Crónicas post-apocalípticas

Cantos fúnebres

Una leve vibración llena el vacío de la noche. voces uniéndose unas con otras para entonar una canción de despedida...

 

Una fogata, hecha con grandes sacrificios, una aportación de todos y cada uno de los aquí presentes, la leña no suele usarse en estas cantidades, aun cuando hay un bosque en las cercanías, el Padre nos ayudó a entender que necesitábamos respetar la nueva creación.

 

Somos un grupo grande, alguna vez estuvimos en un orfanato, cuando Padre llegó y nos ayudó a sobrevivir. Nos dio alimentos, nos cuidó durante la primera lluvia, y nos enseñó a trabajar para salir adelante y no caer en la tentación de ser como los otros, vimos muchas veces a grupos de adultos que iban en sus propios caminos, siempre avanzando a… ningún lugar. Padre nos enseñó que no había ningún lugar a donde ir, que era simplemente por “naturaleza humana”, que la gente sobreviviente a las lluvias de radiación y a los fuegos previos se movían de un lugar a otro. Alguna vez, pasados los años, tuve el valor de preguntarle qué había pasado en el mundo entero, pues él mismo afirmaba, cuando murmuraba para sí mismo, o cuando instruía a los mayores para ser líderes de los grupos que se organizaron… Que pocos en el mundo sabían lo que él sabía... Su respuesta era evasiva, a veces nos decía que “nos creímos dioses, nos creímos con derecho de hacerlo”…. Y a veces su respuesta era “cuando seas mayor, si aún tienes curiosidad por saber del mundo exterior, del mundo anterior, y del mundo que queda… te lo diré”.

 

Padre nos educó, nos enseñó que plantas comer, que animales cazar, y como hacerlo, como plantar cosas para que crecieran… aunque esto no era muy necesario, las lluvias, cada vez más desprovistas de radiación y cada vez más inofensivas, hacían el suelo fértil y las plantas crecían con entusiasmo. Frutas nuevas y de sabores nuevos. Y por lo que respecta a las amenazas… los animales, especialmente las mutaciones, lo eran sólo si los provocamos previamente. La peor amenaza, siempre fueron las personas “normales” …

 

En los primeros años… ¿Cuantos años han pasado? Ya somos adultos, y con la guía de Padre integramos un grupo sólido y sin conflictos internos. Hay varias familias formadas y pienso. ¿Porque padre nunca tomó una pareja?, ¿tanto importa la diferencia de edad? Siempre insistió en eso. Nos protegió de los adultos que fuimos conociendo con el tiempo. Nos enseñó a vivir de manera independiente.

 

Hubo una vez, igual que con los cuentos que nos contaba mientras cenábamos. Hubo una vez que llegaron muchos hombres y mujeres, un grupo, una caravana dijo Padre. Con armas y vehículos con motores muy ruidosos. Atraían a las bestias de todos lados con ese ruido. Llegaron al primer refugio, unos edificios que fueron tanto el orfanato como la escuela de este. Se metieron al edificio más grande y pidieron comida… al menos eso recuerdo. Se quedaron contra nuestra voluntad, tenía meses que se vieron las luces y los vientos de grandes explosiones quemaron una ciudad a cierta distancia. No lo vimos, sabemos que pasó porque Padre nos dijo. Esos hombres decían saber a dónde dirigirse, eran “mifitares”, una palabra que Padre nunca usaba sin decir antes “estúpidos” (el insulto más fuerte que llegó a usar en toda su vida con nosotros). Llegaron desde las ruinas humeantes de esa ciudad.

 

Recuerdo que la primera lluvia, mató todo lo que se podía ver a simple vista, árboles, animales y gente por igual. Las siguientes lluvias limpiaron el aire, la tierra reverdecía a simple vista, pero el fuego de la ciudad… El fuego de la ciudad no ha dejado de echar humo en todos estos años.

 

Miro el fuego donde yace el cuerpo cansado de Padre. Y continuo mi relato para todos los que estamos aquí reunidos, nuevos adultos, niños y niñas de diferentes edades, pero atentos a mi relato.

 

Cuando esa gente llegó, hombres y mujeres de muchas edades, sólo comían lo que trajeron consigo, según ellos las plantas estaban contaminadas con radiación, y era venenoso según ellos mismos, por lo que nos negaron compartir sus alimentos y se aislaron en los edificios de escuela, el líder de estos hombres y mujeres, un mifitar grande y agresivo, le daba órdenes a Padre como su fuera su superior, pero Padre siempre le decía “!yo no soy mifitar!, ¡soy civil y por lo tanto mi trabajo es con mis hijos y con nadie más!”, el hombre grande lo llegó a golpear, al menos eso creo porque ví su cara marcada por golpes que le hinchaban su rostro y desfiguraban su aspecto. El hombre grande quería llevarnos con él, tocaba con modos agresivos a las mujeres, y los hombres que le seguían lo miraban con miedo y odio. Y de igual manera, tocaba a nuestras hermanas, algunas tan pequeñas, que por suerte no lo recuerdan…




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