Crónicas post-apocalípticas

La guerra de los Mutantes (parte primera)

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Los mutantes son descubiertos a los pocos días de las guerras. Al principio son tratados como amenazas.

Los territorios en todo el sur de África, se ven divididos entre sobrevivientes y mutantes.

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Nuevas plantas aparecen casi al mismo tiempo que las nuevas criaturas, estos organismos llamados oorvloedige entre los afrikans, compiten con los cultivos tradicionales de un modo agresivo, los cultivos habituales se reducen a una gran velocidad ante la competencia por agua y espacio. Las oorvloedige recién descubiertas se ven beneficiadas por la extraña radiación que elimina a la mayoría de las comunicaciones y anula los campos electromagnéticos en maquinas y circuitos. Las plantas nuevas crecen a una gran velocidad, perfectamente observable a simple vista.

Las semillas semejan una moneda cubierta de una corta vellosidad, imperceptible a la vista, pero reconocible al tacto. Ligeras, flotan fácilmente en el agua, y el viento las levanta y lleva lejos con poca fuerza.

De inicio crecen como un arbusto, una vez que el tronco es lo bastante fuerte para soportarlo, crece verticalmente a una altura inicial de 3 metros que alcanza en sólo dos semanas, es entonces que aparecen pequeñas flores muy elásticas, mismas que se cierran y convierten en frutos grandes y llenos de jugo dulce, rico en vitaminas y azúcares. Con un contenido proteínico y calórico que le permite ser valorada como una nueva fuente de alimento. Cuando varias oorvloedige se hallan juntas, se entrelazan y fortalecen entre sí para formar árboles aún más grandes, en pocos meses pueden ser de talla gigantesca.

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A sólo diez años de las guerras, las oorvloedige se aprecian desde muy lejos, cuidadas y cultivadas por los mutantes, que han sido domesticados en este territorio y que ayudan a evitar el excesivo crecimiento de estas, y la formación de enormes murallas orgánicas de origen desconocido que se acompañan a las grandes concentraciones de plantas.

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Nací y crecí en un mundo con oorvloedige enormes y mutantes, con historias de un mundo lleno de tecnología, con cosas volando por los cielos, y maquinas llevando miles de personas sobre las vías que sirven de “frontera” en la colmena que habito y entre muchas otras.

 

No carecemos de absolutamente nada, según mis propios criterios, no tenemos necesidad de cosechar la tierra, ni de trabajar para ganar dinero. No hay cosas que sirvan para generar un estatus social, pero si bien hay abundancia de alimentos, hay abundancia de peligros. Los mutantes pueden ser caprichosos y agresivos si se les provoca. Aùn así, los ancianos consideran que nuestro mayor enemigo son los humanos con los que compartimos frontera de colmena en colmena.

 

Desde mi perspectiva no veo razones para sentirnos diferentes, somos seres humanos con sangre roja, carne y huesos… el problema es la piel. Los blancos que viven tras algunas fronteras (son literalmente nuestros vecinos). Y nosotros los de piel más oscura, en algunas colmenas más. No entiendo como es que aún dada nuestra habitual y amistosa interacción es posible que aún sobreviva el racismo.

 

Ellos cruzan nuestra frontera cada día para servirse con las plantas que crecen de nuestro lado, en tanto nosotros vamos a su lado de la línea por otras razones. No veo la necesidad de ser racistas, entre todos hace años que logramos construir tuberías que nos proveen de agua sin requerir de maquinaria entre muchos otros logros. (desvarío un poco)

 

Curiosamente son los mayores quienes mantienen vivo ese sentimiento de mutua aversión.

 

La nueva generación no comparte estos valores, pero toleramos las multiples peleas entre ellos, y les seguimos con paciencia hasta cierto punto. Hay un límite que no rebasamos. La agresión. Eso lo reservamos para defendernos de los mutantes en estado salvaje, muy diferentes en tamaño y peligrosidad con los mutantes domesticados que solemos tener, los usamos para trabajos manuales o pesados, lo que nos ha permitido tener por tres generaciones un constante crecimiento, de una serie de pequeños poblados de sobrevivientes dispersos a lo largo y ancho de Sudáfrica, Botswana, Namibia y Zimbabwe, a una gran nación, separada únicamente por valores agonizantes de superioridad genética y por el color de piel. Detalle que, como dije, no es importante para la nueva generación.

 

He mencionado a los mutantes, y los dos tipos que existen, domesticos, y salvajes. Los mutantes domésticos son usados para labores agrícolas y manuales que consideramos pesadas, como por ejemplo cargar los bloques con los que armamos casas, algunas casas familiares tienen un uso deportivo, al entrenarlos para correr o para pelear entre sí, lo que causa un furor muy especial para fomentar la competencia amistosa entre colmenas. Son populares las carreras de Impisi, con sus formas cánidas son muy veloces, y los hemos modificado por selección de cruze para hacerlos delgados y ligeros. Por otro lado, hay Impisi que se han modificado en su genética para ser musculosos para las labores pesadas y otros, aquellos que no controlan sus impulsos y resultan muy, muy feroces, les permitimos externar esta agresividad de manera controlada, para peleas no sangrientas, sino de índole deportivo, pues está prohibido que se maten entre sí, y los enfrentamientos se llevan a cabo con medidas de seguridad estrictas para evitar lesiones graves.




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