Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPITULO 10: DECION, SACRIFICIO

El viaje por el bosque demoró más de lo previsto, ya que tuvimos que ocultarnos de las patrullas para evitarnos mayores complicaciones. Al cabo de dos días estuvimos parados frente a una montaña, Miguel no perdió la oportunidad de hacerle bromas a Magnus, preguntándole si esta vez estaba seguro de que era la montaña correcta, no le causaba gracia así que solo lo ignoraba, lo contrario con Naythiry, que al parecer no perdía oportunidad para discutir con él.

Fui el primero en subir por el acantilado, alejándome un poco de la discusión de esos dos, en especial porque Magnus se había unido al intercambio habitual de insultos y mofas.

—Solo hay arena, ¿a dónde se supone que tenemos que ir? —preguntó en voz baja poniéndose de cuclillas a mi lado y entrecerró los ojos en busca de algo.

—No sé, el anciano es el que dirige. —Reí amplio mientras montaba en mi caballo, hice señas para que continuáramos, Miguel me miró moviendo su cabeza en desaprobación mientras me imitaba.

—¿Por qué no lo dejaste comer? —me preguntó mientras el anciano también se subía al animal, bastante molesto.

—Porque nos iba a demorar demasiado, ahora podemos comer y tomar agua sin detenernos —le dije mientras acariciaba el cuello de mi caballo—. Naythiry, ¿ahora si puedes darnos algo de comer? —le pregunté con una amplia sonrisa, la cual, ella devolvió animada mientras me acercaba una presa del día anterior y le alcanzaba a Miguel un cuero con agua.

—Le salió bien, ¿no crees? —preguntó Miguel mientras dejábamos que el anciano volviera a dirigir el camino.

—¿Que le salió bien?

—El guardar la comida y el agua, no es tan inútil después de todo. —Rio burlón. Le lancé los huesos, lo cual solo lo hizo reír más «no es una inútil», pensé, al recordar todas las veces que me había ayudado en el domo, o los ánimos que me dio cuando estuve allá, «es por eso que le tengo que ayudar a volver, tengo que pagarle lo que ha hecho por mí, poniéndola a salvo» me dije a mi mismo mientras bebía un poco de agua, ese día cabalgamos por el desierto, nos tapábamos del sol con trapos, el ritmo era lento, para evitar que los equinos sufrieran más de lo necesario. Al medio día llegamos a unas pequeñas rocas donde decidimos descansar, el sol estaba muy fuerte y seria insulso exponer a los caballos, nadie decía nada, desde la conversación que tuve con Naythiry, no se me había acercado ni había discutido con Miguel; al atardecer reanudamos el camino hasta altas horas de la noche, el ambiente era fresco, así que los caballos la pasaron mejor, el anciano estaba muy ansioso con llegar a su destino, no paró incluso al ver que ya estaba amaneciendo.

—Anciano, los caballos tienen que descansar —remarqué algo molesto.

—Debemos continuar —aseguró aminorando el paso de su caballo para colocarse a mi lado—estamos muy cerca del domo —explicó señalando el oeste—, además, hay un pequeño pozo a unos cuantos kilómetros, cuando lleguemos ahí, descansaremos —sentenció.

Sus palabras sonaban con desgano, no le dije nada y continuamos por unas horas más, hasta que llegamos a una formación rocosa, en medio estaba el pozo como había dicho el anciano. Refrescamos a los caballos y nosotros; por la posición del sol no podían ser más de las diez, decidimos dejar descansar a los animales, reanudaríamos el camino cuando el sol empezara a bajar.

 Me senté al lado de Miguel y nos pusimos a recordar cosas de nuestro mundo, mientras el anciano y Naythiry se echaron a dormir a la sombra de las rocas. Cuando los caballos se recuperaron y el sol dejó de quemar, reanudamos la marcha, no paramos en toda la tarde y aumentamos el paso en cuanto cayó la noche.

A la mañana siguiente, con las primeras luces del sol, el anciano volvió a acelerar el paso.

—¿Que sucede ahora?

—Ya falta poco, ¿ves esa montaña? —dijo señalando hacia adelante—, bueno esa es la única entrada al bosque de Naythiry.

Miré a Miguel que cabalgaba con nosotros, le hice un ademán con la mano en forma circular, el asintió y comprendió que tenía que estar pendiente del cielo por si se aparecía algún dragón. La sombra de nuestros caballos empezó a adelantársenos, ya estaba atardeciendo y eso no era bueno, teníamos que buscar un refugio. La montaña se veía cada vez más grande; ya se podía observar el paso por en medio de ella.

—¿No pudimos haber entrado por la parte de atrás? —preguntó Miguel mientras el anciano ralentizaba el paso, casi hasta detenerse.

—No se puede, nunca la encontraríamos —dijo Naythiry palideciendo—, somos aah… —dudó por un segundo—... somos guardianes, pero no somos guerreros como los del norte, así que estamos muy bien camuflados, solo los que entren por este lugar podrán encontrar mi aldea.

El paraje parecía desolado, había partes en que la arena era más blanca o negra, además había una especie de montículos de tierra. Mientras, el anciano nos indicaba que teníamos que ir hacia allí. Caminamos lentamente y de pronto nuestros caballos empezaron a ponerse nerviosos, desmontamos con cuidado acercándonos a las rocas, amarramos a los equinos como pudimos y Miguel se quedó afuera vigilando.

—Esto es muy peligroso, ya está por oscurecer, y el dragón tendrá ventaja sobre nosotros, es mejor que esperemos aquí a que amanezca y cuando se vaya a cazar —dijo mientras se acercaba a nosotros—, nos escabullimos por el sendero. —Continuó descuidado mientras miraba el cielo.




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