CrÓnicas, SueÑos Y Otras Mentiras De La Realidad

CUIDADO CON LOS LADRONES

Estoy de visita en un pueblo francés y voy a averiguar algo a la recepción del hotel. Me dispongo a volver a mi cuarto fumando, cuando me cruzo con un camarero que lleva una pila de ceniceros en difícil equilibrio. Me los tiende para que apague allí el cigarrillo. Lo hago de forma descuidada. Él insiste para que lo aplaste bien. Le comento irónicamente: "le feu est très dangereux, n'est ce pas?"
Me contesta, lacónico:"un peu", y sigue su camino.
Se dirige hacia un ascensor oculto en un rincón, que yo no había advertido hasta el momento. Voy detrás de él y descubro que en ese recodo se abre un pasillo que lleva a una galería de arte. Nada me apura y decido entrar a curiosear.
Se hallan en exhibición piezas muy originales.
En un cuadro, por ejemplo, se ve a dos personajes sentados en un sillón. Pero si se cambia el ángulo de visión - como sucede con los "trompe l'oeil" de Dalí- los tipos aparecen sumergidos en el mar.
Noto la existencia de una boletería, me acerco y me entregan un ticket amarillo.
Llegan dos argentinos jóvenes que en un francés macarrónico consultan si allí hay un Brueghel.
Les brindan indicaciones que no llego a entender del todo, pero estoy seguro que los mandan a otro museo.
Yo sabía que en esa ciudad no había nada de Brueghel -por lo menos de El Viejo, que es el único que me interesa-, pero la escena me despierta curiosidad.
Cuando quiero preguntarles a los argentinos ya han desaparecido.
Otra argentina, una señora muy fina, de mediana edad, me susurra que me cuide de los ladrones y se aleja.
Me digo: "qué tendrá que ver la advertencia en un lugar como éste?".
El marido de la señora, que venía detrás, como si me leyese el pensamiento, me aclara que es en la calle  donde se encuentran los ladrones. Y que ella había quedado muy traumada después de un robo.
Desde la misma galería de arte están por partir dos colectivos. El que tengo más cerca es rojo y el de atrás es blanco.
Me quedo tranquilo porque mi ticket es amarillo.
Cuando prácticamente han subido todos los pasajeros (lo de subir es literal, porque son coches muy altos y se accede a ellos por medio de enrevesadas escaleras) registro que la luz me ha jugado una mala pasada y que mi ticket es en realidad de color blanco.
Corro y le grito al segundo  chofer, agitando el ticket: "blanche??"
Afirma con la cabeza y detiene el cierre de las puertas. Subo jadeando las escaleras y le presento el ticket a través de una ventanilla. Me indica la contigua, donde a cambio de mi boleto me devuelve unos cuantos francos.



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En el texto hay: humor, crtica social, onírico

Editado: 27.05.2021

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