Crónicas Tzargarianas I: El Albor De Un Imperio

Capítulo 118, Batalla de Al Qurma.

 

 

Ambos lados del frente estaban en calma relativa, esperando un bando que el otro dispare primero, Raad al final no pudo hacer el ataque nocturno porque esa misma noche se levantó una inesperada tormenta de arena, que aunque fue breve, la misma dificultó el avance. En tanto Joab estaban resguardados en la comodidad de una casa donde puso su improvisado cuartel general.

─Informe de la situación capitán.

─General Joab, todo está tranquilo.

─Se respira una tensa calma, pero pareciera que la Deidad Sagrada nos envió esta tormenta, ¿Cómo están los equipos?

─¡Resguardados señor!

En tanto al otro lado del puente...

─Excelencia, le dije que no viniera.

─Sin lugar a dudas, ya recordé porqué no soy tzaring ─contestó el conde, obstinado de la arena que llenó su vehículo donde pasó la noche─. ¿Qué hará ahora?

─Voy a atacar, ya estoy casi listo, los equipos de mantenimiento están terminando de limpiar la arena de las armas.

─Que la Deidad se apiade de esos hombres ─susurró el gordo conde.

Joab por su parte estaba dando la revista a su pequeña tropa, conversando con sus oficiales ordena que los mechas artilleros estén listo para moverse rápidamente de lugar.

─Una vez que disparemos, sabrán nuestra posición. Disparen y muevan los mechas artilleros al otro sitio acordado, Raad tiene una ventaja pero a la vez será su desventaja, desde la visión y perspectiva que ellos tienen verán nuestros disparos, así esperaremos que disparen, al menos podemos inferir donde colocaron su artillería ya que conocemos las colinas y sus puntos estratégicos. Disparar, moverse, apuntar y disparar, esa es la estrategia caballeros ─ordenó a sus artilleros.

─Entendido General.

─La infantería ayudará lo máximo que sea posible en el traslado de municiones y contendrán el avance de la columna si logran pasar. Señores no les voy a engañar, será duro y muy poco probable que podamos salir de esta, ¡pero lucharemos!

Los hombres rompen filas y van a sus puestos, un teniente que era el asistente del general le dice.

─General, usted es un profesor respetado en la academia, enseñaba estrategias, los hombres confían en usted, pero siempre hay rumores y eso lleva a temores.

El General se sienta y toma una tasa de acero que tenía una bebida caliente y prueba un sorbo y le dice al joven con un tono de padre confesor.

─Es normal, joven teniente, sin embargo es natural temer, solo que uno sabe no demostrarlo, muchos dicen que yo solo fui un oficial de escritorio, metido en libros de historia, lo que no saben muchos es que cuando combatimos a los koralianos, el avance de Aleshia fue arrasador, los koralianos querían adueñarse de unas islas de Aleshia, invadieron y mataron a los habitantes civiles, yo estaba con un almirante que ya no está con nosotros sino en Enular, se llamaba Pajor, y yo comandaba un equipo de infantes, cuando hicimos la contraofensiva les dimos persecución retomamos el islote, los expulsamos y les dimos caza, llegaron a una isla de su propiedad, el mismo Rey Mija le dijo al Almirante Pajor que atacara esa isla con todo, yo para ese momento era un Mayor y con unos capitanes y unos pelotones, entramos en la isla, entramos en batalla casa por casa, edificio por edificio, sacamos a los habitantes, muchos eran civiles totalmente desarmados, les preguntamos donde estaban los de la armada enemiga, muchos no querían hablar, los torturamos para sacar la información pero nos excedimos, matamos también a civiles de forma similar a lo que hicieron con los nuestros, el único pecado de ellos eran simplemente ser koralianos.

─Se lo merecían señor.

─Eso pensé yo, en venganza por lo que hicieron a los nuestros, el almirante Pajor pudo saber donde estaban los remanentes enemigos y yo di con ellos, los capturamos a todos, diseñé la estrategia para sacarlos de la ratonera donde estaban ya que nuestra armada dañó sus barcos de escape, los ejecutamos a todos. Me ganaría un ascenso por ello, estaba seguro de eso, volvimos a donde los civiles que quedaban y seguimos interrogándolos, en eso salió un hombre, un lisiado por las piernas que por alguna situación que no me dijo, él estaba así, le dije que lo ejecutaría por proteger a los de la armada koraliana, pero el hombre me contestó lo siguiente:

─¿Que le dijo General?

─Ese desgraciado solo se hincó porque le estaba apuntando y se sentó dando su rostro frente a mi arma, ahí me dijo estas palabras: «Si lo desea máteme a mi pero no mate a más nadie, usted viene de un reino que según dice nuestro gobierno, viven oprimidos, pero conocí a pescadores de su país y ellos lo que pescan es de ellos, en cambio nosotros lo que pescamos es para que lo distribuya el «comisario del pueblo», es un funcionario local que se queda con la mejor parte de nuestro trabajo, yo tuve un accidente y quedé así, el gobierno me prohíbe vender lo que pescaba y no pude financiar mi tratamiento, ya que el gobierno promete darlo pero ellos no lo hacen, apenas nos dan unas migajas y el funcionario local huyó ante la llegada de ustedes, pero si nosotros supiéramos contestar sus preguntas, o le colaboramos, ustedes volverán a Aleshia felices, en cambio nosotros seguiremos con el gobierno koraliano, averiguarán quien le informó a ustedes y nos castigarán a todos, ellos viven con miedo de expresarse, ya que este gobierno nos rompe las piernas y luego nos obliga a rogarle para que nos den las muletas y de paso agradecerles por haberlas dado, yo ya no quiero seguir viviendo bajo este régimen de asesinos, tenía algo de esperanza en ustedes, pero hicieron lo mismo que nos hacen ellos, así que acordamos que yo le diré lo que usted desea saber, luego me mata a mi, y cuando retornen los comisarios del partido y pregunten, los sobrevivientes dirán que fui yo, pero ya estaré muerto y ellos vivos».

»Yo vi la cara de esa gente y lucían desesperados y con sus esperanzas perdidas, sentí que lo único que hice fue aumentar su desgracia, eran gente que no estaba con nuestro enemigo, eran otra víctimas más de su gobierno, no ejecutamos a mas nadie, dimos la orden de retirada y esa noche no pude dormir por las atrocidades que le hice a esa gente. Cuando cesó el conflicto, fui ascendido a coronel, volví y presenté mi renuncia al mando sin embargo no me la aceptaron, me dieron el rango de Coronel y entonces solicité el traslado a la academia Tzaring ya que no quise seguir en combate mas nunca, todas las noches duermo y veo la cara de ese desgraciado lisiado koraliano, nunca supe que pasó con ese pobre hombre. Así que para poder reparar mi tormento, quise enseñar tácticas militares y en mis temas siempre enseño no amedrentar a la población civil, más bien a ganarlos para nosotros, quería retirarme pero el Rey Vhalir me llamó y me sacó de la academia y ahora estoy de nuevo al frente, para impedir el asesinato de una mujer y un niño bajo una promesa de juramento que le hice al Rey Vhalir. Sin embargo aún me despertó en la noche preguntándome que habría pasado con esa pobre gente.



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En el texto hay: cienciaficcion, ficcion, aventura espacial

Editado: 07.08.2023

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