Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

Capitulo Especial

La noche en que Dioney y Froilán se recuperaron.

El sol ya había bajado y por tanto se apreciaba el ambiente nocturno. Tenía cerca de dos horas desde que Yuliana visitó a su primo y hermano, así como encontrarse con Nila en el estacionamiento.

Mientras la mayor de los niños Viera preparaba sus cosas para partir en busca de sus primas, dentro del hospital un joven delgado de piel morena se infiltraba con el objetivo de encontrar a los niños accidentados.

Le habían informado que estarían ahí, débiles e inconscientes.

Se disfrazó como un enfermero más. Odiaba la vestimenta actual, pero debía portarla si es que quería pasar desapercibido. Pronto encontró la habitación deseada. Miró de soslayo que nadie estuviera presente y con discreción, sacó su cuchillo de pedernal.

Entonces giró la perilla, adentró estaba oscuro, pero no lo suficiente como para percibir la cama y el enfermo. Se acercó aprovechando que se encontraba dormido.

Cuando estuvo a la distancia suficiente, alzo el brazo con el cuchillo y se preparó para apuñalar.

—Hola, Copil.

Una voz suave sonó detrás de él. Se quedó quieto, pudo sentir como no podía moverse. Apenas logró mirar por el rabillo del ojo a la silueta de una mujer en el contorno de la puerta. Esta chasqueó los dedos y la habitación se movió.

Todo pareció girar, la cama estaba colgada en el muro izquierdo y Copil cayó sobre la pared que ahora era el suelo. La mujer volvió a chasquear los dedos y una vez más la habitación rotó, de nuevo el joven cayó de bruces.

—Podemos seguir toda la noche si así lo deseas, o bien puedes empezar a hablar —dijo la mujer.

—¡Jamás! —farfulló.

—Como digas.

Una vez más, chasqueó los dedos, la habitación se movió de nuevo, esta vez la luz se encendió, Copil se dio cuenta de que no había nadie en la cama. Molesto, se volvió hacia la mujer y reconoció su rostro.

—¡Tú! Te he visto antes. ¡Tú hiciste esto! —reclamó señalando el lecho vacío.

—Adviértele a tu madre que no son los únicos que han regresado. Si intervienen, acabaré con ustedes.

La mujer se dio la vuelta dispuesta a salir. Copil enfureció y se acercó amenazante contra ella. Esta giró y tomó del cuello al joven. Lo ahorcó tan fuerte que el chico soltó el cuchillo de pedernal y movía sus manos con desesperación.

—Dile a Malinalxóchitl que no yo tendré piedad como su madre.

Lo soltó, le lanzó un hechizó en forma de polvos brillantes y todo desapareció. El joven llamado Copil, se desvaneció del lugar y no volvería a acercarse en un buen tiempo, o eso es lo que pensó la mujer tras el encantamiento. Ella chasqueó los dedos una última vez, acomodó la habitación y salió del hospital.

Una vez afuera aguardo entre los árboles, entonces llegó otra figura femenina a ella. Ambas observaron desde las sombras como los niños Viera salían del hospital, para elevarse y volar, sanados, conscientes y con todas sus fuerzas. Estaban por alcanzar a sus primas.

—Mira, allá van —dijo al verlos volar

—Síguelos, necesitarán tu ayuda —pidió su acompañante.

—No, ya cumplí con mi parte. Les salvé la vida, lo demás les corresponde a ellos. —El tono que usaba era tajante y denostaba enojo.

Y así la misteriosa mujer se dio la vuelta, oculta entre las sombras dispuesta a marcharse.

—¡Coatlicue! —exclamó la acompañante.

—¡No me llames así! —vociferó la primera— Mi nombre no es Coatlicue, así que, ¡No me digas así!

Su colega la miró inconforme.

—Eres su emisaria.

La aludida Coatlicue se dio la vuelta, le enojaba que le llamarán así porque sabía que no era solo una simple emisaria.

—Te necesitan. ¡Acordamos que los entrenarías! —insistió la mujer detrás de ella.

—Yo no acordé nada —espetó—. Tú y Mictecacíhuatl lo decidieron, yo nunca dije que sí. —Comenzó a caminar dándole la espalda.

La otra mujer la veía con impotencia, estaba molesta y herida. Reacia a escucharla hablar de esa manera.

—Te necesitarán. Malinalxóchitl no se quedará de brazos cruzados y no solo ella —pedía mientras le seguía el paso—. Los otros enemigos también.

La "emisaria" de Coatlicue se dio la vuelta bastante molesta.

—Tienes prohibido ver el futuro, no me chantajees.

—Hay visiones que no puedo evitar y lo sabes —se justificó—. Hasta que no tenga oportunidad de presentarme, tú debes apoyarlos.

Acto seguido, la mujer creó un portal azul que parecía un pequeño remolino en el aire y desapareció adentrándose en él.

 

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Estamos a una parte del final, les agradezco mucho su tiempo para leer esta obra que si bien no es perfecta, la escribí con todo el amor y la pasión que siento por ella. He transmitido mucho de mí y espero haber hecho un buen trabajo. Muchísimas gracias por su apoyo leyendo cada parte de esta gran historia. Son los mejores :)




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