El tiempo corría velozmente y sin darme cuenta ya tenía más de tres años trabajando en la casa de Los Harris e incluso aquellos raros sonidos en el techo, aquella extraña presencia que parecía irrumpir de súbito en aquel hogar y las peculiaridades en la fisonomía de Rina se habían hecho para mi cosa natural.
Bien comprendía, que pronto terminaría mis estudios universitarios y eso me llenaba de alegría pero también de algunas inquietudes pues quizá ya iba siendo hora de buscar empleo en algún colegio o quizá continuar estudios de posgrado y aunque mi deseo era prosperar, se me hacía demasiado difícil tener que dejar atrás a Rina a la buena señora Laura, a Gladys y aunque parezca extraño a aquel padre el señor Clemente que en su ausencia aparente era una gran presencia y por supuesto a todo aquel maravilloso grupo de madres y niñeras del parque con nuestros respectivos peques; aunque muchas veces llegué a comprender que si bien nos reuníamos a determinada hora en el parque con la finalidad de que nuestros niños pasarán un rato agradable, también lo hacíamos con mucho gusto pues habíamos creado un lindo grupo donde se fue forjando una hermosa amistad llena de camaradería y complicidad.
Mientras escribo sin embargo, por un instante apartó la mirada de la laptop y mi vista se enfoca hacia el cielo nocturno que contemplo desde la ventana del estudio, buscando infructuosamente aquel exoplaneta imposible de ver a simple vista pero donde vive mi maravillosa Rina y su familia actualmente. Por un instante se me hace muy clara la imagen de Rina en mi mundo interior y desde mi corazón amoroso le mando un beso cariñoso a mi ya no tan pequeña niña. Ah…, cómo olvidar aquellos momentos tan felices que juntas compartimos…, después de mirar al cielo en la búsqueda de mi niña, veo brillar una estrella lejanisima y todo esto no me hace más que motivarme a reiniciar mi escrito llena de cierta melancolía por aquellos tiempos que jamás volverán y mientras recuerdo a Rina con amor profundo y aquellos amiguitos que hoy son unos jovencitos y también a aquellas madres y niñeras tan agradables que actualmente están haciendo sus propias vidas aunque de vez en cuando nos enviamos mensajes vía WhatsApp o Telegram, caramba, no puedo más que suspirar llena de gratitud por aquellos tiempos tan felices que tuve la dicha de poder vivir.
Y es que el tiempo jamás se detiene, sigue fluyendo sin cesar como el agua en ríos y arroyos.