Crónicas post-apocalípticas

La copa de las naciones…

Siempre fuimos sobrevivientes… A nadie debería extrañarle que sigamos aquí, no como un montón de individuos en grupos pequeños, que es la manera en que imagino al mundo entero, sino como una nación floreciente. De hecho, la única del mundo hasta donde sabemos. No hay comunicaciones, no hay manera de hacer uso de la tecnología que llegamos a tener, aun cuando podríamos extraer petróleo, y contamos con todo lo necesario para refinarlo. No hay modo de hacer que los circuitos avanzados funcionen. Así que, de golpe, regresamos a mediados del siglo XIX y XX.

 

No tenemos contacto con nadie, no hay pueblos o ciudades en muchos cientos de kilómetros a la redonda. Y con franqueza no tenemos ganas ni necesidad de contactar con nadie. Este silencio significa seguridad. Hemos soñado con ser una nación por milenios, y ahora estamos solos en medio de este inmenso mundo. En medio de un antiguo desierto, hoy, lleno de vida y plantas.

 

Hace décadas, antes de que naciera, hubo un mundo en el que, cualquier persona podía accesar al lugar que deseara en el mundo entero con un simple teléfono celular, pero esas cosas ya no existen, no vale la pena construirlas, desde la guerra total, la radiación asentada en el aire hace imposible la comunicación a grandes distancias por señales de onda corta o lo que sea que se usara entonces. Hoy usamos el radio común, y eso con algunos problemas. Hoy no tenemos nada de eso, ni satélites ni nada.

 

Mi padre suele contarme, por su Alzheimer no recuerda todo, que antes la gente andaba por todos lados, que el mundo era un pañuelo fácil de recorrer. A veces entra en pánico, habla de fuego en el cielo, de la mano de YHVH cubriendo Israel mientras las naciones en rededor eran consumidas por fuego celestial, me habla de Elías mandando fuego a las naciones convertidas en altares que D-os consumió en un minuto. Del día que el domo de hierro fue derretido. De una lluvia que pudo ser prevista y que nos obligó a todos y cada uno de los Israelitas a buscar refugio de sus espantosos efectos radioactivos. Todo el mundo a salvo. Todo el mundo bajo las alas de D-os.

 

Lo que sea que pasara, inutilizó los avances más modernos de la humanidad, no hay sistema de misiles que sirva (los circuitos son inútiles por la radiación que parece diseñada específicamente para anular los microchips y las computadoras). Sólo contamos con armamento convencional, ese sí, de lo más moderno y potente. Y cada que recuerdo esto me pregunto… ¿Quién lanzaría el primer ataque? ¿Qué naciones entraron en una guerra tan total como para exterminar a la humanidad?, al menos los aliados que teníamos desaparecieron. O por lo menos el silencio nos hace pensar que no hay nadie más.

 

Mi padre luego me hace remembrar un tiempo que no conocí, lo que me hace sentir algo extraño, nostalgia por un tiempo y una época que no viví ni conocí. Sobre como los alimentos duraron meses, pero luego dejaron de usar las raciones con gozo por las bendiciones recibidas. En el primer año tras los fuegos, la tierra cambió para bien, los viñedos florecieron como nunca, con frutos que tenían una ligera pero inofensiva radiación. Esta ha desaparecido de los alimentos al paso de los años, pero no del aire, la atmosfera en general es mucho más pequeña que antes… esto no lo entiendo y suelo pensar en ello de vez en cuando. ¿Cómo le quitas al planeta la mitad de su atmosfera?

 

El mundo que me toca conocer es muy distinto. Nunca hemos sido bombardeados, no han “llovido misiles”, no compartimos el Monte del Templo con nadie, La franja de Gaza para mí, siempre fue un viñedo al que solíamos ir los niños a comer uvas a escondidas de los adultos, quienes fingían no vernos mientras se reían en silencio y luego, ya que habíamos comido hasta saciarnos, nos “descubrían” y nos hacían correr para evitar un castigo a nuestras travesuras y luego se reían cuando aparentemente “se escapaban los pilluelos”… nunca nos atraparon, nunca nos impidieron ir y por ende era un juego que hoy juegan nuestros hijos pequeños.

 

Ho Israel!, cuan quietas son tus fronteras, que vacío es el mundo sin que los vecinos azoten continuamente tus puertas…. Imagino que esto es exagerado, debe haber personas por ahí. Pero simplemente no hemos visto a nadie, al menos humano, con vida.

 

Hay registros de exploradores en las ciudades consumidas por las bombas nucleares, lo fascinante es que no se requiere equipo especial para hacer esto, la radiación se fue hace mucho. Creemos que cuando la atmosfera sufrió tan extenso bombardeo, se contrajo violentamente, como una membrana única que, en un acto de “inteligencia”, de un solo golpe absorbió todo el exceso de radiación y lo expulsó al espacio en un movimiento. Al menos esa teoría explica porque los cementerios de las naciones aledañas pueden y pudieron ser explorados con plena libertad. Al principio regresaban caravanas con los restos útiles de las naciones vecinas, pero luego nuestras propias industrias hicieron innecesario este acto de rapiña. Somos autosuficientes.




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