Crónicas etéreas: Renacer como extra

Mataré a este bastardo yo mismo...

Escena retrospectiva.

El tiempo de hoy era inusual. Nubes oscuras se cernían sobre nuestras cabezas, creando una atmósfera inquietante. El aire estaba cargado de tensión, como si la naturaleza misma se estuviera preparando para algo importante. Las gotas de lluvia comenzaron a caer, intensificándose gradualmente hasta convertirse en un fuerte aguacero. Los relámpagos iluminaban ocasionalmente las nubes, proyectando sombras inquietantes sobre las calles vacías.

Los ciudadanos buscaron sabiamente refugio en sus casas, dejando los callejones desiertos y la ciudad envuelta en la sinfonía de la lluvia y los truenos distantes. Sin embargo, en medio de las calles desiertas, dos figuras se movían con urgencia, corriendo por los callejones empapados por la lluvia.

Aurelius y Aurelia, perseguidos por el clima y la gente amenazantes, avanzaron con determinación. La lluvia les pegaba la ropa al cuerpo y cada paso resonaba en los espacios vacíos. Varias figuras con túnicas y máscaras negras se materializaron silenciosamente detrás de ellos, como sombras que emergían de la penumbra.

En menos de un minuto, Aurelius y Aurelia se encontraron en un callejón sin salida: un callejón estrecho con paredes altas a ambos lados y sin ningún lugar por donde escapar. La lluvia se intensificó y convirtió el callejón en una cascada de agua.

Las diez figuras enmascaradas se acercaron lentamente y sus risas resonaron en las paredes. La atmósfera se puso tensa y los dos se giraron para enfrentar a sus perseguidores con una mezcla de desafío y miedo.

—¿Por qué nos perseguís? —preguntó Aurelia, con su voz atravesando el repiqueteo de la lluvia.

Las figuras enmascaradas se rieron entre dientes, sus voces distorsionadas por las máscaras. "No debiste haber ofendido a alguien si no puedes soportar las consecuencias. Ahora, no hay forma de que puedas escapar".

Aurelius apretó los dientes y entrecerró los ojos ante la amenaza. —Déjanos ir. No queremos problemas.

Las figuras enmascaradas intercambiaron miradas antes de estallar en una risa siniestra. "¿Problemas? Ustedes dos se buscaron esto. Ahora, paguen el precio".

Aurelius, protegiendo a Aurelia tras él, habló con un tono más firme: "Si tienes problemas con nosotros, está bien. Pero déjala fuera de esto".

Las figuras enmascaradas, aparentemente divertidas por la súplica de Aurelius, se acercaron un paso más. "Nosotros hacemos las reglas aquí. Deberías haber pensado dos veces antes de hablar".

Aurelia, percibiendo el creciente peligro, le susurró a Aurelius: "Tenemos que hacer algo, Aurelius".

Aurelius asintió y escudriñó los alrededores con la mirada en busca de alguna posible ventaja. La lluvia caía sin cesar, borrando los colores del mundo y dejando solo sombras de gris en el callejón poco iluminado.

"Ah, no intentes nada raro, el área ya ha sido cerrada por una barrera. Incluso si gritaras, nadie te oiría. Puedes abandonar cualquier esperanza inútil de escapar", se burló una de las figuras enmascaradas, deleitándose con su aparente victoria.

La tensión alcanzó su punto máximo, las figuras enmascaradas se acercaron y la tormenta arriba hizo eco del choque inminente.

En medio del callejón empapado por la lluvia, Aurelius dio un paso adelante y entrecerró los ojos al ver las figuras enmascaradas. "¿Quién los envió? ¿Padre? ¿O hermano?"

Las figuras, todavía ocultas por las sombras de sus máscaras, se limitaron a reírse entre dientes como respuesta: "Haces demasiadas preguntas, muchacho".

Sin previo aviso, las figuras se lanzaron hacia adelante, con movimientos rápidos y coordinados. Aurelius las atacó con una precisión calculada. Un breve intercambio de golpes y ráfagas de éter estalló en el espacio confinado, creando un caótico ballet de sombras y lluvia.

Aurelia, a pesar del peligro, concentró su energía y canalizó el éter para defenderse a sí misma y a Aurelius. El aire crujió con el choque de poderes, pero el callejón no dejaba mucho espacio para maniobrar. Los dos lucharon desesperadamente, la lluvia ocultaba su esfuerzo.

A medida que se desarrollaba el enfrentamiento, se hizo evidente que las figuras enmascaradas poseían habilidades y poder formidables. Aurelius y Aurelia pronto se encontraron en total desventaja. Aurelia también fue envenenada durante ese breve período de tiempo.

Ambos estaban dando una valiente pelea, pero era evidente que las figuras enmascaradas solo estaban jugando con ellos. La condición de Aurelia empeoraba con cada momento que pasaba, sus movimientos se volvían lentos a medida que el veneno corría por sus venas. En contraste, las figuras parecían intactas, deleitándose en la lucha desigual.

—¡Bastardos! —gritó Aurelius, lleno de frustración—. ¡Los mataré!

En ese preciso momento, algo cayó sobre el suelo húmedo entre ellos, emitiendo una luz cegadora y una fuerza explosiva que hizo que Aurelius y Aurelia cayeran al suelo. El humo y la niebla llenaron los alrededores, oscureciendo el callejón con una cortina de niebla.

A medida que la niebla se disipaba lentamente, otra figura emergió de las sombras, vestida con una capa que parecía absorber la luz ambiental. El misterioso recién llegado se acercó a Aurelius y Aurelia con silenciosa determinación. En la mano, sostenían un pequeño pergamino.



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En el texto hay: fantasia, aventura, vida escolar

Editado: 19.11.2024

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