Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPÍTULO 27: DOMINIO, REGALOS

Traté de dejar de pensar en lo que me había contado el ancestral e intenté leer el libro que me había entregado, pero no conseguía concentrarme; a cada párrafo que leía; mi mano se deslizaba hacia mi pecho.

—Tengo que concentrarme —repetí mientras caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada— ¡Maldita curiosidad! —dije al fin. Me senté con las piernas cruzadas entre los estantes de libros, respiré profundo y coloqué las manos en mis piernas con las palmas hacia arriba.

Empecé a recordar lo que me habían contado los demás sobre su entrenamiento: «Busca conectarte con el elemento de tu runa, visualiza el elemento como algo palpable, algo en lo más profundo de tu ser». Con ese pensamiento inicié.

Calmé mi ansiedad, dejando de escuchar a mi alrededor. Busqué en mi mente, como si viajara por un túnel sombrío, en el que a duras penas podía ver por donde caminaba. Diferencié formas en las paredes a cada paso que daba en mi mente; hasta que logré ver todo con más claridad. En eso pude ver una especie de burbuja que flotaba en mitad de la nada. No tenía forma, era como un líquido negro que se movía dentro de una esfera de cristal.

 Cuando estuve a unos pasos de ella, la esfera generó una ligera sombra. Al principio no le di importancia y estiré mi mano para tocarla, pero la sombra creció atrapándome en ella y dejándome en una completa oscuridad asfixiante.

Me levanté sobresaltado golpeándome contra uno de los andamios. Traté de recuperar la compostura; un sudor frio recorrió mi frente; llevé la mano a mi pecho con fuerza, y sentí que me quemaba por dentro, sin embargo, al tocarme se sentía frío.

—No pudiste aguantar ni un minuto ¿verdad? —preguntó el anciano ancestral—. Ven conmigo, es peligroso que te pongas hacer esas cosas a plena luz del día. —Terminó la frase tosiendo mientras se alejaba. Di unos pasos lentos y lo seguí como pude—. No dejes el libro que te di.

Asentí con la cabeza y me agaché a recoger el libro. Intenté hacerle preguntas, pero mi voz se volvió un susurro. Caminamos entre varios pasillos y estantes, subiendo gradas hasta llegar al último piso. Nos dirigimos hacia un cuadro con la imagen de una hermosa mujer de cabello verde envuelta en velos blancos. Flotaba en una especie de luz amarilla, en una mano llevaba una enredadera de rosas, y en la otra una esfera de cristal que emitía una luz verdosa.

—Con su permiso, mi diosa —dijo pronunciando algunas palabras rúnicas. El cuadro se movió hacia la derecha dejando un pasaje—. Entra. Aquí estarás seguro para hacer tus locuras.

Cuando crucé el pasillo, me recibió un cuarto bien iluminado; con una cama en un costado y al otro un escritorio. Había tres ventanales que dejaban ver toda la ciudad.

 —Este es mi cuarto, aquí hago mis investigaciones —señaló su escritorio—, y desde aquí me traslado a las demás bibliotecas. —Empezó a jalar una soga delgada para correr a un costado una enorme cortina, que dejaba entrever tres especies de puertas brillantes—. No creerás que solo camino por esta biblioteca ¿O sí? —Empezó a reír, pero al final se convirtió en otro ataque de tos.

—¿Por qué haces todo esto? —Pude al fin hablar.

—Con el tiempo decidirás si me crees o no. Solo lo hago por el conocimiento, lo quiero saber todo, y tu Arima-lotura es una oportunidad única. —Caminó hacia su escritorio, tomó un papel y escribió una frase rúnica—. Ahora, tienes que aprender a recitar este hechizo. —Escribió algo en el papel y me lo entregó.

—No entiendo lo que significa —le dije.

—Significa: “bajo su protección déjeme pasar” y se dice: ᛒᚨᛃᛟ᛫ᛊᚢ᛫ᛈᚱᛟᛏᛖᚲᚲᛁᛟᚾ᛫ᛞᛖᛃᛖᛗᛖ᛫ᛈᚨᛊᚨᚱ —explicó. Me hizo repetir varias veces la pronunciación hasta que por fin se abrió la puerta del pasaje.

Después de aprender a recitar las palabras rúnicas, me pidió que documentara todo lo que pasase cada vez que intentara usar el poder de mi marca. Él no intervendría. También dijo que no me agobiaría con preguntas; a menos que sintiera que le estoy ocultando algo. A continuación, pasó por uno de los portales, y me dejó solo en ese cuarto.

Por un tiempo me senté en el escritorio, debatiendo si era prudente contar todo lo que había pasado. Aún no sabía si quería volver a intentarlo, así que decidí leer el libro que traje conmigo, para distraer mi mente.

Esta vez pude concentrarme en lo que leía. Se trataba de una especie de reporte de informes; donde se veía la ubicación de las diferentes razas, pueblos y reinos; con fechas de diferentes años, donde indicaban el crecimiento de cada civilización, y hasta el cambio de sus lideres o reyes.

También había informes sobre las islas aledañas al continente, las caídas de antiguos reinos y el levantamiento de nuevos, pero todos eran de humanos. Al parecer los más conflictivos eran ellos. Por su parte los guardianes se mantenían en su bosque sin muchos cambios, solo cuando un nuevo líder se convertía en el siguiente “padre”, y con él ascendía una nueva chamana; la mujer que se conectaba con la naturaleza; entonces, se registraban cambios.

La única anotación interesante en los guardianes era que en el año cinco mil doscientos cuarenta, hubo una guerra civil que dividió al clan en dos: los guardianes del bosque encantado y los guardianes de la luna, que vivían en la tundra helada, al norte del bosque encantado.

Seguí hojeando el libro mientras leía las anotaciones, que no tenían mucha relevancia con lo que estaba buscando, sin embargo, decidí leerlo por completo para no perderme detalle alguno. Sin darme cuenta la luz del sol empezó a cambiar. Había comenzado a atardecer. Me levanté para salir de ahí, pero el libro que me había dado el ancestral llamó mi atención otra vez. Dudé por un instante, mas, al final, decidí que escribiría toda la experiencia que había tenido. A lo mejor escribirla me ayudaría a comprender lo que tenía que hacer.




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