Xina y Orion después de alimentar sus almas con la presencia virtual de sus seres amados y de recargar sus sistemas digestivos, se fueron al laboratorio de la nave para estudiar las muestras recogidas.
La mayoría de las piezas eran similares a algunos ornamentos como los usados por ellos para embellecer sus extremidades, o al menos así lo pensaban. Ahora Xina revisaba con cuidado el extraño cuboíode color negro que había conseguido, dándole vueltas sin encontrar su posible utilidad, sacudiendole incluso para ver qué podía contener su interior y sin embargo, un cristal en la parte frontal hacia que se reflejara su imagen por lo que pensó: «¡Oh!, seguramente estamos ante la presencia de un espejo», con delicadeza arregló sus protuberancias y se retocó sus ventanas, al volver a darle vueltas al objeto en cuestión se dio cuenta enseguida de que tenía como unas raras teclas. Las tocó y pensó inquisitivamente: «Esto no es un espejo, es algo mucho más complejo». Llamó enseguida a Orión para mostrarle su hallazgo.
—Orión, ven para que observes este artefacto —. Orión dejó de lado sus ocupaciones con las otras muestras del laboratorio para atender las inquietudes de la joven Xina.
Xina impetuosamente le dijo:
—Orión, creo que este artefacto entraña secretos acerca de los habitantes de este planeta—, Orion mostrando gran interés acercándose a Xina le dijo:
—Déjame ver Xina, muéstramelo enseguida jovencita.
Orión al ver aquel artefacto pensando quizá que era una especie de máquina holográfica, procedió a tomarlo con sus dos manos, cerró sus ventanas pudiendo ir más allá del objeto material en sí, conectándose con la vida de la poseedora de dicho objeto una joven terrícola llamada Amanda.
Amanda, habitante de los últimos tiempos del planeta Tierra…, ahora Orión pudo escudriñar mágicamente aquella vida que flotaba en el universo álmico con identidad definida a pesar de pertenecer a su pasado. Así impresionantemente y por primera vez el universo le permitió a Orión establecer una inédita y secreta conexión con aquella vida perdida en la dimensión del tiempo, Amanda un cuerpo que actualmente muy seguramente no sería más que polvo imposible de identificar, sin embargo, alma con la que ahora hacía conexión de forma asombrosa, gracias a esas extrañas singularidades que el universo guarda secretamente para ocasiones muy especiales.
Orión pudo observar de pronto que aquel cielo oscuro del planeta en cuestión se tornaba azul y nubes blancas surcaban el cielo luminoso, logró visualizar que pequeños seres vivientes se divertían en un parque lleno de verdor y frondosos árboles se mecían al son del viento y al ras del pasto una laguna llena de animalitos flotantes se destacaba en hermosura, al fondo logró vislumbrar una antigua ciudad medianamente avanzada llena de altas edificaciones.
Comprendió que a pesar de la pequeñez de aquellos seres vivientes, su mundo interior era infinitamente rico, llenos de variopintas emociones, anhelos profundos, sueños por cumplir, cuestionamientos serios como habitantes del vientre materno que constituyen este universo, del cual todos formamos parte.
Los ojos de Amanda y las ventanas de Orión por un instante se encontraron al abrirse un agujero en el mar del tiempo y ella pudo regalarle su experiencia vital acumulada desde su origen hasta su final, sus almas se reencontraron en el lago de la sabiduría divina y sus cuerpos brevemente pudieron tocarse y hasta sonreírse a pesar del susto inicial que se llevó Amanda al ser sorprendida por aquel extraño ser.
Ella sintiéndose privilegiada por poder hacer contacto con un alienígena como ella definió a Orión luego de calmarse, le dijo amablemente:
—Hola, no sé quién eres ni cómo coincidimos en este tiempo y espacio y sin embargo, me transmites paz y por ello quiero contarte que soy Amanda, soy una señora de origen latino…, nací en New York, viví feliz mi infancia en esa ciudad cosmopolita del primer mundo, tuve dos hermanos Kyle y Andrew y mis padres eran dos prestigiosos abogados que trabajaron en un bufete importante en Manhattan. Una vez que me gradué del colegio estudié economía en la universidad y me casé con un buen hombre llamado Jim, tuve un hijo llamado David.
Un buen día la presencia de rayos cegadores que se precipitaban ocasionalmente del cielo, comenzaron a acabar con nuestras vidas cotidianas, robándose nuestra preciada paz, condenándonos a todos a huir hacia refugios improvisados para así salvar nuestras vidas a medida que estos rayos luminosos se fueron incrementando en frecuencia.
Inicialmente circuló la noticia de que el Sol por causas desconocidas— que eran objeto de estudio científico—, se había convertido en una estrella inestable, lanzando erráticamente intensas llamaradas solares al espacio afectando al planeta. Nuestras vidas se convirtieron en vivir en la eterna zozobra de ser alcanzados por las devastadoras llamaradas solares en cualquier momento; estás llamarada con rapidez fueron acabando con los cultivos, cambiando el clima y acabando con poblaciones enteras…,
Hasta que recuerdo verme envuelta por una intensa llama de luz que todo lo abarcaba, los gritos de los otros y el mío mismo se ahogaron en la inmensidad de aquella luz aterradora, un calor intenso recorrió todo mi cuerpo sintiéndome abrazada por una sed sin límites, mucho dolor… y sin embargo, un último pensamiento afloro en mi conciencia a modo de despedida: fui Amanda…, New York 20 de septiembre del 2250