Dios, ¿puedes escucharme?, soy tú amado hijo Ricardo que sufre por amor...
La nave Génesis V había tardado dos meses en llegar del planeta Tierra a Diodus, la tecnología había hecho grandes avances en materia aeroespacial entre los años 3022 y 3030 lo que hizo posible viajes espaciales a planetas dentro del sistema solar en mucho menos tiempo que los de aquel distante siglo XXI.
Ricardo, junto a Patricia, Omar y Paul habían sido rigurosamente seleccionados para tal misión con fines exploratorios y científicos. Los cuatro eran profesionales de las ciencias altamente calificados, los mejores de sus respectivas promociones.
Ricardo capitán de la misión ataviado con ropa cómoda en un momento de descanso miraba hacia las afueras de la aeronave distraídamente, observando algunos cuerpos estelares y puntos de luz difusos que él sabía que lo más probables es que fueran estrellas pertenecientes a sistemas lejanos. Él era un doctor en física cuántica, hombre de alma impetuosa, curioso, de porte atlético y tez morena, que contaba con unos treinta y cinco años de edad en términos humanos y un alma de edad incalculable por su profundidad emocional.
Si bien era un destacado científico y hombre acaudalado, su alma era apasionada y frágil como el cristal, alma que permanecía oculta bajo aquel porte fuerte, juvenil y mirada llena de sapiencia. Secretamente aquel espíritu estaba lleno de emociones variopintas y sufría infinitamente por la abrupta ruptura con su prometida de años llamada Beatriz Elena.
Beatriz Elena constituía el gran amor de su vida. Ella era una destacada bióloga, compañera de trabajo además de ser digna poseedora de un cuerpo bien tonificado y hermoso rostro; pero sobre todo era una mujer de una personalidad arrolladora, aventurera, divertida y sobre todo apasionada que contrastaba con la de él que era un joven tímido, discreto y reservado...
Ella poco a poco se había ido enamorando de un compañero de trabajo de Ricardo llamado Ezequiel quien correspondió a sus deseos amorosos, embarcándose ambos en una aventura romántica. Ricardo juró jamás perdonar su traición después de una acalorada discusión. Entonces Ricardo se encontró de pronto con el corazón roto y ese frío en el alma a causa de la soledad por su ausencia que se habían convertido en su eterna y triste compañera desde aquel abrupto final. Abrupto final que fue decisivo para que él se alistara en la misión al planeta Diodus.
Después de un viaje silencioso al cuerpo estelar donde los cuatro pudieron maravillarse con la imponente presencia de los planetas y asteroides pertenecientes al sistema solar y acariciar con sus ojos las estrellas que lucían como unos insignificantes puntos de luz en el infinito y ese resplandor del Sol que se empequeñecía a medida que iban al borde más externo del sistema solar en búsqueda de Diodus; finalmente la aeronave se ubicó en la órbita del consabido planeta.
Todo el equipo aplaudió y celebró lleno de ilusión el estar a un paso de colocar la bandera de “conquista” a un nuevo planeta. Todos comentaban lo felices que estaban de haber llegado a destino luego de dos meses de viaje y de imaginarse llenos de candor cómo se desarrollaría la misión.
En medio de la celebración donde la música moderna ejercía su rol protagónico, Ricardo por un breve momento sintió la necesidad de aislarse por un instante de la contagiosa alegría de sus compañeros de equipo que aplaudían victoriosos, brindaban con champán y comían pasapalos. Ricardo refugiándose en su mundo interior, revivió en sus pensamientos a Beatriz Elena, gran amor de su vida, se imaginaba que le contaba su nueva hazaña y ella lo besaba dulcemente en los labios, mirándole con mirada enamorada, felicitándolo. En sus pensamientos aquellos expresivos ojos marrones de Beatriz brillaban como el sol enloqueciéndole de amor, su boca le expresaba con voz dulce y armoniosa: «Mi vida, que bello y valiente eres te amo, regresa pronto a casa», él imaginaba que le acariciaba con sus manos su hermoso rostro con ese hoyuelo en la mejilla que tanto le fascinaba.
Por un instante cerró sus ojos besando el aire controlado de la nave a la vez que dibujaba su silueta curvilínea con su dedo índice en la nada...
Patricia, su más que compañera de equipo amiga al ver esto se dirigió a su encuentro y tocándole el hombro lo trajo de vuelta a la realidad, él entonces salió de sus dulces pensamientos y le dijo en tono confidencial:
—Patricia, anoche volví a soñar con Beatriz Elena…, soñé que estaba en mis brazos y yo le había perdonado su abandono — chocó su puño derecho sin fuerza contra la pared de la aeronave como un gesto de dolor e impotencia y prosiguió expresando—:Dios Santo, después de 5 años juntos con planes de boda en puertas y de pronto me deja así nada más por Ezequiel, ¡que terrible!… ,una lágrima escapó de su lagrimal derecho consiguiendo refugio en su mejilla, Ricardo ahora miraba dentro de su universo interior ajeno a la realidad circundante, un universo que se asemejaba a un pozo de dolor.
Patricia mirándolo con afecto y empatía le dijo trayéndolo de vuelta al mundo real:
— Ricardo, yo creo que los sueños son una forma de conectarnos con el universo de un modo más íntimo y través de ellos reflejamos plenamente nuestro mundo emocional reprimido en la vida real. Amigo sigue luchando, ella no es la única mujer en el universo, no merece la pena que sigas sufriendo por un amor no correspondido, quizá poner tus pies en Diodus te ayude a sanar tu dolor del alma al enfocar esa energía emocional en la exploración científica del planeta.
Patricia repentinamente luego de sus reflexivas palabras se sintió llamada a admirar la belleza universal que le rodeaba e hizo una pausa mirando hacia uno de los ventanales que mostraba al planeta Diodus con su hermoso tono violeta, quedando enamorada de la estampa, pasando Diodus a ocupar un lugar privilegiado en su corazón.