. ¡¿Acababan de descubrirlos?! Permanecieron quietos un momento.

Es hora, yo los despertaré —le dijo Dio a Lulú.

Ambos niños abrieron los ojos y se levantaron.

—Vamos a impedir... —Kou no termino de hablar al ver que Dioney y Luyana se ponían de pie. El plan de él y de Cris se venía abajo.

Cuatro pares de ojos se observaron sorprendidos, sin contar los de Lluvia y Nila que tampoco entendían que sucedía.

No obstante, las sirvientas de la diosa no perdieron tiempo y se pusieron en acción. Con un ademán enviaron a las Tzitzimimes tras ellos. Cris y Kou se hicieron a un lado al igual que lo hicieron Dioney y Luyana. Los cuatro se unieron en otra esquina juntos.

Dioney había tomado consigo el cuerpo de Froilán entre brazos y ahora Lulú creaba una barrera de fuego limitando a sus enemigas.

—¿Qué diablos hicieron? —reprochó Dioney.

—Nosotros nos preguntamos lo mismo —respondió Kou.

—No nos veas así —intervino Cristian—. Ni Drácula se levantaba así de rápido cuando olía sangre.

Dioney entrecerró los ojos. Los cuatro conscientes y un dormido estaban dentro de la barrera que Lulú había creado.

—Por ahora lo importante es despertar a tus primos —añadió Cris.

—Y destruir la piedra —añadió Kou.

—¿Dónde está Frey? —preguntó Dio.

Ambos niños intercambiaron miradas.

—Hablaremos de eso luego —contestó Kou.

El calor era algo abrasivo, pero servía de barrera, aunque fuese solo por unos minutos. El chico con poder de fuego miró a través de las llamas, alcanzó a ver un cristal redondo con cuatro colores.

—¿Eso...?

—Eran las piedras que usaron los dioses —explicó Cris—. La Mariposa de Obsidiana las fusionó. Quiere reunir el poder de tu hermana en ella y después el del resto.

—Mientras tenga la piedra nos tendrá a nosotros a sus pies—analizó Dio.

—¡Exacto!

Dioney se giró y colocó una mano sobre la frente de Froilán, sus dedos brillaron blanco encima de la piel. Su primo abrió los ojos y poco a poco se fue incorporando.

—¿Ya amaneció? —dijo adormilado.

—No hay tiempo —mencionó Dioney—. Debemos rescatar la piedra, es la clave.

Lluvia miró a Nila, está sonrió y le señaló con la cabeza a donde los niños. Acto seguido se acercó y creó una tormenta pequeña que pudiera apagar el fuego como barrera. Entonces Nila volvió su mirada hacia las Tzitzimimes, las estrellas de la noche prestaban atención a las siervas de la Señora. En cuanto desaparecieran las llamas, ellas entrarían por los niños.

—Sin piedad —indicó Lluvia.

El fuego se apagó y humo proveniente de la extinta barrera evitaba ver con claridad a los niños. Ambas sirvientas dieron una señal y las Tzitzimimes se lanzaron contra ellos, pero el ataque no sucedió como esperaban; una ráfaga de fuego creciente se expandió desde el punto donde estaban los Viera, ahuyentando a las Tzitzimimes.

Sorprendidas, Nila y Lluvia se volvieron a preparar para atacar y antes de poder elevarse, la segunda resultó atrapada en una gran pieza de hielo.

—Pero que... —Nila no termino pues fue encarcelada en un torbellino de aire.




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