Crónicas post-apocalípticas

Rituales extraños Parte 3

Despejamos el camino mientras avanzamos por la verde selva, el canto de las aves, especies antiguas y nuevas, rodea nuestros pasos y nos avisa cuando molestamos el entorno y a sus habitantes… cuando se produce un silencio, sabemos que estamos obligados a detenernos mientras todo vuelve a la normalidad. Caminamos en silencio, hoy no hay cacería, así que viajamos para llevar nuestros productos e intercambios con otras comunidades de nuestro pueblo a casa.

 

Solíamos hacer este camino mientras fuimos niños, en compañía de un mayor, pero ya no hay niños entre nosotros. Nos entusiasma el viaje en tanto esperamos llegar al primer punto seguro del camino. El lugar previamente diseñado para descansar. Viajamos rápidos y a paso ligero, para evitar llamar la atención de depredadores o de mutaciones. Tratamos de no hacer ruido y los breves momentos que nos comunicamos es por medio de señales con las manos.

 

Me agrada pensar que aun cuando el mundo entero se fue al demonio, nuestra cultura, nuestro kaah*, renació de una forma sorprendente. Una simple “tribu” ha crecido de manera exponencial hasta ser una k’askuunil, y nuevamente estamos en camino a ser una cultura dominante, tal como lo fueron nuestros ancestros. El cielo ardió, la selva renació. Ni idea que pasó. Hoy sólo nos preocupamos de los eventuales mutantes, no de las creaturas de las zonas secas, como lobos y monos enormes y de aspecto poco menos que humano. Que, por cierto, sirven muy bien como alimento. Aunque son feroces y peligrosos en su territorio, una vez que entran en la selva son poco a poco más y más lentos… hasta que se les sirve en la comida, cocidos sus trozos en una gran sopa con ixi’im* cacahuazintle blanco.

 

Avanzamos entre los grandes árboles de la cadena montañosa que recién nació… El temblor que siguió a la caída de las bombas cambió la Geografía completa de todo este territorio, las bombas cayeron aquí, justo en el lugar donde hace millones de años explotó el meteorito que, según se cree, acabó con los dinosaurios, es curiosa la coincidencia, es aún más extraño que lo que acabó con la gente y el mundo moderno, nos diera una nueva oportunidad… Mi mente se esfuerza en imaginar cómo era el mundo que dejo de ver mi padre en su niñez. Debe ser por los nervios antes de la ba’ate’el* que muy pronto vendrá.

 

Hay un grupo rival, y con anterioridad hemos peleado. Son un montón de gente muy inteligente que supo sobrevivir al holocausto, y que usan tecnología un poco más avanzada, no lo suficiente, la radiación inhabilita casi cualquier cosa que requiera un circuito (al menos eso me explicó mi padre, que era ingeniero en el viejo mundo), sin embargo, no son aguerridos y no entrenan para el combate, si bien se han dado a la tarea de esquivarnos y florecer de manera errante, su verdadero mérito es la domesticación de los mutantes. Los entrenan y usan para casi todo, ba’ate’el incluida. Muy pronto podremos atacarlos, una vez que hagamos los debidos preparativos.

 

Nos prepararemos con mucha anticipación, hay un ritual que no hemos realizado aún y estamos ansiosos por realizarlo, ya no hay nadie de la primera generación que nos impida llevar nuestras raíces a la realidad de manera completa. Nos hemos concentrado en recuperar nuestras costumbres y rituales, la religión de los ancestros, los dioses y deidades que hicieron grande a la cultura Maya, con las bendiciones de Hunab-Ku*.

 

Con los restos que hemos rescatado del Chilam Balam y del Popol Vuh vamos a regenerar nuestra cultura, vamos a rescatar nuestro valor como seres humanos. Nunca más volveremos a ser los vencidos.

 

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En tanto nuestro joven piensa en sus planes a futuro, el grupo recibe con gusto la imagen del lugar de reposo al que planeaban llegar. Les sorprende muy agradablemente el encontrase con otras partidas de su mismo pueblo preparando un festín nocturno, si bien son de costumbres modestas en el comer, no dudan en usar algo del excedente de alimentos, tato los que pueden recolectar en su camino, como los que llevan consigo, para adelantar sus celebraciones y demostrase mutuamente el gusto que les proporciona el hallarse con otros de su mismo bando. La mentalidad general es festiva, saben que pronto habrá una guerra y saben de la posibilidad de caer en combate, pero la nueva fe, la renovada fe de sus ancestros, les promete un lugar muy especial al morir en combate. Y lo creen con fervor.

 

Las bebidas alcohólicas no son permitidas, salvedad de uso exclusivo para los ancianos, a quienes es mejor dejar descansar en paz, pues su valor primordial es la experiencia y conocimientos que aportan de manera regular a la comunidad. Así que, aún cuando están festejando, y las risas han dejado de ser discretas, nadie se halla con sus sentidos embotados por droga o bebida alguna, se mantienen alertas por si algún enemigo, o mutación se llega a acercar a su lugar de fiesta, curiosamente no hay una fogata en el campamento, los más jóvenes del grupo, de cada grupo, recolectaron frutos mutados de los alrededores con señales de estar huecos, y les metieron teas encendidas, por lo que el aspecto simula una serie de lámparas grandes y tenues en su entorno, no lo hacen por economizar, es muy latoso elaborar estas lámparas aún improvisándolas, es por mera estrategia militar, para no depender completamente de su velocidad para adaptarse a la poca luz en caso de un ataque, si se hubiera hecho una fogata están conscientes de un peligro latente, ya que si encienden un fuego, sus ojos no podrán responder a una agresión, ya que hay un breve lapso de tiempo entre ver un fuego y volver el rostro a la oscuridad, para acostumbrar los ojos a la oscuridad, y con una luz intensa  a sus espaldas se convertirían en blancos fáciles de un ataque a distancia.




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