─¡Abran paso por favor que esto está hirviendo! ─gritaba Jarg a todo el que se le atravesaba en el camino por un concurrido pasillo de la Corporación de Laboratorios Groi ─un Holding de Empresas, con subsidiarias de investigación en diversos campos científicos, desde la Biología, la Medicina y la Ingeniería de desarrollo de maquinaria de transporte para uso civil y militar─. Este Holding fue creado hace ya varios años por el exitoso empresario, científico y ahora político Arnuk Groi. El chico, iba al laboratorio privado de la Doctora Maya Groi, una joven astrobióloga y genetista que finalizaba una investigación con el Profesor Remir Karnuc.
─¿Por qué tarda tanto ese chico? ─se preguntó con impaciencia, el viejo Remir con su áspera y fuerte voz de veterano y estricto profesor.
─¡Calma Profesor!, ya sabes cómo es él ─replicó Maya mientras observaba en un microscopio electrónico─ es probable que se haya entretenido con alguna pasante. Vendrá en menos de lo que usted piensa ¡ya verá! ─contestó con su voz grave y profunda pero con toques cariñosos.
─¡Maya, ese niño es un irresponsable!, siempre que le encomiendo algo, se tarda y distrae.
─No es para tanto, entienda que Jarg, hace pocas semanas, hizo su acto de iniciación de casta, aún debe aprender muchas cosas nuevas como la responsabilidad, y estar trabajando con nosotros, tan joven, es mucha presión para él.
─¡Pero me agota la paciencia! ─increpó el profesor Remir por la diferente opinión de su colega─. Ya era para que estuviera aquí, ya me verá como soy en realidad con la impaciencia que tengo.
─¡Profe..., no exagere! Jarg no agota tanto la paciencia como yo cuando fui tu alumna ─contestó Maya mirándole dejando escapar una pícara sonrisa─, no quiero creer que usted me tenía paciencia solo por ser la hija del dueño.
─Maya, tú eres un tesoro y con la personalidad que te caracteriza: ¿Quien no te tendría paciencia? Recuerdo que apenas te conocí me sorprendiste grandemente, aún siendo mi alumna.
─¿Profesor, yo lo intimidé? ─dijo levantando de nuevo la mirada del microscopio, señalándose a sí misma y riendo socarronamente con un tono burlón.
¿Y cómo no podía intimidar a un desconocido? Maya es una bella y joven mujer, alta, mayor al promedio de las chicas frondanas, con 24 años, de inteligencia superdotada superior a la media; ante los extraños lanzaba una mirada que podía congelar a cualquiera, sobre todo cuando no usaba unos elegantes anteojos correctivos de su leve miopía producto de su compenetrados estudios; pero a la vez, sus ojos, con o sin anteojos, daban un aire de cierta sensualidad, su altura siempre infundía temor y respeto y más aún, vestida con su uniforme de la casta de los «Tejnik» —casta de los técnicos, gente aplicada a las ciencias duras como los médicos, astrónomos, alta mano de obra muy calificada, aunque también formaban parte los administradores de empresas—, con el rango distintivo de Tecnócrata (un rango medio superior en su casta) en Astrobiología que obtuvo en virtud de una investigación plasmada en su Trabajo de Grado, acerca de Microorganismos Alienígenas Khalarianos. Dicho trabajo, fue reforzado, a través de una tesis más amplia y profunda investigación. Sus ojos negros combinaban con el color de su larga cabellera que caía frondosa y lisa hacia su espalda, resaltaba su tez blanca como la leche, su nariz respingada, su boca que mostraban unos dientes perfectamente alineados y blanquecinos. Sus labios eran finos y de color rojo. En su cara se podía ver sus mejillas inmaculadas y firmes, sus brazos largos pero elegantes, terminaban en unas firmes manos blancas y delicadas, sus piernas eran largas, espigadas, atléticas y femeninamente bien contorneadas.
─Disculpen el retraso doctores, aquí llego con las bebidas recién hechas. ─dijo Jarg con su entrada intempestiva y su voz jadeante de adolescente por la premura que tenía por llevar las infusiones.
─¡Hasta que al fin llegas chico! ¿Cómo es que una sala para preparar el té queda tan cerca y dures más de un cuarto de hora en traer tres simples tazas? ─reclamó molesto el profesor con su carácter de cascarrabias, mientras extendía su mano rugosa para tomar la taza de té.
─¡Profesor, por favor!, no me regañe de nuevo, estaban ocupados limpiando el cuarto y tuve que esperar. ─sollozó Jarg Visnú.
─Profesor, por favor deje en paz a Jarg, que lo necesito para que lleve estas muestras finales para cerrar el análisis. ─interrumpió Maya.
El gesto del profesor cambia de interés cuando escucha las palabras de Maya y dirigiéndose a ella:
─¡Es definitivo!, el resultado es el que esperábamos.
─Lo que dedujimos profesor, las sales de maná no funcionan en esos organismos khalarianos.
─Al parecer solo funciona con nosotros los tzargarianos. ─Dijo Jarg más tranquilo, mientras rellenaba la forma final para el laboratorio de análisis.
─Es probable ─dijo Maya un poco decepcionada─. Tendríamos que conseguir algún ser extraterrestre en alguna estrella lejana para ver si le sirven estas sales.
─¡Concluyamos! solo a nuestra especie, la humana, surte efecto el maná ─sentenció Remir.
─Gracias al maná hemos podido vivir más años de lo debido ─reflexionó Maya─; pero aún no sé si eso es bueno o es malo.
─¡Maya! ─interrumpió el profesor con su áspera voz─, sabes muy bien que parte de nuestro trabajo es conocer y buscar la mejora de las ciencias de la vida, es cierto que tenemos un límite, no podemos ser eternos, pero tratamos de alargar lo mejor posible la esperanza de vida, supongo que no violamos ninguna ley sagrada, ni a los kohanitas ─la casta de los religiosos, Tzargaria tenía solo una religión y era monoteísta, aunque la liturgia variaba en las zonas del planeta─, hasta ahora, no se han pronunciado de forma negativa sobre el tema.
─Profesor, ¿y si alguna remota deidad nos dicta una norma o un límite de tiempo?, ¿y si existe y los estamos retando? Nos podría traer duras consecuencias en el futuro. ─dudó Maya.
─Pues Maya, sé que no eres tan observante de la religión, pero si estamos haciendo algo malo, los resultados hubiesen sido catastróficos años anteriores, el maná lo descubrieron hace casi cuatrocientos años y con resultados positivos a nuestras esperanzas de vida. Debemos darle gracias a la Deidad por haberla puesto en Tzargaria.
─Pero ahora estamos teniendo una crisis de población.
─¡Tienes razón! tenemos mucha población. Deberían ir a vivir al planeta Khalaris, allá hay campos por explotar y colonizar, supongo que muchos tendrán que ir a vivir allá si consiguen calentar ese frío planeta y dominar por completo ese lugar ─teorizó el viejo Remir.
En eso Jarg, cuando escucha sobre Khalaris dice:
─Ese planeta es frío, admiro a los colonos que están allá trabajando en las minas, me han dicho que es un ambiente con condiciones de trabajo muy duras, la minería es la principal actividad, pero son oscuras y frías, además deben convivir con exiliados y parias –último eslabón de las castas, compuesto por vagos, maleantes, condenados y prófugos de la justicia–. Dicen que hay ciertos movimientos separatistas en Khalaris, la situación sigue tensa allá después de la pasada guerra de los sindicatos.
Pero Maya sin prestar atención, termina de entregar las muestras a Jarg Visnú, le apresura y el chico sale antes que cierren el otro laboratorio, se despide hasta el otro día, en eso, suena el intercomunicador, una pantalla holográfica se proyecta en el escritorio de Maya.
─Dije que no me interrumpieran Laizza Mirei ─reclama Maya a su asistente externa.
─Doctora excúseme, pero es su padre el Doctor Groi, dice que es urgente. ─Anunció la secretaria con su dulce voz resonando por el altavoz
─¡Mi padre! ¿Quien le dice que no al jefe? ─respondió Maya.
El profesor Remir Karnuc se sienta y termina de llenar unos documentos de cierre. Había suficiente confianza entre ellos, trabajó antes como compañero de Arnuk Groi, Remir estaba casi entrando al retiro por ancianidad, de estatura promedio, algo jorobado por los años, usaba una mascarilla en sus ojos de forma permanente, para ver mejor, con 94 años, gracias a los efectos del maná, lo hacía ver de 75 a pesar de su rostro enjuto, llevaba bastón, respetado por su experiencia y conocimiento como doctor y profesor de Astrobiología, tenía el rango de Tecnócrata Maestro. El escucha la conversación entre Maya y su padre.
─Padre..., disculpa es que estaba terminando un trabajo.
La voz gruesa de otro hombre mayor se escucha en el altavoz, y su imagen tridimensional se proyectaba en el holograma láser. Era un hombre grueso, alto, aspecto duro, adulto mayor, pero con vigor y buen porte, el cabello pintaba canas pronunciadas, El Doctor Arnuk Groi, que tenía unos 83 años, y parecía de 58.
─Vale Maya, pensé que no deseabas verme, después de 2 semanas.
─¡No! padre, no es eso, estaba ocupada con el Profesor Remir Karnuc en una investigación, y ya estamos culminando. ─Se justificó nerviosa la chica.
─¡Remir Karnuc! ¿Aún está ahí?... ¡Pues ya creía que estaba retirado! ─y entre risas─, dile que le deje el puesto a otro tejnik, que ya pague su pensión.
─¡Te está escuchando!─ Maya afirma con una voz de niña consentida, sin importarle la presencia de quien estuviese con ella y con una sonrisa inclinando su cara cabizbaja dice─: te manda un saludo y que seguirá por muchos años más.
─¡Supongo que entonces, él puede aguantar un trabajo más! Ahora bien, escuchen los dos: les tengo una nueva asignación ─dijo Arnuk cambiando a un tono serio la conversación, Remir se pone alerta desde su silla─: Maya quiero que vengas a casa a que cenemos juntos con unos invitados especiales, explicarán todo aquí, por eso mandé a que te traigan urgente, Boro va en camino. Remir, puede ir a su casa, Maya te pondrá mañana al tanto viejo amigo. Es algo confidencial y prioritario, así que necesito que suspendan su agenda y todo lo que tenían planeado.
─Amigo, te conozco, y suenas preocupado, pero al menos dime que tan grave es ─contestó Remir.
─Les adelantaré: encontraron un líquido con propiedades biológicas en una caverna cerca de Safid y el contacto con ese líquido mató a tres personas. Eran miembros de un Sanog cerrado -un templo, si era un sanog cerrado, equivale a un monasterio-. Por eso nos contactaron por medio del kohanita superior de la provincia de Kuras, él tiene la zona a su jurisdicción y me conoce de hace años, y quiero que ustedes se avoquen a esto, así que Maya te espero.
─Está bien, padre, nos vemos en casa ¡Adiós!.
Se corta la comunicación, Maya mira con incertidumbre al profesor Remir, y recoge su escritorio, cuando de nuevo Laizza llama al otro lado del intercomunicador anunciando la llegada de Boro Morh.
─¡Ve tranquila Maya, mañana me cuentas que quiere tu padre que investiguemos, yo termino aquí con todo lo demás, o se lo dejamos a Jarg, para eso es el pasante y es su trabajo.
En eso se abre la puerta del laboratorio y era Boro Morh el guardaespaldas de la familia Groi. De 64 años, alto y corpulento, de tez morena, cara gruesa, calvo como un huevo, de la casta militar o los Tzaring pero en situación de retiro, estaba al servicio privado de Arnuk desde hace 20 años, era de alta confianza y lo trataban como de la familia.
─Pues que rápido llegó tío Boro, ¡vayámonos entonces!
─Niña Maya, su padre me pidió urgencia. ─dijo Boro Morh con una tosca y gruesa voz, con mirada seria, parándose frente al escritorio de la tejnik, opacando con su cuerpo la luz que daba hacia Maya. Sin embargo Maya no advierte amenaza, sino más bien sentía protección de parte de quien se refería con cariño como su tío Boro.
Maya se despide del profesor quienes quedan en hablar al otro día de los misteriosos detalles, Remir le devuelve el saludo y lo extiende a Boro, este extiende su corpulenta mano con respeto al profesor. Maya instruye a su asistente Laizza Mirei que cancele la agenda. Boro camina algo tosco, se sentía una leve pero dificultosa respiración, con opulencia dando tumbos por el pasillo, en paradoja con el caminar elegante de Maya que mira a otros colegas de otras áreas del complejo científico que van saliendo de sus labores diarias, algunos saludan y ella les devuelve la cortesía, el personal de la casta Ezrahim de servicio (casta de los civiles, más bien era los que no querían pertenecer a la casta científica, militar o religiosa, como actores, cantantes, meseros, artesanos, peones de hacienda, mano de obra no calificada, entre otros) van aseando el complejo, Ella observa cada detalle, conversa con algunos colegas brevemente sobre trabajo, atiende consultas de pasillo, hace recomendaciones puntuales, hasta que llega a la planta superior donde se ubica la plataforma de despegue de naves de transporte, donde partiría por vía aérea a su casa en las afueras de la ciudad de Fronda.
Una vez en vuelo, Maya contempla el paisaje de la ciudad, el gran complejo, y los habitantes moviéndose en las calles para llegar a sus casas. Trata de descansar al menos unos minutos. La pequeña nave la llevará a las retiradas villas exclusivas donde vivían los acaudalados miembros de la alta sociedad de la ciudad capital de la República de Fronda que ocupaba el continente del mismo nombre.