Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPÍTULO 19: ARMAS, COMPROMISO

Sabía que nuestra misión estaba aún lejos de terminar, puesto que solo conocíamos la ubicación de dos de los seis dragones, pero ya era un comienzo. Me levanté de la tina cuando el agua se enfrió. Deseé poder alargar el tiempo pues por alguna razón no quería bajar a la sala; tenía un mal presentimiento. Caminé alrededor del cuarto y me detuve delante de la ventana mientras me secaba. En la cama me habían dejado ropa limpia, eran muy amables con unos extraños y eso me hacía sospechar. Tenía que calmarme o me volvería paranoico igual que mi padre, «piensa mal y acertarás» me decía.

Cuando terminé de vestirme le di un par de vueltas más al cuarto buscando algo con que entretenerme, pero fue en vano, así que salí. Afuera había un pasillo, a cada lado estaban dispuestas tres puertas, siendo un total de seis. Avancé hasta llegar a las gradas y escuché voces, sin embargo, no entendí muy bien lo que decían. Cuando por fin bajé las gradas vi a un grupo de personas, estaban casi todos mis amigos, excepto Alberto y Naythiry.

—Ya era hora. —Se burló Mikel—. A nosotros nos sacan corriendo de nuestros cuartos y a ti te dejan dormir más tiempo.

Un anciano estaba sentado en una silla al fondo del salón, a su lado derecho se encontraba el herrero que nos recibió, y al otro un joven de aspecto sombrío.

—¿Quiénes faltan? —preguntó el anciano acomodándose en la silla.

—Ya no falta nadie —respondió Alberto cuando salió de uno de los cuartos, detrás de él venía Naythiry.

—Entonces, ya que todos estamos aquí —dijo aclarándose la garganta—, ¿podrían empezar a contarnos el motivo de su llegada? —Volteé a mirar a mis amigos, pero nadie se animó a contestar.

—Bueno, al parecer nadie ha dicho nada desde que llegamos aquí —dije mientras me sentaba en una banca frente al anciano—. Le contaremos todo lo que quiera saber, después de todo no tenemos secretos que guardar, pero solo pediremos a cambio que nos hablen con la misma sinceridad.

—Me parece un trato justo —convino Héctor, el herrero.

—Bueno, empezaré por las cosas más importantes. —Volteé a mirar a los demás en busca de alguna señal para contenerme, pero todos estaban serios y asintieron con la cabeza, lo que me hizo pensar que ya habían conversado con anterioridad—. La primera, es que no vinimos a causar problemas, solo vinimos en busca de un buen herrero. —Las miradas se posaron en Héctor.

—Segundo —me interrumpió Alberto—, nosotros seis —nos señaló sentándose a mi lado—, no somos de este mundo. Un hechicero con cuerpo de lagarto nos transportó. —Me quedé mirándolo un poco sorprendido, ya que mi intención no era revelar tantas cosas.

—No, no puede ser —balbuceó una mujer al otro lado de la sala, pero el anciano le hizo una seña para que se callara así que continuó.

—Al ser desterrados a este mundo, se nos grabaron estas marcas en el pecho. —Mostró su marca y nos alentó a que mostráramos la nuestras—. Después de muchos años de vivir aquí entrenando cada uno por su lado; y después de muchos sacrificios; descubrimos la forma de regresar.

—Y por ese motivo estamos aquí —agregué—, conseguimos unos metales especiales, y necesitamos hacer armas con ellos para poder cazar a los dragones que guardan las llaves del portal que nos llevará a casa.

El silencio embargó la sala, al parecer el anciano estaba asimilando la historia, las mujeres al fondo murmuraban. Naythiry se acercó y tomó asiento a mi lado.

—Las mujeres del fondo están diciendo que somos aliados de una bruja que está atacando el pueblo —susurró—, algunos de los otros pobladores piensan que deben de matarnos ahora que estamos desprevenidos. —Volteé con disimulo. Nadie cargaba un arma, me aclaré un poco la garganta y miré a Alberto que asintió levemente. Al parecer Mikel le había dicho lo mismo a Jesús.

—Esperen —interrumpió Héctor levantándose de su sitio—. Estas mujeres son guardianas ¿verdad? —preguntó mientras levantaba las manos en señal de pausa—. No buscamos problemas —aseguró mirando a los demás habitantes del pueblo—, mucho menos con ustedes.

—Entonces escoge bien tus palabras —le respondió Christian.

—Estamos algo nerviosos por la guerra constante contra un ejército de engendros, que habitan la zona muerta, al otro lado de la montaña —explicó nervioso—. Están dirigidos por una bruja. Ahora llegan ustedes y no sabemos nada, es lógico que dudemos. —Cuanto más hablaba, más se acariciaba la sien—. Aparecieron por la ruta que viene de esas montañas. —Se acomodó en la silla mientras nosotros mirábamos alrededor, alertas a cualquier ataque—. Ahora nos dicen que conocen a la criatura que quiso destruir nuestro mundo, es lógico que pensemos que sean aliados de Sareth. —Intercambió una mirada con Naythiry y después con Mikel.

—Sareth era la compañera del hechicero —susurró Naythiry, al mismo tiempo, Mikel les explicaba a los demás.

—¿No saben quién es? —preguntó una señora acercándose al herrero.

—Mujer, si es verdad lo que dicen, ellos no saben nada.

—Ese es el punto —respondió un joven mientras se levantaba de su silla—, no podemos confiar en estas personas. —Habló e hizo unas señas con sus manos incitando a las demás personas que se habían acercado a curiosear.

—Entonces, si no quieren confiar en nosotros… —me levanté tranquilo.




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