Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPITULO 2: NUEVO MUNDO, ESCAPE RIESGOSO

No pude descifrar cuánto tiempo estuve inconsciente. Sabía que estaba recostado sobre algún tipo de superficie tosca, no podía moverme, me sentía cansado, no tenía ni fuerzas para abrir los ojos o para mover siquiera un dedo, tenía la seguridad de que ya no me encontraba en el portal, ya que podía escuchar el viento soplar y sentía que una parte de mi piel se quemaba por el intenso sol, también estaba seguro de que ya no me encontraba en el departamento de Christian, ahora esa era mi mayor duda, «¿Dónde estoy?», traté de moverme pero fue en vano, tenía sed y hambre, mas mi cansancio era mayor, solo me dejé ganar por él, quedándome profundamente dormido.

Unos ruidos y pasos me despertaron, mi intento de moverme fue inútil, solo me dispuse a escuchar. Eran varias personas, más de tres por los tonos de voz, hablaban en una lengua extraña, escuché como los pasos se acercaban más a mí, al punto que dos sujetos hablaban a mi lado, uno de ellos me empujó con algo, supuse que era su pie, aún no entendía lo que decían, otra vez traté de moverme pero lo único que logré hacer fue respirar con fuerza, levantando un poco de polvo, escuché como uno de ellos alzó la voz mientras que el otro se alejaba de mí con rapidez, debieron pensar que estaba muerto, ahora que al menos podía respirar con un poco más de fuerza, se disponían a ayudarme.

Sentí que me tomaban del brazo arrastrándome hacia un lado, ellos seguían hablando y yo sin entender ni una palabra, me habían lanzado hacia algún lugar, sentí un hormigueo en el estómago. el golpe contra esta nueva superficie hizo que cada parte de mi cuerpo se resintiera de dolor, ya no escuché a esos sujetos, solo ruidos de madera crujiendo, seguido por un golpe de látigo y unos caballos relinchando. Me estaban llevando a algún lugar en una especie de carreta, ahora tenía muchas dudas, ¿realmente me iban a ayudar? ¿o qué era lo que me harían?, pero no quería pensar en ello, el cansancio seguía apoderado de mi cuerpo, tenía que recuperar mis fuerzas y aunque quería saber lo que pasaba o entender lo que esas personas decían, preferí volver a dormir, descansado podría averiguar lo que pasaba y dónde me encontraba.

 

Un fuerte ardor en mi pecho me despertó, otra vez había perdido la noción del tiempo, pero esta vez me encontraba mejor, pude moverme ligeramente, entreabriendo los ojos, todo estaba borroso, solo podía distinguir sombras y siluetas, aún escuchaba a los hombres hablar en esa lengua extraña, pero lo increíble era que ahora podía entenderlos, no sabía cómo ni por qué, mi cabeza empezó a dar vueltas, no comprendía qué era lo que pasaba ni porque ahora entendía lo que decían. Quise levantarme, pero todavía no tenía fuerzas para eso. Mi vista se fue adaptando poco a poco a la luz, me encontraba en una especie de jaula, el piso y el techo eran de madera y a los costados había barrotes, aunque no pude tocarlos estaba seguro que eran de metal, adelante había como un asiento donde se encontraban dos sujetos sentados, por la voz reconocí que uno de ellos fue el que se acercó a mí cuando me encontraron, fue él el que se percató de que seguía con vida; esta jaula era jalada por dos caballos, giré un poco mi cabeza para lograr mirar todo a mi alrededor, no había nada más que arena, era un desierto. Miré hacia la parte de atrás de la jaula, vi a seis niños de no más de diez años que me miraban de lejos sin decir nada, quise sentarme, pero no conseguí lograrlo, ya empezaba a atardecer y las luces estaban disminuyendo, el estómago me ardía, pero no tenía fuerzas para reclamar nada.

—Bebe un poco, no sabe bien, pero te mantendrá con vida —dijo la voz de un niño, al tiempo que me ayudaba a acomodarme, sentándome contra los barrotes de la jaula, colocó un pocillo en mi boca vertiendo un poco de líquido, mi cuerpo se estremeció al sentirlo pasar por mi garganta, quise tomar más pero el niño me quitó el pocillo—. Poco a poco, no te desesperes —me dijo volviendo a poner el pocillo en mi boca, sentí como pasaba el agua, arrastrando toda la sequedad que tenía en la garganta, cuando terminé deseé agradecerle, pero solo pude asentir con la cabeza, el niño sonrió y se alejó de mí.

Todos los niños estaban sucios y flacos, con los ojos salidos de sus órbitas, tres de los niños eran de piel caucásica, uno de ellos al parecer, por sus rasgos, era árabe, los otros dos, incluyendo el niño que me dio de beber, eran de piel oscura.

Ese poco de agua me había recuperado ligeramente, mi estómago dejo de arder con tanta intensidad, mi cuerpo ya no dolía, solo sentía un ligero agarrotamiento en mis extremidades, lo único que no había cambiado era el constante ardor en mi pecho, traté de ignorarlo en lo que pude, acomodándome contra los barrotes volví a quedarme dormido.

Un movimiento brusco me hizo despertar sobresaltado, miré a todos lados, aún me costaba adaptarme a la idea de que me encontraba en otro lugar, incluso no sabía si era otro mundo u otra dimensión. Me volví a apoyar contra los barrotes tranquilizando mi mente, no ganaba nada sacando conclusiones apresuradas sin tener ningún tipo de información que sea relevante, puesto que lo único que sabía desde que desperté, era que me encontraba viajando en una jaula por el desierto, al menos ahora ya podía moverme y el ardor de mi pecho había disminuido, todo estaba oscuro, con excepción de la parte delantera de la carreta, que tenía dos antiguas lámparas de aceite. Poco a poco empecé a moverme, estirando mis extremidades, desentumeciendo mis agarrotados músculos, me encontraba sin ropa, pero a pesar de que era de noche no tenía frío. Me sentía extraño, incluso ya no me dolía nada, solo ese molesto y constante ardor.




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