Crónicas post-apocalípticas

Primeros minutos a la Eternidad, 3era y última parte

Durante el recorrido en la ciudad que encontramos, pudimos explorar una gran cantidad de casas abandonadas, los restos de alimentos no fueron pocos, el hecho de hallar cuerpos de gente de todas las edades, especialmente niños, nos obligaba a buscar una manera de atravesar este sitio sin enfermarnos.,. O pescar una infección. Fue cuando nos dimos casi de frente con el primer grupo de Yugen, estos, parecidos a lobos, se encontraban muy ocupados devorando plantas con cierto deleite, entre ellos había un mono, un mono muy grande, por lo que pudimos deducir que no se separan estrictamente en grupos uniformes, parece entonces que simplemente se unen en grupos a su libre conveniencia.

 

Lo que no imaginamos fue verlos pelear al venir avanzando otro grupo de Yugen compuesto en su mayoría por monos. La pelea no fue sangrienta, a pesar de que su tamaño y atributos naturales deberían bastar para lastimarse entre sí con facilidad. Sin embargo, como resultado de esa pelea no hubo heridos, no trataban de lastimarse, sólo de mantener sus territorios. Personalmente me recuerdan a un par de bandas de pandilleros, o delincuentes de escuela media. Fanfarroneando, amenazando, lanzando insultos… etc.

 

Durante los últimos días nuestra travesía, antes de salir corriendo a nuestro bote y navegar de regreso, se puede resumir así…

 

a) Nos movimos sin ser vistos

b) Nadie nos atacó en momento alguno

c) No pudimos hallar un sitio seguro y

d) Estamos convencidos que estas cosas están por todos lados y en todo el mundo…

 

El punto d) puede ser cuestionado libremente, pero no planeamos abandonar nunca más nuestro lugar seguro.

 

Ambos tenemos una familia que cuidar… Hemos acordado ser pareja, e incluso tuvimos oportunidad de convertirnos en hombre y mujer, con una ceremonia sin sacerdote en un templo que hallamos cerca del volcán, abandonado y con claras señas de no usarse desde hace muchos años antes del fin del mundo.

 

Puede que este ritual no tenga valor. Pero, desde nuestras perspectivas, ahora estamos casados, y tenemos hijos que cuidar. Durante nuestro viaje… que terminó durando en total 7 días… pudimos ver a un grupo de sobrevivientes, pero no fuimos bien recibidos. Una familia, aparentemente de pocos miembros, se encontraba en unas casas amuralladas, no nos dejaron acercarnos, desde lejos nos hicieron señas de no ser bienvenidos y de advertencia, no hubo gritos, creo que todos estábamos temerosos de atraer a los Yugen si lo hacíamos, así que en silencio nos advirtieron de no ser bienvenidos, y en silencio partimos. Sobre todo, después de darnos cuenta de que, al menos uno de ellos, una mujer, parecía estar enferma y con llagas en su piel, abultadas y claramente deformantes. No sé si es contagioso, no soy médico. Pero no me arriesgaré a ser infectado y luego contagiar a mis hijos.

 

Uno de ellos nos buscó, y fue un alivio que fuera un poco después de que Yuki y yo nos uniéramos como hombre y mujer… nos hallábamos en una suave conversación, disfrutando del silencio que la noche nos otorgaba… cuando los pasos de una persona nos alertaron, no eran amenazantes, incluso se atrevió a subir un poco la voz… “oigan, ¿están bien?, ¿se encuentran por aquí aún?, no estoy armado, no soy una amenaza, no quiero problemas”

 

Salimos de nuestro refugio improvisado, y le recibimos amablemente, no sólo no estaba armado, traía consigo una mochila con alimentos, unos frascos con fruta extraña encurtida, dulce y muy sabrosa… nos sorprendió que se hallara como si el almíbar fuera añejo, casi con un toque de licor, nos explicó que esa fruta que crece por todos lados, es nutritiva y sabrosa, y muy versátil, purifica el agua que absorbe y no tiene radiación, aparte de eso, su carne es cambiante, suave y jugosa cuando es fresca, fibrosa y aún así deleitable si madura… y el alcohol que se obtiene es muy fácil de añejar. No nos dijo su nombre, nos insistió en que su ayuda era a petición de su grupo, y que era su manera de hacernos saber que no era mala fe el que no nos aceptaran, sino por precaución, dijo que hace unas semanas hubo grupos de personas muy agresivas, gente que vandalizó y robó sin importarles nada, y que por miedo habían decidido ocultarse.

 

Nos explicó que una parte del grupo nos deseaba lo mejor, pero que, por seguridad, era mejor no recibir a nadie más.

 

Respetuosamente agradecimos los obsequios, le dimos las gracias por no atacarnos y por sincerarse sobre sus temores… y le dejamos ir en paz. Nosotros tomaríamos nuestro propio camino. Respetaríamos su decisión. Y al amanecer nos movimos cerca del volcán. Se trató de un viaje sin sorpresas, pero inquieto, ocultandonos cada que se escuchaba un sonido extraño, o podíamos ver a lo lejos a los Yugen. No me sorprendería ver a Gōjira.




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