A la mañana siguiente después de un agradable desayuno junto a sus amigos quienes contaron algunas divertidas anécdotas personales. Ricardo se tomó su tiempo para partir a la misión yendo primero al baño. En el sanitario después de asearse cuidadosamente fue directo a su encuentro con el espejo. Se miró con detenimiento contemplando su semblante humano que le era tan cotidiano y que le había acompañado por tantos años a pesar de las diversas metamorfosis físicas y emocionales por las que debió atravesar a través de su existencia, algunas de ellas olvidadas del todo.
El espejo repetía su nombre que le había acompañado desde que sus padres se lo asignaron siendo tan solo un inocente bebé. Se miraba viéndose en profundidad y pidiéndole a Dios su gracia para cumplir su misión con éxito. Se observó de cuerpo entero por última vez admirando su porte físico, él espejo le recordó lo guapo que era a pesar de que su corazón se desangraba de amor por aquella cruel mujer. Un último pensamiento cruzó velozmente en su mente atareada por los preparativos del aterrizaje: «Dios, no sé quién soy realmente, e ignoro cual es mi objetivo en la vida, pero por favor cuídame en esta misión y sobre todo te pido que sanes mi alma en duelo por amor».
Luego ya alistado en el área de preparación para el viaje se despidió con afecto y aplomo de sus compañeros, que después de ayudarle a colocarse el imponente y tecnológico traje y alistar todos los aspectos de su aterrizaje mirándolo con afecto y respeto le dijeron :
—Adiós, nos vemos muy pronto…
En especial Patricia se le acercó con cariño dándole un fuerte abrazo y mirándolo a los ojos con genuino aprecio le dijo:
—Por favor, cuídate muchísimo y no dejes de comunicarte con nosotros...
A las 00:00 partió rumbo a Diodus con el porte erguido y su rostro sereno ocultando su mezcla de emociones intensas que circulaban libremente en su mundo interior haciendo un ruido inmenso. Soñaba en el fondo de su ser olvidarse de sus pesares del alma.
Ya en el espacio exterior un sentimiento de soledad absoluta lo embargó al sentir la inmensidad que rodeaba el módulo de aterrizaje. La inmensidad de un universo incomprensible y silencioso a los oídos humanos. Una inmensidad que anulaba la importancia de su ser y sus problemas cotidianos. Su mente a tantos escapando de ese desamparo infinito se sumergía en su universo interior donde un abanico de emociones y vivencias circulaban libremente, intentando sin embargo volver a la realidad para proseguir con el protocolo de la aeronave en el orden precisó como todo un profesional. Por un instante Ricardo rezó con fervor la oración del Padre Nuestro tan actual y oportuna a los fines de sentir la compañía divina.
Ricardo pensó sintiéndose sobrecogido por ese universo que se le hacía infinito: «Dios, ¿será que de verdad puedes escucharme y verme?, pues aquí estoy, soy tu hijo Ricardo, te llevó aquí dentro de mi corazón, Tú eres mi único fiel compañero de principio a fin más en esta nueva expedición. Cuidame por favor en esta misión». Su mirada se enfocó entonces en su presente pues ya estaba por entrar en la atmósfera de Diodus debiendo maniobrar para aterrizar; por un instante se dijo a sí mismo: «A pesar de haberme preparado académicamente ha llegado el momento de vivir la experiencia vital de posar mi humanidad en Diodus. ¡Allá voy!». Su corazón palpitaba con tanta fuerza que lo podía escuchar, todos sus sentidos y su ser estaban enfocados en lograr un aterrizaje exitoso.
Después de maniobrar con los controles, la nave se enfrentó al agobiante descenso y entrada a la atmósfera foránea, abriéndose paso en un cielo púrpura surcado por diversas nubes rojizas.