Caracas y el resto de las ciudades y pueblos del mundo vivían inmersas en economías estables y tranquilas, después de tantas amarguras, saqueos al erario por parte de políticos malintencionados y corruptos entre otras múltiples calamidades propias del siglo XXI que dieron como resultado una profunda reflexión de parte de la dirigencia política mundial acerca de la importancia de practicar las virtudes de la bondad, la humildad y sobre todo la honestidad…, virtudes patrias escasas a principios del siglo XXI en todo el mundo pero especialmente en Venezuela. Finalmente se había logrado alcanzar así el bienestar individual y colectivo, la paz y la armonía material y espiritual reinaban.
Y sucedió entonces que la naturaleza impredecible como siempre sorprendió a los incautos seres humanos, animales y plantas un 25 de enero del año 2180 con una súbita explosión volcánica originada en medio del océano Índico de inmensas proporciones que sacudió al planeta entero desplazando levemente su órbita, por lo que ocasionó: terremotos, tsunamis y finalmente un sobrecalentamiento global que aunado a inmensos bloques de escoria volcánica mataron a millones de seres humanos; los sobrevivientes apenas si podían respirar dificultosamente, el hambre y la sed cundieron; por supuesto las comunicaciones entre diversos países quedaron interrumpidas y lo más dolorosos era ver cómo en cada país, ciudad y pueblo cadáveres insepultos llenaban espacios antes habitados o bien infinidad de seres humanos agonizaban en hospitales atendidos por seres de inteligencia artificial pero a la espera de la ineludible muerte.
El cielo era un cúmulo de nubes polvorientas, la temperatura del planeta se elevó más allá de los 40 grados, el aire se tornó prácticamente irrespirable…, el destino final parecía ser la extinción de la raza humana así como de algunas especies de plantas y animales.
Martín junto a un nutrido grupos de aquellos que fueron baby robots tan queridos por sus padres humanos, decidieron que era el momento de salvar a sus familias por lo que trabajaron incansablemente para salvar a sus creadores de la extinción segura, la idea era que los sobrevivientes humanos una vez estabilizada su condición de salud y los robots ayudarán a salvar a las otras especies garantizando la permanencia de la vida en el planeta.
Especialmente Martín sufría al ver a sus amados padres y a su hermana luchar con cada bocanada de aire que respiraban fatigosamente preguntándose si no sería quizá la última por más cuidados que les prodigaban junto a otros tantos seres humanos que aún sobrevivían en las diversas instalaciones médicas.
Todos aquellos robots unidos con su inteligencia desbordante después de unas semanas del cataclismo, encontraron la solución: la creación de cuerpos robóticos-biológicos elaborados de forma masiva que pusieran a salvo a los pocos sobrevivientes que aún se aferraban a la vida.
Milagros al borde de la muerte acostada en una cama de hospital a través de la máscara de oxígeno le decía a su amado hijo:
—Mi amor, olvídate de mí, salva por favor a Mirella y a tu padre, yo ya estoy muy enferma y me voy a morir…
Él le dijo en aquellos aciagos momentos sintiendo que lágrimas de desesperación corrían por sus mejillas:
—Mamá por favor resiste un poco más, todos nosotros estamos unidos luchando para salvarlos a todos, no desmayes mamá; anímate, papá y Mirella también están luchando por sobrevivir… ¡No te mueras mami, por favor!, te amo, snif, snif.
Fue así como en tiempo récord los robots humanos después de hacer un instantáneo conteo de los supervivientes, tomaron la decisión de desconectar temporalmente el cerebro de aquellos cuerpos humanos malogrados al borde de la muerte a través de una delicada operación, incorporando los mismo en unos nuevos cuerpos robóticos-biológicos elaborados a la medida, altamente sofisticados y resistentes como los de ellos, de ese modo la supervivencia de la conciencia humana quedó garantizado, ahora el legado de los sobrevivientes era preservar los conocimientos de la historia de la humanidad para que estuviesen a disposición de las nuevas generaciones venideras.
Fue así como Milagros, Mirella y Rogelio lograron sobrevivir, abrazando una nueva forma de existencia pero sobre todo abrazando la mágica idea de seguir juntos compartiendo en familia.
Milagros ya más recuperada le pidió a su hijo ver por última vez aquel cuerpo que la acompañó por tantos y tantos años en las andanzas de la vida, razón por la que su hijo cumpliendo su expreso deseo la llevó al área de congelamiento de cuerpos humanos, donde en un compartimento aislado con su nombre y fecha de nacimiento pudo contemplar la majestad de aquel cuerpo exangüe y de mirada extraviada, con sus nuevos ojos tecnológicos que sin embargo, albergaban emociones de inmensa gratitud y añoranza hacía aquel cuerpo humano envejecido que le había permitido experimentar la vida por muchos años como ser humano, entonces emocionada le expresó:
—Gracias querido cuerpo, por tantos y tantos años siendo una unidad…, hoy me despido de ti con amor por esa vida que me permitiste vivir… Pero ahora me preguntó inquisitivamente, y ¿quién soy yo? —admiro sus nuevos brazos y manos con acusado interés.
Martín enternecido con la conmovedora escena que apreciaba de primera mano le contestó enseguida abrazándola sin vacilar:
—Eres y seguirás siendo mi mamá y eso es lo más importante, eres la mujer que me acogió y enseñó el significado del amor, eres la mujer que junto a mi padre fundó una familia…, por cierto mami, vamos a ver a papá y a Mirella que han de estar desayunando y como tú tienen infinidad de inquietudes.
Fin
Madre e hijo, hijo y madre, un cordón umbilical invisible a los espectadores externos los mantiene unidos para siempre…, un cordón umbilical elaborado de las más finas hebras de amor a prueba de todo, sublime unión destinada a trascender más allá de nuestra efímera existencia humana.