Trabajaba de Lunes a viernes de 7 de la mañana a 6 de la tarde en época de vacaciones y en época de clases continúe trabajando con mi preciosa niña de 8 a 3 de la tarde y de allí partía rumbo a la universidad donde me había apuntado para el horario de la tarde, la verdad era muy extenuante cumplir con todo, pero el amor hacia Rina y no puedo negar que la buena paga bien valían la pena el sacrificio, de ese modo costeaba mis estudios universitarios con total tranquilidad.
Recuerdo que cada mañana llegaba muy temprano a la casa, su madre me esperaba con la niña en brazos para entregármela e ir rumbo a su trabajo, luego de un breve intercambio de saludo y despedida a la vez…, su padre jamás estaba en casa, su mamá me decía que él siempre estaba de viaje.
Recuerdo que mi adorada niña me recibía siempre alegre sacando su preciosa lenguita extrañamente alargada y acanalada mientras decía cariñosamente:
—Ssssssssssss, Hola Alisssia
Con el tiempo, rápidamente su vocabulario se expandió llegando a sorprenderme con nuevas palabras, frases largas e incluso un extraño vocabulario que parecía provenir de un idioma desconocido, esto me llenaba de profunda inquietud, pero Rina era tan especial que nuestro mutuo amor hacía que nos apreciáramos más allá de las diferencias. Definitivamente si bien la paga me era importante para continuar mi desarrollo estudiantil para mi la relación con mi preciosa pequeña era más importante que cualquier otra cosa.
Jamás olvidaré nuestra maravillosa estadía en el precioso jardín de la casa que permanecía oculto a los ojos curiosos por una inmensa pared elaborada en concreto reforzado que emulaba una muralla medieval; aquellos jardínes estaban repletos de preciosas catleyas de diversas variedades, rosas coloridas y frondosos árboles de mango, apamates, pinos y eucaliptos…, ella corría libre y a veces con su cuerpo se deslizaba entre las plantas y en los alrededores de un pequeño lago lleno de peces multicolores. Yo le sonreía y estaba muy feliz de verla crecer fuerte y sana. Sus preciosos ojos coloridos oblicuos tenían un brillo especial que rayaban en la divinidad.
En aquellos días, yo miraba al cielo extasiada y bien comprendía que Dios sabiamente crea a sus criaturas poniendo el mayor amor y empeño en cada uno de ellos y definitivamente la preciosa Rina era una de sus hijas predilectas por lo preciosa y amorosa que era, más allá de las claras diferencias físicas con otros niños a quienes había cuidado claro está, definitivamente comprendo que cada uno de mis amados niños a quienes he cuidado son especiales y únicos.
En ese amplio patio yo extendía con frecuencia un mantel colorido y almorzábamos al aire libre, yo misma preparaba sus bocados favoritos de carne aliñada que eran los que más le gustaban, muchas veces jugábamos a la pelota y ella tenía una peculiar forma de enrollarse por así decirlo sobre ella y con sus manitas algo pequeñas me la lanzaba de vuelta mientras sonreía risueña en esos días claros; muchas veces incluso extendiendo nuestros juegos en mis épocas de vacaciones hasta bien entrada la tarde, cuando finalmente llegaba su madre y con un cariñoso abrazo nos despedíamos hasta el día siguiente.